Una de las más significativas edificaciones culturales de La Habana es el Teatro Nacional ubicado en los alrededores de la Plaza de la República (también conocida como «Cívica» y actual «Plaza de la Revolución»). A pesar de la gran cantidad de cines y teatros con que contaba la ciudad en aquellos años, la necesidad de una construcción de carácter estatal se hacía indispensable viendo los problemas que enfrentaban algunas salas de la ciudad, obligadas a cerrar y reinventarse.
En el ambicioso proyecto de la Plaza de la República, nuevo centro de la ciudad futura, un gran templo de las artes se hacía imprescindible. En estos años el archivo Nacional de Cuba, el Museo de Bellas Artes o la Biblioteca Nacional, todos necesidades de la nación para salvaguardar su identidad social y cultural, habían recibido edificaciones modernas y con un gran gusto arquitectónico.
El Teatro Nacional
La necesidad del Teatro Nacional estaba patente desde décadas anteriores al inicio de la construcción del edificio situado en los alrededores de la plaza de la República. La actualidad periodísticas pedía un teatro que recibiese el epónimo de «Nacional» que hasta entonces había recibido el antiguo teatro Tacón, absorbido posteriormente por el Centro Gallego y que muchos periodistas criticaban por la ausencia de una propuesta esencialmente nacionalista.
A fin de cuentas este teatro de carácter privado programaba una cartelera independiente, ajena a los intereses culturales de la nación y marcada por el interés comercial. Desde luego el centro Gallego no tenía obligación de alojar propuestas que no fueran defendidas por la taquilla y los espectáculos criollos habían recibido desde los años treinta el apoyo del Teatro Martí con sus temporadas de zarzuelas legendarias.
Aunque el proyecto original, que incluía la compra de los terrenos a las familias Conill y Sarrá -propietarias de varias fincas en la zona-, fue firmado por Carlos Prío a instancias del ministro de Obras Públicas, Manuel Febles; sería Fulgencio Batista como presidente de facto el que colocaría la primera piedra del futuro teatro Nacional de Cuba el 29 de junio de 1952.
Sin embargo, a pesar del interés de Batista por aparentar normalidad y continuidad en los proyectos de obras públicas del anterior gobierno auténtico, la obra se fue dilatando en el tiempo. Inicialmente el presupuesto sobrepasaba los dos millones y medio de pesos y sería ejecutado por la respetada firma Purdy and Henderson Company, pero una serie de contratiempos provocaron modificaciones en el mismo.
Un nuevo comienzo
El futuro Teatro Nacional (al que en algunos medios añadían el apellido «de La Avellaneda«) no avanzó con la rapidez necesaria por problemas de fondos. Mientras que el resto de la plaza de la República cogía forma a pasos agigantados el Teatro Nacional, con su esqueleto terminado, esperaba por las necesarias inversiones interiores que le convertirían en uno de los más modernos del área caribeña.
El proyecto definitivo de la firma Arroyo y Menéndez contaba con no pocas novedades técnicas, la que más destacaba era la duplicidad de las principales salas que finalmente tomarían el nombre de Sala Avellaneda (2254 butacas) y Sala Covarrubias (850). Reiniciadas las obras entre los años 1954 y 1958 aún no estaban las instalaciones finalizadas al llegar al poder el gobierno revolucionario el primero de enero de 1959.
La firma que llevaba el proyecto abandonó el país y esto perjudicó al Teatro Nacional de Cuba que aún tenía a la sala Covarrubias en precarias condiciones. El 12 de junio de 1959 se crea la ley que funda el Teatro Nacional Gertrudis Gómez de Avellaneda, considerándose esta fecha como la de su fundación original.
Sin embargo, durante los primeros años se realizaron varias presentaciones en sus salas pero a partir de 1961 se limitó en gran medida la presentación de espectáculos y actividades en el Teatro Nacional. Desde entonces se realizaron obras en la edificación hasta que el 3 de septiembre de 1979, con una función de gala para las delegaciones asistentes a la VI Cumbre de los Países No Alineados, celebrada en La Habana, que definitivamente queda terminado.
En la actualidad y siguiendo las pautas originales el teatro Nacional de Cuba es más que un teatro, convirtiéndose en un centro cultural con salas de exposiciones, cursos, espectáculos en vivo en su Café Cantante y conciertos en sus salas principales.
Trackbacks/Pingbacks