Buenaventura Abárzuza Ferrer fue un escritor y político español de origen cubano, con gran influencia en los gabinetes de Madrid durante la segunda mitad del siglo XIX y firmante del Tratado de París por el cual España perdió sus últimas posesiones coloniales en América.

Nació en La Habana en 1841 y la holgada posición económica de su familia, armadores y navieros de Cádiz, le permitió educarse en Inglaterra y en España, donde pronto incursionó en la política, siendo electo a Cortes en 1869 y desempeñándose como embajador en París durante la primera República.

En 1883 se convirtió en senador del reino y en 1894 en Ministro de Ultramar. Desde esa posición promovió un famoso proyecto de reformas con el objetivo de atraerse a los cubanos moderador y tratar de calmar lo vientos de revuelta que ya soplaba en la Isla.

Sin embargo, las reformas de Buenaventura Abárzuza, que no eran poco más que un alisamiento de las de Maura para calmar al elemento conservador que se oponía a todo cambio del estatus quo en Cuba, no pudieron evitar el inicio de la última Guerra de Independencia de Cuba y la consiguiente ruina de España con el desastre del 98.

Buenaventura Abárzuza figuró entre los representantes españoles que firmaron el Tratado de París
Buenaventura Abárzuza figuró entre los representantes españoles que firmaron el Tratado de París

Buenaventura Abárzuza, un habanero en el Tratado de París

Posteriormente figuraría Buenaventura Abárzuza en varios gabinetes y le tocaría la vergüenza histórica de tener que ser uno de los firmantes del Tratado de París, por el cual España renunció a sus últimas posesiones coloniales en América, incluyendo a Cuba, su tierra natal.

Entre 1902 y 1903, durante la presidencia de Francisco Silvela se desempeñó como Ministro de Estado.

Buenaventura Abárzuza Ferrer destacó además como escritor y periodista, colaborando por mucho tiempo con el periódico «La Democracia».

Falleció en Madrid el 13 de abril de 1910 y fue enterrado en el Cementerio de San Isidro.