Había pasado ya la euforia generada por la semana de la aviación en Cuba cuando se produjo el accidente aéreo, el 27 de marzo de 1911, que envolvió al controvertido Orestes Ferrara, coronel del Ejército Libertador y presidente de la Cámara de Representantes de Cuba, y al aviador francés Roland Garros, erigido con posterioridad como héroe nacional de Francia y considerado el primer aviador caído durante la I Guerra Mundial (1914-1918).

El suceso pasó relativamente desapercibido para la prensa local -no así para la internacional-, envuelta en sucesos nacionales que aún repercutían tras el segundo período de intervención norteamericano.

Sería con los años que dicho accidente recuperaría los focos de atención periodísticos cuando falleciera Garros, en acción de guerra, y fuese nombrado el Open de Tenis de París en su honor.

La fiebre de la aviación en La Habana

A La Habana llegó el joven aviador francés junto a varios miembros del equipo de aviación europeo Moisant International Aviators quienes fueron invitados, para una serie de exhibiciones acrobáticas y competiciones, por el Aero Club de La Habana, fundado meses antes en la ciudad y del cual era presidente entonces Regino Truffin.

La expectación tomó el malecón y la famosa glorieta de la Punta, aunque algún que otro accidente aéreo fastidió la fiesta

El inquieto napolitano Orestes Ferrara no necesita presentación, pero por si acaso usted no lo conoce le recomendamos esta entrada que compartimos sobre él. Miembro fundador del Aero Club habanero, desde que llegaron la máquinas voladoras a la isla quiso subirse a una de ellas y no paró hasta conseguirlo, aún cuando Garros intentó darle largas al suceso.

El show de Mc Curdy

A comienzos de aquel 1911 el piloto J.A.D MC Curdy había intentado batir el récord de mayor distancia aérea recorrida sobre el mar al intentar unir Key West con La Habana en un trayecto de 100 millas. Problemas de aceite le impidieron llegar a tierra cubana y se quedó a 10 millas, siendo rescatado por la Marina americana, entrando en La Habana el aviador como cualquier hijo de vecino por la boca del puerto.

Aviones Etrich presentes en La Habana en 1911

Este fracaso no significó menos fama para el piloto que llegó a competir con los afamados hombres del circuito Moisant. Se había llevado los cinco mil pesos del viaje frustrado y a ellos sumó otros tres mil al derrotar a los otros aviadores presentes en la ciudad en el concurso Aeropuerto de Columbia- Castillo del Morro, que consistía en cubrir el trayecto lo más rápido posible, la distancia de doce millas fue cubierta en 16 minutos con 51 segundos.

Un accidente aéreo evitable

A Roland Garros no le hacía gracia subirse a su monoplaza con un acompañante. Orestes Ferrara había salido de su Nápoles natal en busca de las emociones que encontró en la manigua cubana, así que cuando la aviación recreativa llegó a La Habana, poco le importó que él fuese el presidente de la Cámara de Representantes de la Isla.

Hasta en tres oportunidades el aviador esquivó el ímpetu del otrora majestuoso mambí, ahora con bastantes kilogramos de más, pero al final la inteligencia y el espíritu incansable de Ferrara se impuso.

Accidente aéreo donde falleció John Moisant
Imagen del accidente aéreo donde falleció John Moisant, fundador del Moisant International Aviators al cual pertenecía Roland Garros

Garros puso como condición probar antes el avión y cerciorarse de que no había problemas con el motor, ni las condiciones del tiempo. El día acompañaba y tras varias desventuras aéreas del resto de pilotos quiso regalar a la prensa cubana un hecho sorprendente llevando al reconocido político al galope de la bestia mecánica por los aires de Cuba Libre.

Los medios cubanos recibieron con gran entusiasmo los eventos de la aviación que hicieron a Cuba el primer país latinoamericano, y segundo del hemisferio occidental tras Estados Unidos, en acoger una competición de aviación.

Las reticencias de Roland Garros y el miedo a un accidente aéreo eran fundadas pues con anterioridad pilotos como Saint Crox Johnstone y John Frisbies con su «Pájaro Negro» del circuito Moisant (fundado por los hermanos Alfred, John y Matilde) se habían visto imposibilitados de realizar su concurso, e incluso el propio Mc Curdy tuvo varios intentos antes de poder llevarse el premio. En la cabeza de los cubanos conocedores de la historia de Matías Pérez seguramente también encontraban eco esas dudas.

Si los pájaros pueden volar, ¿por qué yo no?

Orestes Ferrara ante las negativas de Garros

Finalmente el 27 al mediodía Ferrara y Garros se elevaron no sin problemas del suelo. Tras un par de ligeras acrobacias el motor comenzó a perder potencia y el peso del napolitano comenzó a provocar complicaciones para la estabilidad del precario avión. Cercanos a los trescientos pies y temiendo un accidente aéreo de fatales consecuencias, como el que meses antes había acabado con el famoso John Moisant, decidió descender y dar por finalizado el recorrido.

En su intento por aterrizar el avión el joven pero experimentado aviador francés no contaba con una racha de viento que le hizo tender la inclinación del avión hacia el ala de Ferrara. Las crónicas de los presentes hablan de que solo la exquisita técnica del piloto salvó a ambos tripulantes de una muerte segura, pues a veinte pies del suelo el motor del avión se detuvo. Con no pocos problemas consiguió estrellarse controladamente el piloto Roland Garros en la zona cercana a la presa del Husillo, desde donde salían los tubos del acueducto de Albear, quedando el suceso en una curiosidad.

Orestes Ferrara tuvo algo más que heridas leves, pero el peor parado fue el avión que quedó prácticamente destruido. Este era uno de los últimos diseños de John Moisant antes de fallecer.