La primera vez que escuché hablar del médico chino yo era muy pequeño aún, estaba en esa época en que uno pregunta y pregunta mientras intenta visualizar, sin entender, las respuestas de los adultos. Recuerdo a mi abuela allá en Ranchuelo, era uno de aquellos veranos en que tenía que irme con ella al campo porque mis padres trabajaban. Entraba risueño, con un pajarito herido en mis manos, a la cocina. Mi abuela, curtida en el arte de cocinar con leña y trabajar la tierra me miró condescendiente y me dijo con suavidad -Pipo, a ese no lo salva ni el médico chino.
Muchacho al fin, yo no conocía a ningún chino que no fuese Bruce Lee. Tenía los típicos amigos a los que llamábamos chinos pero ninguno hablaba cantonés ni poseían destrezas mágicas que le hiciesen volar como en las películas, así que pregunté con la inocencia infantil en la que subyace la posibilidad infinita: ¿Dónde vive el médico chino, Mimí? Mi abuela respondió entre risas -Es una frase muchacho, ese hombre no existe.
Con el tiempo escuché esa frase varias veces, en distintos lugares y con distintas entonaciones, no todas con la condescendencia de mi abuela. Pero nunca vi en Cuba al dichoso médico chino, así que supuse que como los Güijes y las Madres de agua eran inventos del campo hasta que un día leyendo al Dr. Emilio Roig de Leuchsenring descubrí que había existido un médico chino, tan eficiente en el arte sanatorio que su fama trascendió hasta calar en la memoria colectiva del cubano.
¡A ese no lo salva ni el médico chino! Está frase abarca todos los ámbitos de la realidad del cubano; echa a medida para referirse a los negocios, deportes, amores y por supuesto, salud. Pero ¿de dónde viene esa frase? ¿Cuándo empezó a usarse? ¿Su origen está en La Habana o en Cárdenas? A esas y otras preguntas vamos a intentar responder a continuación.
El médico chino
La historia, según el primer historiador de La Habana se cuenta más o menos así. En 1858 (otras fuentes señalan 1854) llegó al puerto de Regla, como los casi 150 mil chinos que arribaron a Cuba, un ciudadano de la etnia Jaka, ubicados en el sur del inmenso y lejano universo chino cuyo don y acierto, excepcionales ambos para las yerbas y pócimas rompería la suspicacia que le tenía el cubano al ciudadano chino, tímido y reservado por naturaleza.
Su nombre era Chang Pon Piang* y llego como médico de uno de los múltiples cargamentos de colonos chinos (sobre la emigración China a Cuba y sus condiciones de semi esclavitud puedes leer más aquí). Pero para ganarse la vida trabajó como cigarrero en La Habana mientras desempeñaba su oficio de sanador entre los miembros de su etnia.
Entre los cubanos se fue extendiendo su fama y enseguida adaptó un nombre más asequible a la pronunciación latina, surge entonces Juan Chambombián. Es este el apellido que ha quedado registrado en los documentos oficiales que sobre él quedaban en el Archivo Nacional cuando Reinaldo Peñalver Moral realizó en 1981 un reportaje en las páginas de la Revista Bohemia sobre este enigmático personaje de nuestra historia costumbrista.
Habana-Matanzas-Cárdenas
En los documentos con los cuales intentó acceder a la nacionalidad española Juan Chambombián quedó registrado su ingreso en La Habana en 1854, cuando recibió la carta de domicilio. Por casi diez años estuvo sin problemas el médico chino viviendo en la capital de la isla de Cuba. Alternaba su oficio de cigarrero de los primeros momentos caribeños con el primigenio de médico entre una población creciente.
La capacidad de obrar milagros del médico chino comenzó a crecer. Sus conocimientos de las plantas tropicales y los brebajes de su ancestral cultura le hicieron rescatar a más de un enfermo desahuciado por los demás médicos de la ciudad. Como se suele decir, Radio Bemba transmite la buena publicidad como nadie, pero también lleva la envidia en sus comunicaciones y no tardaron en salir denuncias contra el médico chino por recibir desde San Francisco diversas medicinas sin poseer ninguna titulación en la isla para ejercer como galeno.
Concretamente fue una denuncia realizada por Gabriel Millet en octubre 26 de 1863 ante la Real Sala Tercera de lo Criminal. Varios testigos defendieron a Chambombián pero el discutible método del médico de cobrarle solo a los ricos o de aceptar cualquier presente por la realización de sus servicios estaba provocando que los médicos, en su mayoría españoles, viesen mermadas sus ganancias. Como ya se sabe, con la Iglesia hemos topado y más que la satisfacción por hacer el bien común primaba el interés económico en quienes realizaban estos servicios.
Tuvo que abandonar la ciudad el magnánimo médico chino. Tras vivir un tiempo en Pueblo Nuevo, Matanzas, Chambombián se asentó en Cárdenas. En pueblo pequeño infierno grande y, según el historiador cardenense Herminio Portell Vilá, en esta ciudad sus hazañas milagrosas cobraron relevancia mayor dando origen al legendario proverbio de «a ese no lo salva ni el médico chino«, con algunas variaciones de palabras pero con el mismo mensaje que se ha extendido en el habla popular del cubano.
Poco más sabemos del mágico personaje. Se conoce que tuvo 8 hijos y era descrito por el historiador Portell como un hombre de elevada estatura, de ojillos vivos y penetrantes. Sin lugar a dudas aquel porte generó furor entre algunas mujeres de la época y se cuentan descendientes con ese apellido rubios, morenos y mestizos. Incluso hay quien afirma que un lío de faldas lo llevó a suicidarse una mañana de 1872 en Cárdenas.
Otros historiadores, menos románticos, señalan que fue envenenado por la misma razón que tuvo que huir de la Habana. Su modo de actuar, curando primero y cobrando después, provocaba un choque evidente con otros médicos, menos efectivos y más caros que se vieron en situaciones económicas límites ante la ausencia de clientes. Otras fuentes señalan que quizás se envenenó probando alguno de sus brebajes, la historia ha dejado caer su pesado y nebuloso telón imposibilitando saber con certeza qué le ocurrió a Juan Chambombián, el médico chino que obraba milagros.
Otros médicos chinos
Si bien es cierto que casi todos los historiadores que se han acercado a este tema dan por confirmado a Juan Chambombián como el famoso médico chino del proverbio. Existieron otros ciudadanos venidos del lejano Oriente que hicieron carrera mejorando la situación sanitaria del país. Es casi seguro que el primero de ellos fue Kan Shi Kom quien causó furor en La Habana antes de nuestro Juan.
En el Oriente del país también hicieron buena fama el botánico de nombre castellanizado Don Domingo Morales en Santiago de Cuba, mientras en Manzanillo Liborio Wong, Wong Seng en chino, fue médico y capitán ayudante del Mayor General Modesto Díaz en la Guerra de los Diez Años (1868-1878). Si quieres saber más sobre la participación de los chinos en nuestras guerras independentistas pincha aquí.
*- En algunas de las fuentes consultadas se menciona que la traducción de su nombre al castellano sería Sol Amarillo. Este color se pronuncia Huangse Dé, el comienzo es bastante similar a la pronunciación de nuestro Juan, de ahí que adoptase este nombre.
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