Nieves Xenes es un caso curioso en las letras cubanas, dotada de un gran talento para la poesía, vivió sin embargo gran parte de su vida como una anacoreta citadina. 

Sus primeros 19 años constituyen un misterio, solo aparece información a partir del momento en que su familia se muda del campo para La Habana. Del periodo anterior sabemos que nació un 5 de agosto de 1859 en una finca cerca de Quivicán y que por línea paterna estaba emparentada con José de la Luz y Caballero

Su llegada a La Habana marcaría definitivamente su vida, pues en una de las tertulias a las que asiste conoce un día a José Antonio Cortina, el gran orador autonomista creador de la Revista de Cuba, y se enamora perdida y secretamente de:

Sus grandes ojos negros que vertían

destellos que su rostro iluminaban,

airados, a los hombres imponían;

tiernos, a las mujeres fascinaban.

Nieves Xenes jamás confesó al tribuno la pasión que la consumía y la temprana muerte del amado, con solo 31 años, la dejaría atada a una pasión refrenada en la que su alma lírica se consumiría lentamente.

Nieves Xenes
Nieves Xenes

A pesar de que prosas y versos suyos aparecen en los más reputados diarios de la ciudad, como La Revista de Cuba, El Fígaro, La Habana Elegante, etc., la poetisa apenas abandona su hogar, no publica nunca un libro recogiendo su obra, renuncia al amor y a la maternidad… y solo 7 meses después de la muerte de su madre finalmente abandona este mundo el 8 de julio de 1915.

No obstante el aislamiento voluntario, su talento traspasa los muros del hogar, y al surgimiento de la Academia de Artes y Letras es Nieves Xenes elegida como miembro fundador. 

Nieves Xenes
Nieves Xenes en las páginas de El Fígaro

Hoy resulta muy difícil clasificar su obra poética, pues la falta de interés en conservarla hizo que muchos de sus versos ya se hubiesen perdido cuando, luego de la muerte de la poeta, su amiga Aurelia Castillo los reúne y pública. Algunos teóricos la ubican dentro del romanticismo de finales de la época decimonónica y otros la sitúan abiertamente como modernista.

Este escribidor considera que Nieves Xenes debe ser entendida -en sí misma- como una romántica por excelencia, pero que dotada de un gran talento su poesía rompe los cánones ya moribundos de ese movimiento y se acerca al modernismo. Aunque se deben evitar en este caso comparaciones con la obra de la gran poetisa modernista cubana que fue Juana Borrero.

Poemas de Nieves Xenes

JULIO

(Medalla de oro otorgada por la revista Cuba y América).

Ostenta el campo su verdor lucido, de intenso azul el cielo se colora, y el Sol vierte su luz deslumbradora ardiente como el oro derretido.

Es un amante de pasión rendido
ante la hermosa Cuba a quien adora,
que a su ávida caricia abrasadora
abandona su cuerpo enardecido.

Y en languidez erótica postrada,
voluptuosa, gentil y enamorada,
a sus besos ofrece incitadores,

perfumados con lúbricos aromas,
ya los erectos senos de sus lomas,
ya los trémulos labios de sus flores.

Una confesión

¡Padre, no puedo más! mi amor refreno,
pero en la horrible lucha estoy vencida;
esta pasión se extinguirá en mi seno
con el último aliento de mi vida.

Cuando él no está a mi lado, desolada,
maldiciendo mi mísera existencia,
siento sobre mi frente fatigada
el peso abrumador de la conciencia.

Pero al verlo, olvidando mis enojos,
en vano a la razón ansiosa llamo,
y aunque callan mis labios, con los ojos
no ceso de decirle ¡yo te amo!

Vos me habláis de la gloria y del martirio,
del enojo del cielo que provoco,
¿pero no comprendéis que es un delirio
hablar de todo eso al que está loco?

¡Su amor! ese es el cielo que yo ansío
de mi pasión en el afán eterno,
y encuentro más terrible su desvío
que todos los tormentos del infierno!

¡Mis ansias ahogaré desesperadas,
pero él verá en mis ojos sus ardores,
porque siempre al mirarlo, mis miradas
serán besos de amor abrasadores!

¡En vano espero sin cesar rezando
encontrar en la fe consuelo y calma,
y en vano mis entrañas desgarrando
quiero arrancar su imagen de mi alma!

¡Mi amor es el incendio desatado
cuya llama voraz nada sofoca!
El torrente que rueda desbordado
arrastrando a su paso cuanto toca!

Decís que iré a la gloria si mi anhelo
logro vencer y de su lado huyo,
¿pero habrá alguna dicha allá en el cielo
comparable siquiera a un beso suyo?

Oyendo del deber la voz airada,
fuerzas a Dios para luchar le pido,
y al verlo, de pasión enajenada,
deber y religión, ¡todo lo olvido!

Vos, juzgando el amor a vuestro modo,
decís que no es un mal desesperado,
decís que con la fe se alcanza todo,
¡no sabéis qué es estar enamorado!

Os digo que prefiero, delirante,
de mi loca pasión en los anhelos,
la dicha de mirarle un solo instante
a la eterna ventura de los cielos!

¡Ay, padre! en vuestra santa y dulce calma
rogad a Dios que evite mi caída,
porque este amor se extinguirá en mi alma
con el último aliento de mi vida.

Al pueblo de Cuba

Pueblo que ayer, en lucha pavorosa,
tu libertad sagrada defendiste,
no pierdas el derecho que adquiriste
derramando tu sangre generosa.

No olvides en inercia vergonzosa
la empresa que valiente a cometiste;
no abandones la senda que emprendiste,
cumple abnegado tu misión gloriosa.

¡Heroico paladín de santa idea,
sé grande como ayer en la pelea,
no te ciñas tú mismo tu mortaja;

no en mezquinas e inútiles porfías
agotes tus potentes energías;
si libre quieres ser, piensa y trabaja!

Recordando a Oscar Wilde

De majestad y de grandeza llena,
por la atmósfera límpida y serena,
el aura vaga en su tranquilo vuelo,
y parece que toca
la gasa azul del cielo.
En su ascensión altiva que provoca
indefinible anhelo,
la sigue la mirada
absorta y encantada;
mas cuando baja al suelo,
al que cerca la mira,
su fealdad asquerosa
sólo desprecio y repulsión inspira.
Así a veces el genio que admiramos,
cuando su vuelo tiende
por la región del arte luminosa,
con su excelsa grandeza nos sorprende;
y si cerca su alma sondeamos,
con tristeza profunda
sólo en él encontramos
repugnante fealdad, miseria inmunda.

Día de primavera

De la arboleda hojosa en la espesura,
blando suspira el viento entre el ramaje,
y los pájaros lucen su plumaje
cantando sus endechas de ternura.

Su monólogo eterno el mar murmura
balanceándose en lánguido oleaje,
y tiende de su espuma el blanco encaje
de sus orillas en la roca oscura.

Las flores se abren frescas y rientes
derramando su esencia embriagadora,
la nube, de matices relucientes

en el azul del cielo se colora;
y magnífico el sol lanza a torrentes
los rayos de su luz deslumbradora.

Julio

Ostenta el campo su verdor lucido,
de intenso azul el cielo se colora,
y el Sol vierte su luz deslumbradora
ardiente como el oro derretido.

Es un amante de pasión rendido
ante la hermosa Cuba a quien adora,
que a su ávida caricia abrasadora
abandona su cuerpo enardecido.

Y en languidez erótica postrada,
voluptuosa, gentil y enamorada,
a sus besos ofrece incitadores,

perfumados con lúbricos aromas,
ya los erectos senos de sus lomas,
ya los trémulos labios de sus flores.

Boudoir

Del arte y la riqueza los primores,
blancas cortinas de ligero encaje,
caprichoso y magnífico mueblaje
de oro y seda de vívidos colores.

En un óleo se besan dos pastores
escondidos de un bosque entre el ramaje;
y airados luchan con igual coraje
en un grupo de mármol dos Amores.

Una ninfa gentil de porcelana
al viento esparce su cabello suelto
arqueando el talle en actitud graciosa.

Yacen en un diván dorado y grana
un libro, y un corsé blanco y esbelto,
y en un búcaro azul, muere una rosa.