La primera vez que Ricardo Eliécer Neftalí Reyes Basoalto, por todos conocido como Pablo Neruda visitó tierra cubana fue el 14 de marzo de 1942. En ese entonces desempeñaba el cargo de cónsul de Chile en México y llegaba a la Isla invitado por el Ministerio de Educación para dictar un total de siete conferencias en la Academia de Artes y Letras.
Durante esa visita, la prensa siguió paso a paso el itinerario del poeta, que aprovechó para incrementar su colección de caracoles y cochas, una afición que disfrutó toda su vida, y que en la mayor de las Antillas, le llevó a dar largos paseos, casi diarios, por Guanabo y Varadero durante el mes que duró su estancia.
De ahí surgiría también su amistad con el notable naturalista cubano Carlos de la Torre, que le fue presentado por Juan Marinello, y que le obsequió una caja con caracoles cubanos, que Neruda guardó como un tesoro y que gustaba mostrar con orgullo.
Pablo Neruda arribó por segunda ocasión a La Habana el 5 de diciembre de 1960 a bordo del trasatlántico italiano Enrique Dándolo. En esa ocasión vino invitado de forma conjunta por el periódico Revolución y el programa Lunes de Revolución.
En el puerto, Pablo Neruda y su esposa Matilde Urrutia fueron recibidos por Armando Hart, Ministro de Educación, quien les dio la bienvenida en nombre del Gobierno de Cuba.
Desde allí se trasladó el poeta al moderno hotel Riviera, donde se alojó durante su visita, y en el que recibió a muchos de sus amigos cubanos, como Juan Marinello y Nicolás Guillén, a quienes había conocido en España durante la Guerra Civil y con quienes había compartido durante su primera visita a la Isla en 1942.
Pablo Neruda en La Habana efervecente
Muchos cubanos descubrieron por esos días la poesía de Neruda. Eran tiempos en que no se escatimaba el papel y la Imprenta Nacional saludó al chileno con una tirada de 25 000 ejemplares de sus poemas más «revolucionarios» y acordes con el ideario de un proceso que se radicalizaba cada vez más.
El programa del poeta chileno fue largo e intenso: viajó al interior de la Isla, se reunió con los intelectuales, con los estudiantes y hasta compartió un taxi con el presidente de la República Osvaldo Dorticós Torrado.
En el lenguaje franco y abierto del que todavía hacían gala los jóvenes revolucionarios cubanos, conversó Neruda sobre poesía, pero también sobre otros asuntos que luego se volverían tabúes en la Isla como el estalinismo, el culto a la personalidad o la censura en el arte.
Curiosamente, muchos de esos jóvenes intelectuales (y otros no tan jóvenes) que reverenciaron al poeta chileno durante su visita a La Habana en 1960 – e incluso habían pedido para él, con las palabras más altisonantes el Premio Nobel de Literatura – firmarían seis años después una famosa carta pública con todo tipo de reproches y acusaciones malignas hacia Pablo Neruda por haber «claudicado ante el imperialismo» y visitar Estados Unidos.
A Pablo Neruda le molestó muchísimo esa carta acusatoria de los que hasta entonces había considerado sus amigos, y respondió acusando a los firmantes de «arribistas» e «insolentes», mientras ironizaba llamándoles «profesores de las revoluciones» y «dómines de las normas».
Al final tomó nota y no olvidó el agravio. Quizás por eso, cuando escribió su autobiografía «Confieso que he vivido» pasó por alto por completo su visita a La Habana, y no le dedicó una sola línea a la capital cubana. Algo cuanto menos curiosos, si se toma en cuenta que durante su estancia había escrito una vez:
(…) en el año de 1960, casi al empezar el año 1961, me siento en Cuba como pez en el agua…
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