De Ramón Grau San Martín mucho se ha dicho, bueno y malo; pero, tanto defensores como detractores tienen, por fuerza que estar de acuerdo en que el Divino Galimatías ha sido, sino el más, uno de los más carismáticos presidentes de Cuba.

Ramón Grau San Martín nació en La Palma, antiguo municipio de Consolidación del Norte, en Pinar del Río, el 13 de septiembre de 1882.

Inteligente, locuaz y carismático, estudió Medicina en la Universidad de La Habana, donde se licenció en 1908. Dedicado al ejercicio profesional pronto gozó de prestigio en el gremio y, en 1921, se hizo cargo de la cátedra de Fisiología de su alma máter.

El médico pinareño formó parte del núcleo duro del claustro universitario que se opuso a la prórroga de poderes del presidente Gerardo Machado y se comprometió con los estudiantes de la Colina que abogaban por la lucha armada; razón por la cual sufriría prisión en el Castillo del Príncipe y luego exilio.

Tras la caída de Machado, el Dr. Ramón Grau San Martín regresó a Cuba y el 4 de septiembre de 1933 fue llamado a Columbia para integrar la «Comisión Ejecutiva» o «Pentarquía», un gobierno de carácter colegiado en el que integró las carreras de Sanidad e Instrucción Pública, en apariencia las menos determinantes.

Ramón Grau San Martín, el Presidente

Sin embargo, al disolverse la Pentarquía, fue Ramón Grau San Martín el que ocupó la presidencia provisional de la República, jurando el cargo ante el pueblo de Cuba en la terraza norte del Palacio Presidencial, rodeado de miembros del DEU, clases y soldados.

Contrario a la tradición, el médico pinareño se negó a jurar su alto cargo ante el Tribunal Supremo (alegando que no había sido depurado de todos los elementos machadistas) y tampoco quiso hacerlo sobre la Constitución de 1901, pues esta contenía la Enmienda Platt.

Esta actitud intransigente – que Grau sabía sacar públicamente cuando le convenía – le hizo muy simpático al pueblo cubano, pero le ganó la antipatía del gobierno de los Estados Unidos, que no lo reconoció como presidente y conspiró con el jefe del ejército, Coronel Fulgencio Batista, para derrocarlo.

Al final, y tras un par de movimientos armados que convirtieron La Habana en un campo de batalla e hicieron correr mucha sangre, Ramón Grau San Martín se vio obligado a renunciar a la presidencia y salir a su segundo exilio.

Ramón Grau San Martín
Ramón Grau San Martín, Presidente de la República de Cuba

De allí regresaría convertido en un mito popular al frente del Partido Revolucionario Cubano (Auténtico) que fundó, en clara alusión al homónimo de Martí.

Hábil como pocos, Ramón Grau San Martín supo coaptar a su favor el anhelo y las esperanzas que la Revolución del 30 habían despertado en el pueblo cubano. Su máxima «la cubanidad es amor» prometía progreso, prosperidad y perdón.

No resulta nada aventurado afirmar entonces que por su ascendencia sobre el pueblo cubano y la política del país, Grau es uno de los dos personajes más influyentes de la primera mitad del siglo XX… el otro es sin dudas, Batista.

Sería, precisamente, al candidato de Batista, el Dr. Carlos Saladrigas, al que Ramón Grau San Martín vencería en las elecciones de 1944, en las que alcanzaría por segunda ocasión (esta vez democráticamente y a través de las urnas, la presidencia de la República).

Desafortunadamente, el segundo gobierno de Ramón Grau San Martín, no fue mejor que el primero, ni siquiera mejor que el del mismo general Fulgencio Batista que le había precedido en el poder: Durante los cuatro años de su mandato, llegaron a límites nunca antes vistos en Cuba, el latrocinio, la corrupción administrativa y el gansterismo.

Rodeado de colaboradores venales y codiciosos, Grau decepcionó profundamente al pueblo de Cuba, que no le perdonó la traición a los ideales de la Revolución del 30. Al final una gran parte de sus seguidores le abandonarían agrupándose en el Partido Ortodoxo, bajo la dirección del senador Eduardo Chibás.

El Divino Galimatías

La prensa cubana (que cuando era prensa no creía ni en la paz de los sepulcros) le dio a Grau hasta con el cubo:

El peculiar estilo del presidente, mezcla exacta de locuacidad y choteo, siempre dieron de que hablar: lo más común era que Grau esquivara las preguntas que no le gustaban y divagara en boberías (algunos jodedores decían que Grau «cantinfleaba» y Cantinflas «grauseaba») hasta desesperar a los periodistas.

Otros llegaron a dudar hasta de su buen juicio – aquello de interrumpir un discurso para decir «caballeros, son las tres, la hora en que mataron a Lola» es de nivel top en política populista – pero nada más lejano a la realidad: Grau ni estaba loco, ni tenía un pelo de bobo; simplemente vacilaba a sus interlocutores hasta ganarles por saturación y aburrimiento.

Esta habilidad política tan suya, que esgrimía descaradamente cada vez que le convenía, hizo que la prensa cubana le bautizara como «El Divino Galimatías«.

Tras entregarle la presidencia en 1948 a su pupilo Carlos Prío Socarrás, el Dr. Ramón Grau San Martín se refugió en su residencia de 5ta y 14 en Miramar (su «choza» como la llamaba socarronamente) y allí soportó a pie firme el vendabal que se le vino encima, pues muchos querían hacerle pagar todo lo que se habían robado durante su Gobierno, que no había sido poquito, precisamente.

Cuando Batista volvió a encaramarse en el poder tras el golpe de Estado del 10 de marzo de 1952, Ramón Grau San Martín vio en su némesis la oportunidad de relanzar su maltrecha carrera política y le hizo el rejuego electoral; un acto lamentable y patético que sólo sirvió para demostrar el nivel de desgaste que había acumulado desde la gloria del Gobierno de los Cien Días.

Ramón Grau San Martín murió en su «choza» de Miramar – de donde no lo pudo sacar ni el vendabal que bajó de la Sierra Maestra – el 28 de julio de 1969.

Fue inhumado en su panteón familiar en la Necrópolis de Colón, donde descansa hasta el día de hoy. Sobre su sepulcro ignorado, apenas una jardinera mohosa recuerda que allí se encuentra un expresidente de la República. En ella, grabado, con tosca y ya casi ilegible letra, un llamado de atención al transeúnte:

«Cubano: Aquí yace Ramón Grau San Martín…»