Entre las muchas poetisas que ha dado Cuba es sin dudas Juana Borrero la más prolífica -e incluso puede que también precoz- de todas. Comienza a escribir y pintar a los cinco años de edad, y cuando muere, sólo trece años después, es una de las voces indispensables de la poética cubana, y particularmente del modernismo, además de dejar cientos de dibujos y lienzos.
Habanera del barrio de Santos Suárez, proviene de una familia de intelectuales, como su padre Esteban Borrero, uno de los precursores del modernismo latinoamericano y creador de la primera concepción moderna del libro de cuentos en Cuba; o su hermana Dulce María Borrero, notable poeta, pedagoga y precursora de la lucha por los derechos de la mujer.
Según sus contemporáneos fue una niña prodigio en el campo de las artes, impresionó a José Martí cuando lo conoció años después en Norteamérica, recibió clases de pintura de Armando Menocal, al quedar aquel asombrado del excepcional talento de Juana Borrero.
Como poetisa es discutido aún cómo debe ser tratada teóricamente: si como poetisa del siglo XIX, o del siglo XX, pues su obra lírica modernista es más a fin a los años que no vivió que a sus contemporáneos.
Como dibujante y pintora se le destaca la fuerza del trazado de las líneas y la claridad del dibujo, que según estudiosos eran también rasgos afines a su personalidad. En este campo fue también un rara avis pues sus influencias más directas no están en la escuela francesa -como era muy usual en la época- sino en la española, a pesar de observarse clara influencias de de Lautrec y Chavannes.
Sobre su obra plástica dijo su amigo Julián del Casal:
Para comprender el valor de sus cuadros es preciso contemplar algunos de ellos. Corta serie de lecciones recibidas de distintos maestros han bastado para que iluminada por su genio se lanzase a la conquista de todos los secretos del arte pictórico
Bustos y Rimas. Julián del Casal.
Es objeto de alabanzas a su vez el epistolario cruzado con su novio el también poeta Carlos Pío Urbach, las cuales se cosió al traje, bien cerca de su pecho cuando vino a pelear a Cuba. Con ellas muere, sin saber que poco tiempo después lo seguiría, victima de la fiebre tifoidea, su amada Juana.
Cuando Juana Borrero murió se le rindió un sentido homenaje en las páginas la revista El Fígaro, el más importante medio literario de ese momento. A este homenaje se unieron con lamentos poéticos las voces más importantes de la poesía cubana de entonces.
Poemas de Juana Borrero
Las hijas de Ran Envueltas entre espumas diamantinas que salpican sus cuerpos sonrosados, por los rayos del sol iluminados, surgen del mar en grupo las ondinas. Cubriendo sus espaldas peregrinas descienden los cabellos destrenzados, y al rumor de las olas van mezclados los ecos de sus risas argentinas. Así viven contentas y dichosas entre el cielo y el mar, regocijadas, ignorando tal vez que son hermosas, Y que las olas, entre sí rivales, se entrechocan, de espuma coronadas, por estrechar sus formas virginales.
Apolo Marmóreo, altivo, refulgente y bello, corona de su rostro la dulzura, cayendo en torno de su frente pura en ondulados rizos sus cabellos. Al enlazar mis brazos a su cuello y al estrechar su espléndida hermosura, anhelante de dicha y de ventura la blanca frente con mis labios sello. Contra su pecho inmóvil, apretada adoré su belleza indiferente, y al quererla animar, desesperada, llevada por mi amante desvarío, dejé mil besos de ternura ardiente allí apagados sobre el mármol frío.
Íntima ¿Quieres sondear la noche de mi espíritu? Allá en el fondo oscuro de mi alma hay un lugar donde jamás penetra la clara luz del sol de la esperanza. ¡Pero no me preguntes lo que duerme bajo el sudario de la sombra muda…; detente allí junto al abismo y llora como se llora al borde de las tumbas!
Última rima Yo he soñado en mis lúgubres noches, en mis noches tristes de penas y lágrimas, con un beso de amor imposible sin sed y sin fuego, sin fiebre y sin ansias. Yo no quiero el deleite que enerva, el deleite jadeante que abrasa, y me causan hastío infinito los labios sensuales que besan y manchan. ¡Oh, mi amado!, ¡mi amado imposible! Mi novio soñado de dulce mirada, cuando tú con tus labios me beses bésame sin fuego, sin fiebre y sin ansias. Dame el beso soñado en mis noches, en mis noches tristes de penas y lágrimas, que me deje una estrella en los labios y un tenue perfume de nardo en el alma.
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