El escándalo envolvió la pelea de Johnson y Willard en La Habana desde la designación de la sede. Los promotores querían huir de territorio americano donde el racismo sistémico condenó a prisión al campeón e hizo inviable la confrontación por el título, provocando el cambio de sede hasta en tres ocasiones y fijando el definitivo suceso para las 12 y media del lunes 5 de abril de 1915, en el recién estrenado Oriental Park de Marianao, La Habana.
Hasta ese momento Jack Johnson, el primer superpesado de raza negra en ser campeón del mundo, había demostrado en los siete años que había ostentado el título (1908-1915) la superioridad de su técnica ante rivales potentes.
«Los años comenzaban a mermar su rendimiento», o eso opinaban algunos expertos, argumentando que tras obtener el título mundial en Sydney, Australia, -venciendo al entonces campeón Tommy Burns tras perseguirle por todo el mundo en busca de una oportunidad-, había disputado nueve combate, empatando tres de ellos.
En ese período destacan algunas actuaciones sorprendentemente mediocres como el empate ante Battling Jim Johnson, en Francia. Un boxeador de apenas 177 cm que luego perdería seis peleas en línea y que terminó su carrera con 27 victorias y 18 derrotas (7 empates).
En ese período Jack Johnson se había vuelto a casar con una mujer de raza blanca, esta vez de nacionalidad francesa, significando un shock dentro de la sociedad americana. El boxeador gozaba de gran fama en Francia donde era tratado como un rey y recibía gran atención de la prensa por su estilo elegante al vestir y su presencia de gigante bonachón y divertido.
En busca de la Gran Esperanza Blanca
Durante el reinado de «Big Jack» se produjo en Estados Unidos la llamada búsqueda de la «Gran Esperanza Blanca«, que devolviera el «honor perdido» al boxeo blanco y recuperase el título que poseía orgulloso el gran Jack Johnson, quien no dudó en arriesgarlo en alguna pelea de beneficio dudoso.
Hagamos un poco de historia, pues años antes el entonces campeón mundial James Jeffries, «El calderero de Ohio«, se había reído de las propuestas de Jack Johnson para disputar el título de los superpesados. Finalmente Jeffries se retiraría en 1905 mientras era el campeón invicto de la división, dejando el título vacante que Jack Johnson le arrebataría a Tommy Burns.
Gracias a la gran campaña racista desplegada contra el «campeón negro» se reunió una suma de dinero elevadísima -que algunos medios de la época cifraron en más de cien mil dólares- sacando del retiro a Jeffries, el campeón invicto, y le puso en el ring contra Johnson, en el mismo lugar del cual había huido años antes, como recompensa en aquel momento el aspirante se contentó con noquear al hermano menor de Jeffries, James, en solo cinco asaltos.
Los casi seis años de retirado fueron determinantes y Johnson castigó duramente al antiguo campeón durante 15 asaltos para retirarle definitivamente y tener su revancha personal. Jack Johnson era el rey del mundo en ese momento, «el hombre negro más famoso durante trece años» según el cineasta Ken Burn, mientras los promotores buscaban desesperadamente a la nueva gran esperanza blanca, los oprimidos negros tenían en el campeón a la gran realidad del éxito, en el cual se miraban con orgullo.
Un granjero de Texas
Algunos promotores, desesperados por la presión de la prensa racista de la época se les ocurrió que un gigante joven, con menos técnica y boxeo, pero con mayor aguante, podía suponer el castigo definitivo para el eximio boxeador.
Jack Johnson era relativamente bajito para los supercompletos -medía 188 cm en una división cuyo máximo peso estaba fijado en 100 kg-, pero compensaba con un físico musculoso y unas dotes técnicas sorprendentes para la época. De este período de elogios sorprende, entre todos los periodistas, las palabras que le dedicó la más ilustre estrella del boxeo, con y sin guantes, del siglo XIX, John Sullivan «El Chico Fuerte de Boston» en el New York Times:
Jack Johnson tenía pocos amigos ante Jeffries, pero hubo pocas manifestaciones en su contra. Los espectadores no pudieron evitar admirar a Johnson porque es el tipo de boxeador que es admirado por los deportistas. Jugó limpio en todo momento y luchó de manera justa. …
¡Qué diestra! y ¡Qué poderosa y astuta mano izquierda tiene! Es uno de los boxeadores más astutos que jamás haya subido al ring. Ambos lucharon muy de cerca durante los 15 asaltos.
Era el tipo de pelea que quería Jeffries. No corría ni se agachaba como lo hizo Corbett conmigo en Nueva Orleans (1892). Jeffries no falló tantos golpes, porque apenas inició ninguno. Johnson estaba encima de él todo el tiempo …
Tras la soberana demostración de superioridad ante el considerado gran boxeador blanco de la pasada década, a Jack Johnson no le encontraron ningún peligro real hasta que apareció el semi desconocido gigante Jess Willard con sus dos metros de altura.
El contendiente se había iniciado bastante tarde en el boxeo pues su debut se produjo en 1911, cuando estaba a punto de cumplir los 30 años. Tras un recorrido irregular (llegaba con cinco derrotas a La Habana) pero en un estado de forma sobresaliente le llegó su gran momento ante Jack Johnson aquella tarde en el Oriental Park.
El público habanero que pudo ver a ambos entrenar puso gran parte de su bolsa a favor del campeón Johnson en apuestas que llegaron a pagarse 7 a 3. El gran show (se dice que recaudó más de cien mil pesos solo en entradas directas) se desarrollaría bajo el terrible sol cubano y con temperaturas cercanas a los 38 grados celsius, el físico de Willard sería decisivo, ¿o no?
Llegó el Campeón del Mundo a La Habana
Acostumbrado a ser atacado, Jack Johnson poseía una gran destreza a la hora de ripostar los ataques del rival, pero además debía cargar con el peso de ser el orgullo de la oprimida y segregada comunidad negra que vio en el gran campeón la oportunidad de romper la barrera racial que dividía a Estados Unidos en dos países.
La sociedad cubana de aquel momento no era demasiado distinta, aunque salvo algunas excepciones, la mayoría de la clase aristócrata era blanca, algunos de ellos generales y veteranos de la última guerra donde el grueso de la tropa provenía de descendientes de africanos y mestizo.
Sirva este escenario para explicar que se recibiese a Jack Johnson, primero en Cienfuegos, a dónde arribó el 26 de febrero, y luego en La Habana; como el verdadero y absoluto campeón del mundo, recibiendo no pocas portadas en la prensa cubana.
Racismo e hipocresía
Pese a toda esa rimbombante campaña en la prensa, ninguno de los más ilustres hoteles de la ciudad en aquel momento -el Hotel Inglaterra, el Plaza o el Miramar- quiso alojarle.
Sin otra opción que el relativamente modesto Hotel Las Villas, situado en la calle Egido 20, por la numeración antigua, el campeón tuvo que conformarse con los focos hipócritas de la sociedad del momento, solo sería un ciudadano total cuando se subiera al ring, el resto del tiempo era tratado como un ciudadano de segunda.
El hotel Miramar, a la entrada del Paseo del Prado alojaría a Jess Willard y sus dos metros. Allí mismo se alojaría el promotor Jack Curley, quien después de cambiar tres veces de sede, la última de México a Cuba, consiguió llevar a buen puerto el combate, salvando no pocas dificultades, una de ellas por parte de algunos políticos cubanos que no veían con buenos ojos la llegada del boxeo a la Isla además de las presiones del departamento de Estado estadounidense que consideraba a Johnson un fugitivo.
El debate político llegó cuando se ponía en duda el decreto de José Miguel Gómez que había devuelto a las vallas de gallos y al frontón de jai alai a la legalidad. El boxeo se mostraba como un campo donde las apuestas podían florecer, con el consiguiente impuesto que iría a los fondos del estado, al mismo tiempo que no pocos empresarios intentaban recuperar la tradición española del toreo, con la firme oposición de Jeannette Ryder y su Bando de la Piedad.
Finalmente la pelea contó con el visto bueno del gobierno y el debate posterior permitió la llegada del boxeo al país pero sin permitir las apuestas de forma inminente. La furia que supuso la aparición del fenomenal Kid Chocolate terminaría consolidando en el país el arte de los puños que tantas alegrías ha dado a nuestra sufrida isla.
Un suceso mundial en Marianao
El Oriental Park quedaba en el entonces tan lejano Marianao, al otro lado de la Habana, pero eso no fue escollo para que se agotaran las entradas, provocando un pequeño tumulto, en el kiosko del Hotel Plaza. El alborozo fue tal que obligó a Mr. Curley a anunciar que se reanudaría la venta de las entradas y apuestas, en ese momento 7 a 3 a favor del campeón, el día del combate.
La prensa anunció que casi treinta y dos mil persona se juntaron alrededor del improvisado ring ubicado en el terreno donde también se hacían exhibiciones de autos de velocidad, además de la presencia de más de cuarenta periodistas acreditados de medios extranjeros.
Desde las seis de la mañana se habían llenado las gradas más baratas mientras que en la zona más exclusiva se hicieron notar el Presidente Mario García Menocal, su secretario de gobernación Hevia, el gobernador de La Habana Pedro Bustillo y una comisión que pretendió, sin éxito, paralizar el combate.
Otro de los hechos notables de este espectáculo fue la presencia de cuatro cámaras de grabación orientadas cada una en los ángulos del ring, mientras otra cubría la visión de la grada principal, para que no se perdiese ningún detalle del esperado combate. Hay un detalle que sin dudas ha pasado desapercibido, la presencia de una lona roja que cubría el suelo del ring y que algunos periodistas detallaron en sus crónicas.
A las doce y media en punto, tras el acto de dos bandas musicales, se anunció al árbitro principal, Jack Welsh y a los padrinos de los boxeadores.
El combate
El campeón llegó a su esquina, ubicada frente al Gran Stand, a la una y siete minutos con una trusa azul clara. El enorme retador lo hace con una trusa azul marino, estos detalles coloridos se pierden en las grabaciones que se conservan, pero sirven para ilustrar el ambiente del ring.
El árbitro está en posición central, llamando a los contendientes, a la una y veinte. Los boxeadores se colocan los guantes tras lucirse en posición de combate para las cámaras.
El público, sobretodo los extranjeros -casi cinco mil de ellos estadounidenses-, sofocados por el tremendo sol del trópico cubano se quitan los sacos y usan los sombreros de paja como improvisados abanicos. Tras el pesaje el público sabe que la espera ha acabado, se acerca el momento, tensión y escándalo. El reloj marca la una y 25 minutos cuando suena la campana.
45 asaltos por el título
Intercambios constantes hasta el sexto round. El campeón toma ventaja en las votaciones pero el contrincante va marcando algunos puntos, en una táctica de desgaste, sabe que el físico de Jack Johnson no es el de antes. Marcan empate las votaciones en este round pero un horrible cardenal se percibe en la mejilla izquierda del retador, quedan aún 39 asaltos de tres minutos, Willard se encomienda a la resistencia.
En el décimo round la oreja derecha de Willard sangra profusamente, pero ha conseguido cumplir la primera parte del plan. El campeón comienza a tener complicaciones, no tiene velocidad de piernas para entrar y salir de la guardia de Willard y este le castiga en cada intento. Ligera ventaja para el orgulloso campeón.
«No creo que la superioridad física de Jess Willard, ni su extraordinaria ligereza, sean suficientes para derrotar a Jack Johnson, que es a mi entender y sin discusión alguna, el boxeador más completo de la época.
Willard podrá resistirle más o menos «rounds» al campeón mundial, pero al finalizar la contienda, el arte habrá vencido a la fuerza y Johnson, que no solamente es un artista eminente del «box» y un maestro consumado, sino que se convierte en un águila cuando está dentro del «ring», tendrá un nuevo triunfo que agregar a los muchos por él conquistados».
Alfonso Amenabar en el periódico El Triunfo
En el décimo octavo round el físico de Willard comienza a mostrar su superioridad, a partir de entonces marca el ritmo del combate que le favorece. Jack Johnson suda profusamente, la diferencia de casi doce centímetros se hace notar.
Al campeón le cuesta romper la defensa de Willard pero aún así consigue mantenerse por delante en las votaciones hasta el round veinte, el público explota cada vez que el diamante de ébano consigue conectar buenas manos. «Métele Johnson» se escucha primero tímidamente, pero a lo largo de la pelea se va convirtiendo en un grito de combate.
En el round vigésimo primero se nota la desesperación de Johnson al recibir un golpe de izquierda de Willard que le hace trastabillarse. Cada minuto de combate atenta contra sus posibilidades de victoria. La alegría en la esquina de Willard se percibe.
El campeón ha llegado demasiado lejos. Su físico no había ido nunca más allá del round 20 y estamos a punto de entrar en el 26. Hace varios rounds que no hace presencia, el público ya ha cambiado de bando viendo la actitud de Willard. Se huele el fin del campeón.
«Johnson ha abandonado su asiento muy despacio. Willard le acometió tan pronto se puso de pie dandole fuertes golpes en el pecho. Willard ha vuelto a acometer a Johnson dandole repetidos golpes de derecha a izquierda, especialmente en el estómago.
Willard ha vuelto a desembarcar en la cara de Johnson. En esto le colocó la derecha en la quijada levantándolo en peso y cayendo contra las sogas del ring, donde quedó sin conocimiento».
La Lucha. Edición de la tarde. 5 de abril de 1915.
¿Farsa o realidad?
Casi treinta años después, sobre el combate de Johnson y Willard en La Habana, el derrocado campeón escribía en una autobiografía que había pactado su derrota por dinero y el perdón del departamento de Estado, que tenía una orden de prisión pendiente sobre él.
Si la prensa cubana vendía a Johnson como el invicto campeón que solo se había rendido a los pies de su amada Lucila Cameron, este se encargaría de desmentir aquello pues explicó el hecho que se produjo al final del round 25 cuando le pidió a su esposa que abandonase el escenario.
Según relata en su autobiografía la causa pendiente desde 1912 bajo el amparo de la Ley Mann, por supuestamente «traspasar los límites del estado con una chica blanca con propósitos inmorales», le perseguía. El jurado, totalmente blanco, no tuvo en cuenta que esa mujer era su esposa. Fue acusado y condenado por ello a un año y un mes de prisión, más el agravante de escapar del país durante su liberación mientras apelaba el veredicto.
En aquel momento estaba recién casado con Lucille, tras el suicidio de su tercera esposa Etta Terry Duryea ocurrido el 11 de septiembre de 1912. Ambas eran de raza blanca, como su última esposa Irene Pineau, lo que se consideró como un escándalo en la época, más aún teniendo en cuenta los orígenes esclavos de Johnson.
El irreverente y violento carácter de Jack Johnson, nacido para luchar dentro y fuera del ring, le trajo varios problemas con la ley. Independientemente de algunos errores del boxeador el gran hilo conductor era el racismo de la época y el éxito, cada vez más exuberante de la gran estrella negra del momento.
Tras escapar de Estados Unidos sin ingresar en prisión, y estando casi 7 años huyendo, volvió para cumplir su condena en julio de 1920, sirviendo apenas diez meses gracias al acuerdo que había llegado por, supuestamente, dejarse vencer en Cuba.
Nacido para luchar
Gracias a este pacto, además de la gran bolsa de dinero que recibió, no fueron intervenidas ninguna de sus posesiones en Estados Unidos, que en aquella época incluían varias residencias, un restaurante en Chicago, un club nocturno en Harlem y varios autos de lujo.
Jack Johnson había nacido en el sureño Galveston, perteneciente al conservador y racista estado de Texas el 31 de marzo de 1878. Su complicada infancia le enseñó a luchar por sus derechos y a no esconder los lujos que acumuló durante su vida. Se encontraba viviendo en Carolina del Norte con su esposa Irene, habían contraído matrimonio en 1924, cuando tuvo un accidente de coche y falleció, el 10 de junio de 1946 tras convertirse en el ícono de la comunidad negra norteamericana en el cambio de los siglos XIX al XX.
En palabras del productor Ken Burn, quien produjo en el año 2004 un documental sobre su vida, «el chico sabía boxear, pero sabía venderse, solo así pudo un negro optar al título mundial en 1908, había nacido en Texas y no tenía miedo a la discriminación«. Tras perderlo en el mencionado combate de Johnson y Willard en La Habana tendrían que pasar casi treinta años hasta que volviese a manos de un boxeador negro.
Trackbacks/Pingbacks