Lo primero que se construyó en la parcela que ocupa hoy el antiguo cine Principal de Marianao, por allá por el año 1848, fue una glorieta para que tocarán las bandas de música y los temporadistas que visitaban el famoso balneario de «El Pocito» pudieran divertirse con sus familias.
Una década después, la glorieta fue demolida y la Sociedad Anónima de Fomento de Marianao, presidida por el millonario y promotor Salvador Samá, hizo edificar un teatro que recibió el nombre de Concha en honor al Capitán General de la Isla de Cuba, Don José Gutiérrez de la Concha.
Inaugurado el 17 de junio de 1858 con la comedia «Un saco saca otro clavo», el teatro Concha se convirtió en uno de los puntos de reunión preferidos de la aristocracia habanera que se trasladaba en temporada y los fines de semana al entonces campestre Marianao.
El Teatro Concha, que luego sería renombrado como Teatro Principal se derrumbaría al paso del pavoroso ciclón de 1926 cuyo impacto fue particularmente brutal en el poblado de Marianao.

La antigua glorieta de los Quemados que se encontraba en el mismo lugar donde años después se construyeran el teatro Concha y el cine Principal.
Del teatro Principal al cine Principal
Pocos meses después del paso devastador del Ciclón del 26, el 20 de mayo de 1927 se inauguró el cine Principal sobre las ruinas del antiguo antiguo Teatro Principal.
En sus primeros tiempos de existencia la sala se llamó cine Berndes por el apellido de su dueño pero al poco tiempo se le rebautizó con el nombre de su ilustre predecesor.
El cine Principal fue un claro exponente de la importancia que el negocio del séptimo arte había alcanzado en La Habana, en la que comenzaba a sobrepasar al teatro como entretenimiento: Obra del arquitecto Ricardo Edelman, el edificio sobrepasó con creces en magnificencia al antiguo teatro colonial.
Se diseñó específicamente para funcionar como cine (por lo que lo justo resulta llamarle cine Principal y no Teatro Principal como hacen algunos) aunque su estructura y la distribución de los espacios interiores recuerdan más a la de los antiguos teatros que a los cines que se construyeron en la capital cubana en décadas posteriores.
Así lo demuestran la esplendorosa marquesina de hierro a la Calzada Real y los baños colocados al frente del espectador, a ambos lados de la pantalla (un elemento que es común en buena parte de los cines cubanos más antiguos).
De un estilo neoclásico tremendamente sobrio para los estándares de la época carece casi por completo de elementos decorativos, los cuales quedan restringidos a la cornisa y las ménsulas; sin que se haya podido determinar si estas carencias de decorados – si se compara con otros edificios neoclásicos contemporáneos – se debe a la influencia de estilos más austeros que comenzaban a imponerse o, simple y llanamente, fue una forma de ahorrar dinero.
Con un aforo inferior al antiguo teatro (1100 butacas por 1500), el cine Principal de la calle 51 se mantuvo funcionando de forma ininterrumpida por varias décadas, hasta que el deterioro de la instalación debido a su antigüedad y la falta de mantenimiento e inversión provocaron su cierre.
Desde entonces ha permanecido como un enorme caserón vacío y ha sido destinado a los más variados usos, todos muy divorciados del propósito con que se construyó originalmente.
Los vecinos de Marianao sueñan con el día en que sea restaurado, una aspiración que con cada día que pasa se acerca más al imposible.
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