El general Ernesto Asbert era una figura política fuerte en La Habana de 1913, no en balde ostentaba el cargo de gobernador provincial y se decía que iba para presidente, pero todo eso cambió cuando el día 9 de julio moría, en el Hospital de Emergencias, el Jefe de la Policía Nacional, general Armando de la Riva.
Asbert fue encontrado culpable del hecho (puede leer el artículo aquí) y condenado a prisión, sin que le sirviera de nada su alto cargo, ni su amistad con el Presidente Mario García Menocal Deop. El 2 de junio de 1914 ingresaba al presidio, donde gracias a su fuerza política no estaría mucho tiempo.
Ernesto Asbert, un hombre del 95
Nacido en 1873 se incorporó al ejército libertador en 1896, a donde ingresó con grados de teniente y tres años después sería coronel.
Ernesto Asbert, a pesar de tener una rápida carrera, es de los jóvenes que se ganaron los grados a puro arrojo, pues su carrera transcurrió casi íntegra en el Regimiento de Caballería Adolfo del Castillo (2da Brigada, 2da División, 5to Cuerpo) en la provincia de La Habana, donde la guerra se hacía de verdad.
Tal es el caso que en su hoja de servicios constan 93 acciones militares, desde su incorporación el 9 de enero del 96, obteniendo la primera mención destacada apenas un mes de su arribo, el 12 de febrero de 1896 en el combate de Guara.
Ese año 96 lo termina Ernesto Asbert como comandante, el 24 de agosto de 1898 es ascendido a coronel, terminando la guerra ostentando ese grado.
La República
El 31 de mayo de 1899 Ernesto Asbert obtiene su licenciamiento del ejército, a partir de ahí comenzaría una carrera política que, sin embargo, no estaría alejada del aspecto militar, ya que durante un tiempo se desempeñó como jefe de la policía de Güines.
Estuvo además ejerciendo como consejero provincial de La Habana, hasta que estalla la Guerrita de Agosto y Ernesto Asbert se une, el 20 de agosto de 1906, a las tropas liberales en su natal Güines. En dicha contienda será donde alcanzará los grados de General.
Para 1908 Ernesto Asbert, con 35 años, es una de las figuras más influyentes de la política en La Habana, tan es así que, el 1ro de abril, es elegido gobernador provincial, a su alrededor se nucleaba una fuerte base social que veía en el joven güinero un futuro Presidente, cuando contara con la edad exigida por la Constitución.
La Amnistía
Durante muchos años se discutió si Ernesto Asbert había disparado sobre el General Armando de la Riva. El difunto lo acusó del impacto que le causó la muerte, Asbert se declaró inocente, y muchos años después, supuestamente, se dictaminó que su revolver no había disparado. Culpable o no, fue condenado en uno de los juicios más populares de la época.
Su amigo, el presidente Menocal, tomó distancia aparente del asunto, negándose a otorgarle cualquier perdón presidencial, por lo que congresistas y senadores comenzaron a agitar en aras de una amnistía, el objetivo: ganar el favor de la masa social que manejaba el General Asbert.
La ley de Amnistía fue redactada de manera tal que el senador Arias, convicto del mismo crimen, no entraba dentro de ella, pues sólo era aplicable al caso del General Ernesto Asbert, porque sólo alcanzaba a aquellos que no hubiesen reconocido la verdad de los hechos imputados.
El proyecto fue una bomba en la opinión pública, pues se criticó mucho el redactar una ley dirigida a una sola persona, que, además, era convicta por un delito común que había cometido siendo la máxima autoridad provincial y sobre la persona del Jefe de la Policía Nacional.
El estado de opinión era desfavorable, por lo que el presidente se negó a dar su aprobación, pero el veto presidencial fue sometido a votación en el Congreso y el Senado.
El 27 de enero comenzaron los debates en la Cámara, para someter a votación una ley que buscaba dejar sin efecto el veto presidencial. El primero en hablar lo hizo en contra de la ley, fue González Lanuza, quien básicamente dijo que sabía que era en vano lo que se argumentara, pues ya todo estaba pactado. Cortina argumentó a favor, pues pensaba que era una ley de concordia nacional, lo que Carlos Mendieta apuntaló explicando que su voto a favor estaba dado por el hecho de haber visto sueltos amenazando revueltas si no se aprobaba la amnistía. Con el asunto ya discutido el veto presidencial fue rechazado por 64 votos contra 4.
Aprobada la ley, que rechazaba el veto presidencial, el asunto pasó al Senado el día 1 de febrero. El senador Dolz habló en contra, reprochando a los conservadores que no se habían unido para impedir su aprobación. Nuevamente los argumentos de posibles disturbios, si la amnistía no se decretaba, resonaron en el cónclave.
Para aprobar la ley eran necesarias los votos a favor de las dos terceras partes del Senado, o sea al menos 16 personas. Entre los que no asistieron y los que salieron antes de votar fueron cuatro, dos se pronunciaron en contra, y quince a favor. Faltaba un voto para que se aprobara, todo dependía del Presidente del cónclave, Eugenio Sánchez Agramonte, su voto decidiría la suerte del General Ernesto Asbert.
Votó a favor de la ley, o sea, el hombre que prácticamente era la mano derecha de Menocal, votaba para dejar sin efecto el veto presidencial. Sánchez Agramonte declaró que él, en lo personal, no estaba a favor de la amnistía, pero que al ver que su voto era el decisivo, no quiso ser el responsable del destino de una persona.
Las lecturas de la amnistía del General Ernesto Asbert
Desde el «Heraldo de Cuba» se comenzó a meter leña al asunto: el argumento sostenido era que Menocal estaba jugando a las apariencias, que vetaba la amnistía porque era lo políticamente acertado, pero en realidad esperaba que la ley prosperara, y que prueba de ello era el voto de sus dos íntimos, el congresista José María Lasa y el senador Agramonte.
Por otra parte el hecho era una lección aparente de democracia, que fortalecía la imagen del Presidente y de la República, pues sería la primera vez que el Congreso rechazaba un veto presidencial.
Enrique José Varona condenó la amnistía, respaldando al Presidente, y sus alumnos le ofrecieron un banquete de respaldo en el Hotel Miramar, que fue apoyado por el Heraldo de Cuba y por el congresista Ricardo Dolz, quien ya había pedido que Sánchez Agramonte renunciara a la presidencia del Partido Conservador.
La apoteosis de la libertad
El 2 de febrero la Ley de Amnistía se publicó en la Gaceta Oficial, y ese día, en horas de la tarde, el General Ernesto Asbert fue puesto en libertad, había estado menos de un año en prisión.
En la puerta del penal lo esperaba una multitud, encabezada por Wilfredo Fernández, quien había sido uno de los puntales de la amnistía. Ambos subieron a un auto que inició una marcha triunfal, todo el tiempo el general fue de pie, recibiendo los aplausos de sus seguidores que habían acudido en tropel al Paseo del Prado, por donde el cortejo desfilaba a paso lento.
Al llegar al lugar de los sucesos de 1913, en el mismo punto de Prado 84 donde fue herido de muerte el General Armando de la Riva, rompieron las charangas a tocar y la algarabía alcanzó su punto cumbre, mientras Santos y Artigas filmaba en una película -que luego se exhibió- todo el asunto.
Terminaba así, con éxito total, el tan debatido tema de la amnistía del General Ernesto Asbert.
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