«El Día de Reyes o de Diablitos» es un fragmento del artículo del Dr. Emilio Roig de Leuchsenring escrito para el Libro de Cuba, publicado en 1925:
Así como en la antigua Roma tenían los esclavos un día al año de libertad y esparcimiento en el que fraternizaban con amos y señores, de modo parecido, en esta ciudad de La Habana, se concedía también a los míseros esclavos negros un día de expansión y regocijo, durante el cual rememoraban las tradiciones, las fiestas, los bailes, los cantos, los trajes, las costumbres, y, en una palabra, la vida de toda la patria, cuanto más lejana, más nostálgicamente recordada.
El Día de Reyes en La Habana
Día tristes y alegre a la par el Día de Reyes en La Habana, porque el recuerdo de todas esas cosas queridas les traía también el de los padres, hijos o esposas ya muertos vilmente por los europeos durante la trata o bajo el látigo del amo cruel y bárbaro, ya sumidos como en ellos en odiosa esclavitud.
Y mmenos mal si en esa fecha podían reunirse los padres con los hijos, los esposos con las esposas, separados el resto del año por los destinos de la suerte adversa.
Celebrase esa fiesta el 6 de enero, día consagrado a los santos reyes Melchor, Gaspar y Baltazar. De ahí que se llamase «Día de Reyes» y también «Día de los Diablitos», esto último por lo que él curioso lector verá explicado más adelante.
Sobre el origen de esta curiosa costumbre he encontrado diversas opiniones: Dice Bachiller y Morales en «Los Negros» que:
«(…) los días de los Santos Reyes, desde tiempo inmemorial, ofrecían en las colonias España en Indias la ocasión de que se tributaran a los virreyes y jefes españoles, los respetos y consideraciones atribuidos a la majestad que representaban en Indias.
(…) Después que las corporaciones civiles ofrecían sus respetos al Gobernador y Capitán General de Cuba, la noche de la víspera del Día de Reyes (6 de enero) ocurrían a felicitar por el nuevo año los jefes militares y sus dependencias.
(…) deduzco por lo tanto que los negros, que vieron pedir aguinaldo a la tropa el Día de Reyes con pitos, tambores y cornetas, lo imitaron».
Y en un artículo afirma que:
«Los esclavos del rey que eran muchos en toda la América acudían a pedir el aguinaldo al representante de su amo.»
Esa costumbre se observa también en otros países de América como Chile, en algunas colonias inglesas (Senegambia) y otras naciones del África Occidental.
Fernando Ortiz en su magnífica obra «Los Negros brujos» se muestra de acuerdo con Bachiller y Morales, creyendo que, tanto la costumbre practicada por los europeos en América, como las propias de los negros en sus distintas naciones:
«Si no influyeron en la fecha de la celebración de la fiesta de los Reyes en Cuba, por lo menos contribuyeron a determinar su forma.
En sus inicios cada Cabildo debió hacer revivir las fiestas más importantes de su patria; más tarde todas debieron irse confundiendo paulatinamente hasta llegar a la confusión y desorden de los últimos tiempos. «
El Día de Reyes diablitos se hace «legal»
Y, por último, fue sancionada legalmente esta fiesta en el Artículo 88 del «Bando o Reglamento de Esclavos», dictado por el Capitán General Valdés, que dice:
«En ningún caso saldrán los negros a la calle en cuerpo de nación, con bandera u otra insignia sin permiso del Gobierno, pena de diez pesos de multa, que pagará el capataz del Cabildo. Sin embargo, les será permitido celebrar el Día de los Santos Reyes (Día de Reyes) la diversión conocida con el nombre de «diablitos» en la misma forma en que lo han hecho hasta el día y no de otro modo.»
Triste y lamentable era la situación de los esclavos negros en su doloroso cautiverio. Arrancados violentamente las más de las veces de sus hogares por los europeos tratantes de carne humana, desembarcaban en la Isla después de una horrorosa travesía en inmundos bergantines y otros barcos de vela; sepultados en las bodegas, ya no como animales, sino como fardos, sin luz ni aire, clavadas las escotillas.
De esta manera, sólo llegaban al puerto de su destino, la mitad o la tercera parte de los que habían embarcado. El resto sucumbía durante el viaje, víctima de las enfermedades, del hambre y del suicidio liberador.
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