Luisa Martínez Casado fue la luz que alumbró los escenarios hispanos, en la segunda mitad de la centuria decimonónica, y como la Avellaneda una mujer adelantada a su tiempo.

Nació en Cienfuegos, el 28 de agosto de 1860, en una familia de artistas y emprendedores teatrales, por lo que a la tierna edad de seis años la niña Luisa ya actúa.

Sus primeros pasos los da en el teatro La Avellaneda, propiedad de su padre Luis Martínez Casado, ubicado -fue destruido luego por un incendio- en la esquina de Argüelles y Cristina, frente a la casa de la familia.

Según las fuentes su debut con solo seis años, fue frente a la mismísima Gertrudis Gómez de Avellaneda, interpretando una obra de la célebre camagüeyana.

Luisa Martínez Casado la sonrisa de la adversidad

En 1875 el teatro familiar es destruido por un incendio, y la familia decide que Luisa emprenda el viaje a La Habana, para probarse frente a un público más exigente.

Luisa Martínez Casado

Esta partida fue cardinal en su futura carrera, pues la aún adolescente Luisa Martínez Casado arrasaría en los teatros de la capital, sentando cátedra en algunos como El Albizu o el recién estrenado Payret.

Fue tal el impacto que la joven causó en la exigente sociedad culta habanera, que muchos le aconsejaron que abandonara pronto la Isla, para buscar refugio en España, donde podría brillar como su calidad lo ameritaba.

Rumbo a la península

A España partió pues, en 1878, la jovencita Luisa Martínez Casado, allí perfeccionaría su técnica declamatoria en el Conservatorio de Madrid, en un curso que culminaría para ella con la obtención del primer premio en un concurso público convocado por el centro.

Luisa Martínez Casado

A partir de entonces comienza su fama, recorrerá los retros más importantes del mundo hispano cosechando éxitos, aplausos y reconocimientos. Poco a poco la crítica fue rindiéndose a sus pies, al punto de ser considerada en vida como la actriz más grande de habla hispana en el mundo.

Según el estudio de Francisco Echevarría Saumell

Con esta formación, más la diaria en las tablas, Luisa se convirtió en la actriz más grande del siglo XIX cubano y en la mejor actriz de habla hispana del último cuarto de aquel siglo. Hay críticos de mucha autoridad que la parangonan con Sarah Bernhardt, otros incluso aseguran que la cubana era superior, y la mayoría concluye en que sobre esto se podría polemizar pero que no cabría discusión en cuanto a que la voz de Luisa –su timbre, calidad y proyección escénica- era mucho mejor que la de la francesa.

La compañía Luisa Martínez Casado

Andando el tiempo, convertida ya en una reconocida y admirada actriz la cienfueguera -que hasta el fin de sus días se sintió y refirió a si misma como «actriz española nacida en Cuba»-, creo su propia compañía, la cual llevaba su nombre.

Según las fuentes, como el libro «Luisa Martínez Casado en el paraíso» de la autora Rosa Ileana Boudet, la compañía era una especie de empresa-escuela, donde cada ensayo era una clase de actuación.

Luisa Martínez Casado, libro.

Formaban parte de ella además, varios miembros de su familia, como su hermano Manuel y su cuñada Celia Adams. Los cuales se mantuvieron en ella hasta el retiro de Luisa en 1911.

Una característica de dicha compañía era que solían interpretar, casi siempre en el teatro Alhambra, obras de marcado carácter progresista, con fuertes dosis de crítica social. Funciones que muchas veces su recaudación se donaba a resolver problemas de las clases más desfavorecidas

Adiós a la tablas.

El 13 de julio de 1911, Luisa Martínez Casado decide retirarse de la escena, motivado según unos por desavenencias con el gobierno de la República y según otros por un deseo de descansar luego de toda una vida dedicada al arte.

Luisa Martínez Casado

Ese mismo año pudo ver cómo  los cienfuegueros decidían, mediante votación popular, que el nuevo teatro de la ciudad ubicado en la esquina de Prado y Santa Clara, llevara por nombre «Luisa Martínez Casado«.

La gran actriz de su tiempo, hoy casi olvidada, falleció en su ciudad natal, un 28 de septiembre de 1925, rodeada del respeto y la admiración de sus coterráneos.