La inauguración de la llamada glorieta de Marianao el 24 de junio de 1848 constituyó todo un acontecimiento sociocultural en ese poblado que, por ese entonces, devenía en uno de los sitios de veraneo preferidos por los habaneros.

Preferencia que había crecido alrededor del famoso Pocito, al que los habitantes de la ciudad acudían para tomar sus curativos baños.

Así, surgieron en Marianao, tiendas, fondas, posadas, hoteles y las familias más aristocráticas de La Habana comenzaron, además, a construir bellísimas casas quintas en las que hacer temporada (que era como se le llamaba entonces a hacer turismo y vacacionar).

A este desarrollo contribuyó enormemente la apertura de la línea de diligencias entre La Habana y Marianao, que «aligeró» la distancia entre la ciudad capital y el oeste.

Sin embargo, la tranquilidad de Marianao, si bien era excelente para la recuperación de los enfermos que hacían temporada en el Pocito, aburría a los muchos jóvenes que visitaban la localidad por el simple placer de tomar los baños.

Glorieta de Marianao
Participantes en un baile posan junto a la antigua glorieta de Marianao

De la glorieta de Marianao al cine Principal

De ahí que surgiera la idea de crear un espacio social de divertimento en el que la juventud y los temporadistas pudieran disfrutar de conciertos, bailes y fiestas.

Ese espacio público que tanto necesitaban los temporadistas fue la glorieta de Marianao, la cual, como ya se mencionó, se inauguró el 24 de junio de 1848 y en la cual tocó regularmente la Orquesta El Progreso, que era la preferida de la gente elegante en ese entonces.

A la glorieta de Marianao se le adicionó, además, un escenario en el que se representaron numerosas obras teatrales.

Una década exacta duró la existencia de la glorieta de Marianao, pues los vecinos de la próspera localidad anhelaban poseer sus propio teatro y puestos de acuerdo con la Junta de Fomento, decidieron de la glorieta y la construcción en ese mismo lugar del nuevo teatro de Concha, el cual fue inaugurado el 17 de junio de 1858.

Los bailadores se vieron desplazados entonces a la esquina de la calle Rey y San Federico (116 y 47), donde se edificó una segunda glorieta de Marianao, que nunca alcanzó ni la fama, ni la importancia de la original.