Grande entre las grandes, la polifacética Natalia Herrera tiene asegurado un lugar en el olimpo de las más brillantes y carismáticas divas de la actuación en Cuba.

Natalia Agustina Herrera Díaz nació un 28 de mayo de 1923 en la calle Fábrica del barrio de Luyanó en La Habana; pero siendo muy niña su familia se mudaría para Cayo Hueso, una comunidad rebosante de tradiciones que sería determinante en su decisión de convertirse en artista.

Según contó la misma Natalia Herrera en una entrevista, nunca fue una niña particularmente aplicada: Solía faltar a la escuela y a escondidas de sus padres irse a los solares y al Parque Trillo a bailar rumba. De hecho, en más de una ocasión fue devuelta a su casa por la policía que de tanto verla en esos trajines ya sabía hasta donde vivía.

Al final, Natalia Herrera terminaría por abandonar la escuela con sólo seis grados vencidos para dedicarse por completo a convertirse en actriz.

Natalia Herrera, una de las divas más completas que ha pasado por los escenarios cubanos
Natalia Herrera, una de las divas más completas que ha pasado por los escenarios cubanos

Natalia Herrera, el nacimiento de una estrella

Ya desde los nueve años la niña bailaba y cantaba en la compañía teatral de Pedro Salvá y, en 1937, la seleccionaron como «Estrella Naciente», en «La Corte Suprema del Arte«, el reality radial que conducía Germán Pinelli.

Esa actuación en «La Corte…» trajo tremenda bronca en su casa, pues su padre no aprobaba que una niña de bien estuviese metida en cabareteos. Para él eso era una prueba casi segura de que su hija terminaría siendo una cualquiera.

Para poder vencer la oposición de su padre y poder salir por primera vez de gira, Natalia Herrera tuvo que casarse (sólo por arreglo y conveniencia) con menos de 20 años con un muchacho que visitaba su casa. Su padre era el jefe de la lista de aduanas y había jurado que si veía a su hija en un barco la iba tirar al agua. Sólo un matrimonio podía sacarla de la égida de su progenitor y por eso Natalia se casó.

En los primeros años de la década de 1940 ya la carrera de la joven Natalia se había consolidado. Trabajaba regularmente tanto en la radio como en los centros nocturnos de la capital.

La década de 1950 fue la de la consagración. Natalia compartió escenarios y micrófonos con los más grandes y obtuvo contratos con las emisoras más importantes. Particularmente recordado es su papel de la mulata en «La Tremenda Corte» de Pototo, Filomeno y Mimí Cal.

Tras el triunfo de la Revolución Cubana de 1959, Natalia Herrera decidió permanecer en Cuba.

Por varias décadas continuó trabajando en la radio (especialmente en Radio Progreso) y en realizó mucha más televisión; un medio en el que había debutado en «Humor del Recuerdo», tan temprano con en 1952.

Inolvidables resultan sus caracterizaciones de la Mami Chula en «San Nicolás del Peladero» (1962) y sus actuaciones en «Detrás de la fachada».

Su larga carrera en la televisión se vería reconocida con dos importantes galardones: el Premio Nacional de Televisión que recibió en 2004 y el Premio Nacional de Humorismo que le fue entregado seis años después.

Aunque Natalia Herrera no fue – si se compara con su carrera en la radio, la televisión y hasta el teatro – una mujer del cine; si participó en unas cuantas películas: la primera de ellas sería «Tulipa» ( 1967) de Manuel Octavio Gómez, a las que seguirían, una decena de filmes.

Algunas de esas películas serían notables como «Reina y Rey» (1994) de Julio García Espinosa, «Guantanamera» (1995) de Tomás Gutiérrez Alea y Juan Carlos Tabío, o «Las profecías de Amanda» (1999) de Pastor Vega.

Natalia Herrera falleció en La Habana el 3 de julio de 2018 a la edad de 95 años. Con su muerte perdió la cultura cubana a una de esas «actrices totales» que fueron capaces de triunfar en todo lo que se propusieron.