El poeta bayamés José Fornaris y Luque ganó gran fama desde mediados del siglo XIX por sus arrestos independentistas y su amistad con Carlos Manuel de Céspedes, el Padre de la Patria cubana, que era primo suyo y con el cual conspiró, siendo apresados, en más de una ocasión.

Aunque vivió grandes etapas de su vida en su natal Bayamo (18 de marzo de 1827) y en Puerto Príncipe -donde se graduó de Abogado- fue en La Habana donde falleció (19 de septiembre de 1890) en su residencia de la Calle Mercaderes 213, ubicada en lo alto de la conocida casa de Basabe (o Casa Aguilera) frente a la famosa casa de la Cruz Verde.

José Fornaris, poeta

A La Habana llegó en 1840 con 13 años para matricularse en el colegio de San Fernando, que dirigía el pedagogo Nicolás Garrido, donde destacó por ganar dos concursos de Filosofía. Allí conoció a José Antonio Echeverría, ilustre escritor y editor que dio forma a diversas revistas como El Aguinaldo Habanero y El Plantel, esta última es la primera publicación cubana en usar la litografía, y a Manuel Fernández de Castro, quien luego sería profesor de Filosofía en esta misma institución.

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Colaboración de José Fornaris con Joaquín Lorenzo Luaces, fundador de la revista La Siempreviva, en la composición Cuba Poética que recogía composiciones poéticas cubanas hasta 1861.

Se graduó como Bachiller en Leyes en 1844 y ese mismo año se trasladó a Bayamo donde heredó de su padre el cargo de Regidor del Ayuntamiento. En el año 1853 recibe en Puerto Príncipe el título de abogado y se establece definitivamente en Bayamo para ejercer dicha profesión.

Ese mismo año, de infausto recuerdo para el país por la terrible pandemia de cólera, fallecía su madre de esta enfermedad. Tras una breve estancia en La Habana donde entre otras cuestiones laborales y literarias se casó con Dolores Trueba.

Eran momentos difíciles para el entonado poeta que el año anterior había sido apresado por el gobernador Toribio Gómez junto a Carlos Manuel de Céspedes Borges y Lucas del Castillo, tras una velada de poesía en la cual los poetas cubanos realizaron versos de marcado carácter independentista.

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El Gobernador de Bayamo, que sabía de la situación efervescente de las ideas independentistas tras el intento de Narciso López, mandó a los subversivos criollos en dirección a Santiago de Cuba donde serían confinados en el navío Soberano, en total estarían cerca de cinco meses encerrados en Palma Soriano.

Tras estos episodios que complicaron su posición en la isla de Cuba fallecía su esposa en 1856 a la cual dedicó alguna de sus primeras elegías publicadas en La Habana. Comenzaba así una fecunda producción literaria, a medida que se alejaba de las conspiraciones independentistas, colaborando con El Almendares, La Mariposa, Revista de La Habana, Floresta, Civilización, Álbum de lo bueno y lo bello, Aguinaldo Habanero y otras publicaciones.

Polémicas independentistas

El también poeta y pedagogo Rafael María de Mendive prologó en octubre de 1857 la segunda versión de sus Cantos del Siboney, donde presentaba el conflicto pre-colombino cubano entre los indios siboneyes y caribes. Este libro generó tensión con las autoridades coloniales al tiempo que llamó la atención de diversas revistas cubanas que le regalaron elogiosas críticas y permitiendo que alcanzase hasta cinco reediciones en esa década.

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José Fornaris

Enrique Piñeyro y Barri diría que su poesía estaba dotada «con estimables condiciones nativas: espontaneidad, sencillez, facilidad rítmica y cierta emotividad limitada«.

Fundó el periódico La Piragua y posteriormente codirigió la revista Floresta Cubana, escribiendo algunas obras de teatro como La hija del pueblo (conocida como Lola la Tejedora) aunque sin dudas su más notable composición fue La Bayamesa, escrita junto a Carlos Manuel de Céspedes en 1851.

La bayamesa

¿No recuerdas, gentil bayamesa
Que tú fuiste mi sol refulgente,
Y risueño en tu lánguida frente
Blando beso imprimí con ardor?
¿No recuerdas que en un tiempo dichosos
Me extasié con tu pura belleza,
Y en tu seno doblé mi cabeza
Moribundo de dicha y amor?
Ven, y asoma á tu reja sonriendo;
Ven, y escucha amorosa mi canto;
Ven no duermas, acude á mi llanto;
Pon alivio a mi duro dolor.
Recordando las glorias pasadas
Disipemos, mi bien, la tristeza;
Y doblemos los dos la cabeza
Moribundos de dicha y amor.

Autores José Fornaris y Carlos Manuel de Céspedes

Residencia habanera de José Fornaris

Durante gran parte de su estancia en La Habana, a la cual se trasladó a mediados de 1856, residió en la calle Mercaderes esquina a la calle Amargura. Dicha construcción conocida como casa de Francisco de Basabe es una de las joyas de la Habana Vieja y se estima su construcción en 1728 cuando se unieron dos casas dando origen a esta mansión colonial típica.

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Mansión de balconaje corrido en fachada y distribución en planta característica, alrededor del patio central. En éste, los pilares de las galerías inferiores son de albañilería, y los superiores de madera, con un torneado no único pero sí poco frecuente, similar al de los pilares del balcón exterior. La baranda de hierro de éste, al igual que otros elementos metálicos como las rejas de los vanos irregularmente distribuidos en la fachada por Amargura, fueron introducidos en la reconstrucción del siglo XIX.

En Guía de la Habana Colonial, de los autores María Elena Martín Zequeira y Eduardo Luis Rodríguez Fernández

En el año 1874 se estableció en los bajos la ferretería Aguilera que remodeló la edificación en 1935 restaurando algunos de sus valores patrimoniales originales. Entre las curiosidades que destaca de esta edificación el arquitecto Joaquín Weiss están las columnas de su balcón, más gruesas de lo habitual y con un torneado peculiar, diseño raro en Cuba -lo que podría indicar que fueran elaboradas fuera del país o por un artista extranjero- y las barandas metálicas que ahora sustituyen a las originales de madera.

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En esta casa se asentó al volver a Cuba tras ausentarse desde 1870 por problemas de enfermedad. Regresaría a su isla pocos años antes de fallecer tras un largo periplo por Europa. En La Habana escribió una crónica semanal en el periódico El País, dirigido por su amigo Ricardo del Monte hasta que su vida se apagó un 19 de septiembre de 1890, apenas unos mesas antes había publicado un libro de Poesías Completas que volvía a ponerle en el panorama literario patrio.