Esteban Borrero Echeverría fue un patriota, médico y poeta cubano de la segunda mitad del siglo XIX; padre de Juana y Dulce María Borrero, dos de las mujeres más notables del entresiglo cubano.
Nació en Camagüey el 26 de junio de 1849. Desde muy joven se dedicó al magisterio para ayudar a su madre, la cual se había quedado sola al deportar las autoridades españolas a su esposo acusado de infidencia.
Esteban Borrero, patria y poesía
Al estallar la Guerra del 68, Esteban Borrero se incorporó al Ejército Libertador cubano, en el que alcanzó el grado de comandante. Casi finalizada la contienda y con la salud quebrantada cayó prisionero de los españoles, quienes primero lo confinaron en su ciudad natal y después lo enviaron deportado a Isla de Pinos.
Camino a este destino le sorprendió la Paz del Zanjón y decidió quedarse en La Habana, donde matriculó la carrera de Medicina en la universidad.
Ya licenciado, obtuvo por oposición la plaza de médico municipal de Puentes Grandes y se fue a vivir al barrio de La Ceiba, junto con su esposa Consuelo Piedra Agüero y su hija Juana.
Allí, en la casa de Esteban Borrero, solían reunirse en tertulia algunos de los intelectuales más importantes de la época: Así, eran habituales visitantes de la casona, los doctores Felipe Poey y Carlos J. Finlay, el pintor Armando Menocal y el poeta Julián del Casal, entre otros.
En la casa de La Ceiba nacieron sus hijas Dulce María, Mercedes y Ana María; en la casa de La Ceiba aprendió a pintar su hija Juana; y de la casa de La Ceiba partió al exilio Esteban Borrero con su familia cuando, al estallar la Guerra del 95, las autoridades españolas y los voluntarios comenzaron a acosarlos inmisericordemente por su pasado separatista.
Establecido en Cayo Hueso, Florida, junto a su familia, Esteban Borrero revalidó su título de médico a la vez que ejercía como maestro y contribuía a la causa de la libertad de su patria con su bolsa y con su pluma.
Desafortunadamente, al poco tiempo de arribar la familia a Estados Unidos fallece su hija Juana. La muerte de la joven, que no había cumplido aún los 20 años – unida al fallecimiento de sus hermanos Elena y Manuel poco antes del levantamiento del 24 de febrero – sumió a Esteban Borrero en una profunda tristeza que le acompañó toda su vida y que nunca dejó de asomar en sus obras.
A petición del gobierno de la República en Armas marcha a Centroamérica y se establece en Costa Rica para, desde su puesto de ministro del gobierno de la Revolución, recabar apoyos para la causa de la independencia de Cuba.
Tras el fin de la soberanía española Esteban Borrero regresó a Cuba. El Gobierno Interventor lo nombró subsecretario de Instrucción Pública, cargo desde el que – junto a su jefe inmediato Enrique José Varona y el pedagogo norteamericano Alexis Frye, Superintendente de Escuelas – reformó y modernizó todo el vetusto sistema de enseñanza español en la Isla.
Retirado por completo de la vida política se dedicó a la práctica del magisterio, convirtiéndose en profesor de la escuela de Pedagogía de la Universidad de La Habana, a la vez que escribía libros de texto para los distintos niveles de enseñanza (por ejemplo, su libro «El amigo de los niños» fue por muchos años texto de lectura en las escuelas primarias).
Esteban Borrero Echeverría fue uno de los encargados de elaborar los libros de texto de las aulas cubanas tras las tensiones ocurridas durante la ocupación militar estadounidense.
Las quejas de la Asociación Nacional de Maestros, Maestras y Amantes de la niñez cubana obligó al Gobierno militar a desechar la Orden Militar no. 226 (diciembre de 1899) para promulgar la Orden Militar no. 454 (noviembre de 1900) que creaba una comisión de intelectuales y maestros cubanos encargados de elaborar los libros de instrucción en las recién creada escuela pública cubana laica.
Si embargo, la melancolía que le acompañaba desde las pérdidas familiares sufridas se fue incrementando con los años. A estos viejos pesares se sumó la muerte de su esposa, que rebasó la copa del dolor. Así, el 29 de marzo de 1906, mientras se encontraba de visita en el balneario de San Diego de los Baños para recuperar su quebrantada salud Esteban Borrero decidió poner fin a su vida.
Su cadáver fue sepultado en la Necrópolis de Colón dos días después, el 31 de marzo, con la autorización personal del Obispo de La Habana (probablemente por tratarse de un suicida).
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