La obra pictórica de Armando García-Menocal está marcada por los valores clásicos del siglo XIX, destacando en particular como retratista, paisajista y cronista de episodios revolucionarios gracias a sus propias vivencias, fruto de su participación en la guerra independentista de José Martí (1895-1898).
La muerte de Maceo (a quién ya le había realizado un retrato a pluma cuando este estuvo en La Habana), La Invasión o Asamblea mambisa dan sentida muestra del vigor patriótico de su pincel. Sus pinturas se colgaron desde los salones de la señorial casa de Rosalía Abreu, conocida como la finca de los Monos, hasta sitios más majestuosos como el Palacio Presidencial, el Museo Nacional de Bellas Artes y el Aula Magna de la Universidad de La Habana.
Armando García-Menocal, patria y pincel
Declarado amante de la pintura llegó a ostentar la dirección de la prestigiosa academia de Bellas Artes de San Alejandro desde 1927 hasta 1934, siendo nombrado Profesor Emérito en 1940.
Nació en La Habana, pero las fechas de su nacimiento varían en todas las fuentes, un 19 de marzo de 1861 según el libro Las Bellas Artes en Cuba publicado en 1927 pero otras fuentes sitúan su nacimiento el 8 de julio de 1863 o 1868.
Proveniente de una familia acomodada al terminar sus estudios en San Alejandro, siendo aún un adolescente, fue enviado a Madrid donde matriculó en la Academia de Bellas Artes de San Fernando, coincidiendo en los ambientes culturales de la capital española con otros intelectuales como el filólogo Marcelino Menéndez Pelayo y el destacadísimo pintor Joaquín Sorolla, con el cual le unió una fraternal relación artística y personal.
Armando García-Menocal está de vuelta en Cuba en 1890. Debajo del brazo trae no pocas novedades técnicas además del segundo premio de la Exposición Nacional de Madrid (1884) con su cuadro Generosidad Castellana y algunas exposiciones personales y colectivas realizadas.
Ocupa la cátedra de Paisaje en San Alejandro y realiza diversos retratos personales a figuras importantes de la época entre los años 1894 y 1927 como Dulce María Borrero (hermana de Juana Borrero), Lily Hidalgo de Conill, su esposa Sara de la Vega de Menocal, Elena Herrera de Cárdenas y algunos autorretratos.
Mas su retrato más icónico lo realizará a partir de una foto del Apóstol. Consiguiendo, en voz de la propia Leonor Pérez, captar la profunda mirada martiana, en un elogio que Armando García-Menocal agradeció enormemente.
Comandante en la guerra, cronista en la paz
En la guerra de independencia de 1895 llegó a los cargos de comandante perteneciendo al estado mayor del Generalísimo, Máximo Gómez. Esta experiencia en primera persona del teatro de los hechos le sirvió para convertirse en el período de la Danza de los Millones, en el pintor oficial de la República, al menos en términos históricos.
Ya unos años antes su cuadro Embarque de Colón por Bobadilla había generado conflictos con el Capitán General de la Isla de Cuba que le exigía retirase las cadenas con las que había pintado al almirante. Armando García-Menocal, fiel a su carácter mantuvo las mismas en el histórico cuadro, con ligeras modificaciones que las hiciesen imperceptibles.
Una técnica excepcional
Dotado de una técnica rigurosa al estilo de muchos de sus contemporáneos europeos formó junto a Leopoldo Romañach lo más selecto de ese período entresiglos. Su uso de la luz, con algunas influencias impresionistas, la fuerza de su color y el cuidado del detalle al extremo fueron sus valores, primero como pintor y luego como director. Aunque muchos de sus predecesores le consideraron desfasado el reconocimiento de los distintos espectros de la sociedad le llevaron a ser elegido como miembro de la Academia de Artes y Letras.
En las crónicas aparecidas tras su deceso, el 28 de septiembre de 1942, se cuenta que en la habitación donde falleció solo había un cuadro, y era de su amigo Sorolla. El primer poeta nacional de Cuba, Bonifacio Byrne le dedicó un poema que reproducimos a continuación.
Junto al hermoso lienzo comenzado/abandonó el artista su paleta,/ y fue a luchar, lo mismo que un atleta,/ vistiendo el uniforme de soldado./
Nada más bello hay ni más honrado:/ allí el pintor, el músico, el poeta,/ contra el poder infame que nos reta/ a combatir resueltos han volado./
No hay arte superior a la energía/cuando la humana indignación estalla/ tras épocas infaustas de agonía./
Hoy el verso palpita en la metralla,/ en el cañón está la sinfonía/ y el cuadro en nuestros campos de batalla.
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