Pedro José Rodríguez, «Señor Jonrón«, se fue por motivos raros hurdidos por políticas extremas y dejó desierta la esquina caliente del «Team Cuba«. Estaba en el apogeo de su fuerza, y al camino de su gloria le quedaban aún muchas millas por andar.
¿Quién lo sustituiría? ¿Donde estaba ese hombre capaz de meterse sin miedo en sus temores?
De Pinar llegó un niño
Hacia pocos años, tan pocos como edad tenía, había debutado con Vegueros un chiquillo de apellido ilustre, en el cual se posó -¡Ah aquellos años en que aún se descubrían figuras!- el ojo mágico de José Miguel Pineda. Solo le dejaban jugar en casa, no podía viajar con el equipo, y no podía dejar los estudios ¡Secundarios!.
Tres años después el estreno de la alineación del Cuba sorprendió a pocos, Omar Linares Izquierdo, el hijo de Fidel Linares, con 17 años sería el tercera base regular.
El lógico epíteto de «El niño» no se hizo esperar, y a manera de segundo nombre lo acomparia a partir de entonces. Pasaron los años, el niño cambió su anatomía y sus rasgos faciales de infante tardío, pero aún con cinco décadas sigue siendo, simplemente, el niño Linares.
Omar Linares, la forja de una leyenda
Tal vez por aquello del padre pelotero, en sus inicios en el deporte Omar no practicó beisbol, sino atletismo, concretamente velocidad, y vallas, tenía buen somatotipo, explosividad y rapidez, mas el camino de las leyendas parece venir prefijado, y Omar tiene que abandonar el deporte por problemas de enfermedad.
Luego, en su natal San Juan y Martínez, donde había nacido el 23 de octubre de 1968, el mayor del matrimonio de Fidel y Francisca se inclina hacia el baloncesto, sin saberlo estaba adquiriendo, en la práctica de deportes diversos, las herramientas que lo convertirían en un pelotero extraclase.
Finalmente ancló en el beisbol, con solo quince años, donde mostró rápidamente sus cualidades. Los sucesos ocurridos alrededor de «Cheito» terminaron por adelantar el momento de su arribo al equipo nacional.
Fue una decisión controvertida en el país, pues Linares era aún un chiquillo en materia de experiencia, y existían otros tercera base de experiencia y calidad, como el matancero Leonardo Goire, o el villaclareño Rafael Orlando Acebey. Desconoce este escritor que criterio pesó a la hora de tomar una decisión tan inusual en la conservadora línea de dirección de la comisión nacional.
Omar, las herramientas del extraclase
El niño no era un show, no llamaba la atención a lo Víctor Mesa, no tenía mil trucos escondidos en la manga como Félix Isasi, pero llenaba estadios. De eso soy testigo, los.chicos del barrio -industrialistas todos menos yo- acudiamos en tropel al Latino cuando Pinar llegaba, para ver en directo al número 10 y poder disfrutar de sus reflejos felinos, el brazo poderoso, la velocidad pasmosa, el tacto perfecto, y la fuerza increíble.
Luego nos ibamos a los pitenes del barrio -discutiendo quién era mejor él o Vargas- y queríamos pararnos sosteniendo el madero como él, sin saber que de esa extraña manera solo Linares podía batear.
Con Omar Linares custodiando la antesala había poco margen para el error, su seguridad era una garantía para cualquier pitcher. Luego estaba el bateo, el niño conectaba con mucha facilidad, tan es así que alcanzó muy rápido el techo de la pelota cubana, y según algunos una vez ahí se acomodó.
La época impidió a Omar Linares medirse en las grandes ligas norteamericanas, donde llegaron a realizarle oferta suculentas, todos nos quedamos con el deseo de verlo al máximo nivel.
Hacia finales de su carrera, cuando ya querían retirar en pleno a la mejor generación que ha dado, para mí, el beisbol cubano, Omar pudo demostrar cuanto valía todavía y hacer callar bocas disparando batazos claves en victorias importantes.
Luego de su retiro, se desempeñó como entrenador de bateo del equipo Industriales en la época de Germán Mesa, fue exaltado al Salón de la Fama del beisbol cubano, ha jugado poco los encuentros de veteranos, y se ha mantenido fiel a lo que siempre dijo: que no tenía alma de director.
Para este cronista, en su fanática y por tanto otra irracional opinión, Omar Linares fue el mejor pelotero que tuvieron las series nacionales en el siglo XX.
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