Un símbolo de la Habana Vieja colonial sorprende a los curiosos visitantes: una gran Cruz Verde en la ochava de la casa que hace esquina la intersección de la calle Amargura y calle Mercaderes. Esta obra de madera, aparentemente simple, guarda el enigmático código que rodeaba las antiguas procesiones de Semana Santa en La Habana,

El recorrido que seguían los religiosos habaneros los viernes de Cuaresma, partía de la Capilla de la Santa Veracruz (o de la Orden Tercera de San Francisco de Asís) y la ermita del Humilladero o calvario (que ya constaba en las actas del cabildo en 1640 y donde se levanta la actual iglesia del Santo Cristo del Buen Viaje cuya puerta principal se concibió para quedar frente a la mencionada calle).

En su peregrinar los fieles partían de la calle Obispo con la hoy desaparecida calle Churruca (donde se encuentra el coche mambí) y torcía el rumbo, precisamente, en la esquina de la calle de la Cruz Verde (o Cruces, hoy Amargura) desde la cual seguían en línea recta hasta la plaza del Cristo donde finalizaba el recorrido.

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La casa de la Cruz Verde durante el proceso de remodelación de la OHC, año 2002

La calle Amargura (entonces de la Cruz Verde) se llenaba de ofrendas y procesiones frente a las cruces verdes que marcaban las estaciones del Vía Crucis, era bastante común que quienes no podían participar de los pasos de semana santa se arrodillasen a rezar delante de las distintas cruces colocadas a lo largo de la calle y que dieron nombre a la misma durante varias décadas.

Semana Santa habanera

Es imposible desconocer la influencia religiosa en Cuba. El almirante Cristóbal Colón tocó suelo cubano en el mismo año que los Reyes Católicos expulsaban de Granada a los árabes (moros) que durante 800 años habían poblado el antiguo reino visigodo.

La famosa Reconquista fue un augurio de buenas nuevas para las arcas exiguas de los Reyes de Castilla y Aragón, no es de extrañar que el Nuevo Mundo fuese concebido como un regalo de Dios por la inmensa mayoría de la población española, así quedaba bastante arraigado el vínculo Iglesia-Estado en los designios futuros de la corona española.

Dicha influencia llegó los territorios de Ultramar que heredaron el ambiente festivo y punitivo de las celebraciones cristianas, y si tenemos en cuenta que todos los conversos usaban estas celebraciones para demostrar la eficacia de su conversión y la fé depositada en el Dios cristiano, podemos evaluar la importancia que tomaron estas festividades en la psique de los ciudadanos habaneros.

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La famosa Cruz Verde, foto de diciembre de 2020

Los criollos habaneros recibieron con especial entusiasmo algunas celebraciones como la Pascua, el Día de Reyes y la Semana Santa. Aunque si bien esta última no llegó a calar como en la región de Andalucía, quedó marcada en el plano cartográfico de las primeras villas fundadas en Cuba. Como señala Daniel Vasconcellos Portuondo en OPUS HABANA «existían en varias de estas villas calles nombradas Amargura o de la Cruz Verde, que ya hoy han perdido aquel topónimo original«.

Las procesiones de Semana Santa en la Habana se realizaron hasta 1808 siguiendo el antiguo recorrido marcado por el famoso símbolo de la cruz verde. De acuerdo al arquitecto Luis Bay Sevilla, en ese año se retiraron el resto de cruces que marcaban las catorce estaciones del Vía Crucis habanero, quedando solo la de calle Amargura esquina a Mercaderes, colocada en 1740.

Entre las mencionadas en las crónicas de la época destacan las estaciones de calle Amargura y Cuba (marcada con el número 3 en el mapa a continuación), conocida como el Cristo del Zapato; la extensión correspondiente a Amargura entre Compostela y Villegas (número 4), conocida como de las Mujeres Piadosas que contaba con varios altares; y la duodécima estación, de ubicación desconocida, pero que según el historiador José María de la Torre estaba adornada con una alfombra, dos candelabros de plata y un cuadro de Jesús Crucificado.

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El recorrido del Vía Crucis partía de la mencionada Tercera Orden (número 1 en el mapa) en la calle Obispo, llegaba hasta la calle Amargura y comenzaba el recorrido por las estaciones marcadas con cruces verdes (con el número 2 la correspondiente a la esquina de Amargura y Mercaderes)

Este recorrido se siguió realizando hasta 1961 cuando fueron suprimidos los actos religiosos, hasta que en el año 2005 se recuperó nuevamente, esta vez tomando por origen la casa sede de la congregación de San Salvador de Santa Brígida y Madre Isabel, frente al antiguo punto de origen.

La Casa de la Cruz Verde

La casa donde en cuya esquina reposa la famosa Cruz Verde, que aún está a la vista de los transeúntes, posee pocos elementos arquitectónicos relevantes como señala Joaquín Weiss. A lo largo de los siglos pocas referencias han quedado más allá de los propietarios de la misma, siendo eclipsada por su vecina de la misma esquina de Mercaderes y Amargura conocida como Casa de Francisco de Basabe (o de Aguilera) que posee un elegante balcón corrido, típicamente colonial.

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Dicha casa colonial mantuvo sus características barrocas gracias a la firma comercial L.G. Aguilera y Cía que se estableció allí en 1874, y la reconstruyó en 1935 respetando los elementos coloniales de valor arquitectónico. La imagen es de diciembre de 2020 y muestra el excelente estado de conservación que presenta.

Como curiosidad en la segunda planta de esta residencia vivió y murió el poeta cubano José Fornaris.

Volviendo a la casa de la Cruz Verde señala el Dr. Emilio Roig de Leuchsenring que «esta edificación perteneció a una familia de apellido Herrera, luego los herederos del señor Francisco de Zequeira y Ramallo, conde de Lagunillas, fueron propietarios de la misma hasta que la viuda del tercer conde de Lagunillas, María de los Ángeles de Cárdenas y Pedroso, la vendió a Miguel Duarte en 1843». En aquel momento en los bajos de la edificación radicaba la tienda de paños «El Empecinado».

El destacada caricaturista y pintor costumbrista Víctor Patricio Landaluze tuvo en una papelera radicada en esta dirección la sede del periódico Don Junípero (1862-1869).

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Imagen tomada de La Habana Antigua (1936) de Manuel Pérez Beato

Finalmente llegó a manos de María de Regla Sañudo Rebollo en la segunda mitad de la década de 1870. Doña María de Regla tras el vil asesinato que sufrieron en 1880 sus padres (conocidos como los crímenes de la calle Inquisidor) heredó la propiedad de 62 inmuebles que añadió a los suyos propios.

Dicha señora casó con Juan Muñoz y de esa unión nacieron Lizardo, María Teresa (que heredó la casa de la Cruz Verde) y María de las Mercedes Muñoz Sañudo, esta última se unión en matrimonio al general del Ejército Libertador Enrique Loynaz del Castillo y de dicha unión nacieron Dulce María Loynaz del Castillo y sus hermanos Enrique, Carlos Manuel y Flor.

Usos en el tiempo

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Durante décadas radicó en la casa de la Cruz Verde la firma de comercio, importación y especulación azucarera de Nazábal y Compañía, fundada en 1888. La doble planta del inmueble elevaba a casi setecientos metros cuadrados la superficie de almacenamiento que empleaban los socios principales (Ignacio Nazábal, Benito Alonso, Fernando Bonet, viuda de Loredo, Gregorio Otaola y Ricardo Garma) y los veinte empleados de la empresa.

A pesar de ser la edificación de Amargura y Mercaderes la sede principal de la compañía, la firma contaba con seis casas más como almacenes puntuales. El crecimiento de la especulación azucarera durante el período de las «vacas gordas» -coincidente con la primera Guerra Mundial- llevó a la compañía a alquilar almacenes públicos para guardar el azúcar que comerciaban en plaza, es decir, contra existencias inmediatas disponibles en sus dependencias. En 1918 las operaciones anuales de la firma fluctuaban entre los dos y diez millones de pesos.

En 1919 al fallecer María Teresa Muñoz Sañudo los bajos se destinaron a bodega y bar, función que realizó el local hasta los años 70 del pasado siglo, tras un período de abandono en el cual llegó a ser hasta parking de Cuba Petróleo (CUPET), en la actualidad radica el Museo del Chocolate, que la Oficina del Historiador de la Ciudad terminó de acondicionar en el año 2003. La parte superior de la edificación (que siempre constó de doble altura) tiene carácter residencial.