En los terrenos que luego ocupó esta manzana de la calle Zanja esquina Belascoaín y que fueron conocidos por «Ranchitos», se instaló el tercero de los primeros ingenios o trapiches con que contó La Habana, posterior a 1595 o primeros años del siglo XVII, fundado por el potentado Alonso de Rojas Quiñones, quien fomentó en el área aledaña un pequeño cañaveral.
Era manejado por un portugués de apellido Cadeira, y aunque era de reducido tamaño y bastante primitivo, le reportaba buenas ganancias a su propietario, pues el azúcar llegó a cotizarse en aquellos tiempos, a cuatro pesos la arroba.
De los Ranchitos de la calle Zanja a la tienda La Mía
Con el paso de los años se instala aquí mismo, el famoso alambique El Tívoli, una fabrica de aguardientes y otros licores, propiedad de don Ramón Otamendi que funcionó hasta alrededor de los años 10, por la calle Zanja, No. 88 esquina Belascoaín, y que puede apreciarse en una imagen cómo lucía en los primeros años de la República.
Tiempo después, alrededor de los 20, se construyó un inmueble de una sola planta que, acorde a las regulaciones urbanísticas para esta arteria comercial, integraba ya el portal corrido, y donde radicó por Belascoaín, la Peletería Broadway y por la calle Zanja (luego ocupó todo el frente del edificio por Belascoaín), la casa principal de uno de los tres establecimientos de víveres finos, que con el nombre comercial de La Mía, fundara en 1929 Vicente Gil Cepero, al estilo de las tiendas norteamericanas y que luego en los años 40-50 pasaran a la propiedad del español Álvaro González Gordon (esposo de María Teresa Velasco Sarrá, la hija de Dionisio Velasco Castillo y María Teresa Sarrá Hernández, y sobrina de Ernesto Sarrá Hernández, el magnate farmacéutico e inmobiliario).
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