El antiguo palacio de Salvador Samá, I Marqués de Marianao se encontraba en la calle Vieja – que luego se llamó Samá – esquina a Santa Lucía (lo que hoy sería la intersección de la Avenida 57 con la calle 134 en el barrio de Los Pocitos).

Construida como quinta de veraneo por Doña Rafaela Santibáñez de Oleazar para disfrutar de las temporadas en el Pocito de Marianao, la mansión, que se encontraba muy cerca de la loma de la Vigía, fue alquilada en 1844 por el millonario catalán Salvador Samá y Martí, quien había quedado prendado del lugar, del que llegaría a ser su más entusiasta vecino y benefactor.

Palacio de Salvador Samá en Marianao
El antiguo Palacio de Salvador Samá durante los primeros años del siglo XX, cuando aún era propiedad de la familia Hidalgo

Palacio de Salvador Sama, el máximo lujo en Marianao

Un lustro después, en 1849, el futuro Marqués de Marianao adquirió la casona por unos 30 000 pesos – que no era poca cosa para la época – y la sometió a una gran reforma que la convirtió en un verdadero palacio de verano.

De estilo neoclásico, el Palacio de Salvador Samá, que convirtió a su propietario en el vecino más prominente de Marianao, poseía una fachada de altura considerable precedida por un largo portal con columnas toscanas y piso de mármol ajedrezado en blanco y negro que se elevaba sobre el nivel de la calle.

La quinta contaba, además, con un traspatio que se extendía hasta la Calzada Real de Marianao en el que se encontraban las construcciones accesorias.

Como Marianao no contó con su propia iglesia hasta después de la muerte del Marqués de Marianao, quien por testamento legó los fondos para construirla, en el Palacio de Salvador Samá existía una pequeña capilla familiar en la que oficiaba misa el cura de la Iglesia de San Francisco Xavier de los Quemados.

Tras la muerte del I Marqués de Marianao en 1866, el espléndido palacio de verano pasó a manos de Josefa de Zulueta y Samá, quien lo vendió y se marchó a España.

El Palacio de Salvador Samá quedó entonces en manos del banquero cubano Julio Hidalgo, quien invirtió muchísimo dinero en dotar a la quinta del más exquisito lujo. Durante los años que la casona permaneció en sus manos, por sus salones desfilaron los personajes más conspicuos de la colonia.

Desde allí partían las excursiones a caballo o en carruaje más allá del Puente de Marianao o hacia Puentes Grandes, en los lindes del Cerro.

Terminada la Guerra del 95, el Palacio de Salvador Samá, ahora Quinta Hidalgo fue testigo de notables acontecimientos: en ella se reunió el Generalísimo Máximo Gómez con las viudas de Carlos Manuel de Céspedes y José Martí durante su trayecto hacia el pueblo de El Cano, donde se encontraba reunida la Asamblea de Representantes de la Revolución Cubana.

Desde el Palacio de Salvador Samá gobernó la isla de Cuba el Secretario de Estado William Taft durante la Segunda Intervención y en la casa quinta radicaron luego por muchos años las sucesivas legaciones norteamericanas.

Sin embargo, con el cambio de siglo y el desplazamiento de los centros de veraneo hacia la costa de la playa de Marianao, el antiguo Palacio de Salvador Samá fue perdiendo caché y como muchas de las mansiones del lugar fue pasando de mano en mano y combinando diversos usos.

Así se convirtió en el Sanatorio Malberty primero y en la década de 1950 la fábrica de habanos y cigarrillos de José L. Piedra.

Todavía hoy el inmueble se conserva en pie y en buen estado, aunque muy modificado. Sirve de sede a la fábrica de tabacos Héroes del Moncada, continuadora de José L. Piedra. De los lujos que antaño maravillaron a la aristocracia habanera apenas han sobrevivido al paso del tiempo los mármoles del piso y algunas rejas.