Ignacio Cervantes Kawanagh, considerado uno de los más grandes entre los pianistas cubanos de todos los tiempos, nació en La Habana el 31 de julio de 1847. Su padre, Don Pedro Cervantes hombre culto y distinguido -graduado en Derecho Civil en La Habana-, le animó al estudio de la música, para la cual reveló desde muy temprana edad gran aptitud. Su madre, Soledad Kawanagh era hija de un barón alemán.
Ignacio María Cervantes Kawanagh nació en la calle de Aguila entre las de Virtudes y Amistad y fue bautizado el 3 de octubre del mismo año, en la Iglesia de Nuestra Señora de Guadalupe, siendo Juan Antonio Barinaga y María Regla Fernández de Castrillón los padrinos.
En 1854 el célebre pianista norteamericano Louis Moreau Gottschalk, visitó La Habana por vez primera y tuvo oportunidad de escuchar en eI piano al pequeño Cervantes, de sólo seis años y medio de edad. Gottschalk recibió una enorme sorpresa al verlo tocar, e insistió ante Don Pedro y su esposa para que le dedicaran al arte musical, augurándole un brillante porvenir.
En 1859 fue aceptado como pupilo por el gran pianista y compositor Nicolás Ruiz Espadero, el cual en apenas cinco años le mostró todo el repertorio de Kalkbrenner, Clamer, Clementi, Moscheles, Henselt, Alkan y Dussek; así como las principales piezas de concierto de Thalberg, Liszt, Chopin, Gottschalk, Bach, Mozart, Beethoven, Weber, Hummel y Mendelsoohn.
Sello postal cubano dedicado a Ignacio Cervantes
Desarrollado su talento con Espadero, marchó Ignacio Cervantes a París en 1865 para continuar sus estudios en el Conservatorio Imperial de París. Allí, a la vera de Antoine François Marmontel y Charles-Valentin Alkan alcanzó la brillantez como pianista.
EI 23 de julio de 1866 ganó el primer premio en concursos de piano, con el «Concierto No. 5, para piano y orquesta«, de Herz. Hasta aquella fecha solamente dos cubanos habíaan sido laureados en aquel Conservatorio: José White, primer premio de violín en 1856, y Félix Hernández, segundo «accésit» de clarinete en 1861. Con motivo del triunfo de Cervantes el violinista José White le envió una carta a Espadero donde le decía:
Apreciado amigo Espadero:
Hoy tuvo efecto eI concurso del Conservatorio, y quiero ser el primero en anunciarle que su discípulo, nuestro amigo Ignacio Cervantes, obtuvo el Primer Premio con gran éxito. Marmontel está «enchanté».
EI 17 de julio de 1867 —año de la Exposición de París— Cervantes obtuvo en concursos del propio Conservatorio el primer «accésit» de armonía, materia que cursó con Bazin. Un año después, el 16 de julio de 1868, ganó el primer premio en la misma asignatura, y además el de fuga y contrapunto. Entusiasmado por tan brillante ejecutoria, Cervantes se dispuso a tomar parte en el célebre concurso para optar al «Gran Premio de Roma». Pero no pudo realizar su empeño. Temiendo eI tribunal que saliera vencedor, y como el famoso galardón daba derecho a una subvención para viajes y estudios, se estimó «muy doloroso» que Francia pagara el mérito a un extranjero.
A propósito de ello Justo de Lara valoró tiempo después:
EI pianista francés que luego lo alcanzó, bien pudo pensar que antes que a su mérito lo debió a su nacimiento
Según cuentan Gisela Hernández y Olga de Blanck en su libro: «Cervantes 40 danzas», el mismísmo Lizst quedó maravillado con el arte del joven Ignacio Cervantes.
Una tarde, mientras Cervantes estudiaba el piano en la casa en que residía en París, sintió tocar a la puerta. Abrió y quedó mudo de sorpresa. Ante él estaba Liszt, quien le dijo:
– Perdóneme si le importuno, pero he sentido tocar el piano tan maravillosamente que no he podido resistir a la tentación de averiguar quién tocaba. Era usted?…
– Sí maestro -respondió Cervantes con emoción-.
A lo que repuso el gran compositor:
– Pues continúe usted tocando y permítame que pase a oirle…
Ignacio Cervantes el patriota
Regresó a La Habana en 1869, después de triunfar en París y Madrid, sólo para ver con tristeza como se desintegraba la fina, culta y orgullosa sociedad criolla que había dejado un lustro antes ante la brutalidad y violencia del Cuerpo de Voluntarios.
Dedicado por completo a la enseñanza del piano, permaneció Ignacio Cervantes en la Isla hasta que en 1875 el Capitán General ordenó que, en compañía del violinista José White, fuese desterrado, acusado de recaudar fondos para la causa independentista. La profunda tristeza que le produjo el ser obligado a abandonar su patria sin saber sin volvería la reflejaría en «Adiós a Cuba» una de las piezas más tristes de su extenso repertorio.
Vivió exiliado en Estados Unidos y México, países en los que ofreció conciertos para recaudar fondos con destino a los patriotas cubanos. Ignacio Cervantes fue el primero de los músicos cubanos que utilizó su arte como arma de lucha y contribuyó a la formación del sentimiento de identidad nacional de sus compatriotas.
Regresó a la Isla tras la Paz del Zanjón pero volvió a salir al exilio al estallar la Guerra del 95.
Murió en La Habana, ya en Cuba independiente, el 29 de abril de 1905.
Ignacio Cervantes el músico
Ignacio Cervantes fue un músico infatigable que desarrollo una actividad extraordinaria: En La Habana tocó en sociedades, centros artísticos, casas particulares y acompañó al piano a cuanto artista de renombre visitaba el país. Su nombre figuró, durante los años que entre exilios permaneció en su patria, en cuanto programas de conciertos piadosos o no se realizaron.
El repertorio clásico y el romántico fueron para él uno solo, y de todo supo sacar partido, al extremo de poderse asegurar que por sus manos pasaron todas las piezas para piano existentes, y todas las interpretó magistralmente, con su mecanismo fácil y correcto, su ejecución rápida, igual, limpia, segura, poderosa y su estilo, casi siempre suave, gracioso, elegante, enérgico y elevado.
Su contemporánea Revista Cubana, describía a Ignacio Cervantes con las palabras siguientes:
Cervantes no es el pianista insípido y frío que hace notas como quien hace calcetas. Cervantes no es es el pianista insensible cuya monótona ejecución convida al sueño, no, por Dios.
Cervantes es el pianista fogoso que habla elocuentemente con su instrumento, que entusiasma, que arrebata, que electriza. !Con cuanto placer lo hemos escuchado! !Qué suave colorido en él andante! !Qué sonoridad tan pura la de su piano! Eso es sentir, eso es tocar.
Y después, !qué rapidez vertiginosa, qué igualdad de fuerza y movimiento en todo el scherzo de principio a fin; los que lo oyen no pueden darse cuenta de su prodigioso mecanismo! (…)
!Bravo Cervantes, eso es sentir, eso es tocar!
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