La llamada «Masacre de Orfila» fue un enfrentamiento armado ocurrido el 15 de septiembre de 1947 en el reparto Benítez de Marianao (también conocido como reparto Orfila). En él se enfrentaron dos grupos grupos gansteriles, cuyos jefes ostentaban altos cargo dentro de la Policía Nacional.

En 1944, al convertirse en presidente de la República el Dr. Ramón Grau San Martín comenzaron a emerger de la clandestinidad los líderes de los llamados «grupos de acción» que habían combatido a Machado y luego a Batista durante la década de 1930. Curtidos en la lucha, estos hombres de pistola que habían sido aliados del viejo profesor universitario no tardaron en presentarse en Palacio para pasarle la factura.

Grau, siempre contemporizador e hipócrita, declaraba públicamente que que uno de los fines de su gobierno era acabar con las pandillas, pero por detrás daba mucha mano izquierda a los gánsteres que sembraban el terror en la calle con sus venganzas y querellas personales.

Dos de los más connotados jefes de estos grupos gansteriles eran Mario Salabarría y Emilio Tró, a quienes el presidente Grau había nombrado en sendos cargos dentro del cuerpo de policía con grados de comandante.

A Mario Salabarría lo conocía desde su primer gobierno, pues había militado en el «Ejército del Caribe» que había defendido el Gobierno de los 100 Días, para luego de la caída de este vincularse a la «Legión Revolucionaria de Cuba», partidaria de la lucha insurreccional para refundar la República.

Enemigo jurado de Fulgencio Batista, Mario Salabarría fue perseguido con saña por el aparato represivo del Estado que lo llegó a clasificar como su «Enemigo No 1».

Al ganar Grau las elecciones de 1944 no se olvidó de Salabarría a quien nombró jefe de Servicio de Investigaciones e Informaciones Extraordinarias de la Policía Nacional, el cual se encargaba de los casos criminales de mayor sensibilidad pública.

Desde esa posición, Mario Salabarría demostró una gran capacidad investigativa y de resolución, a la vez que ganaba fama de hombre honesto e incorruptible, aunque sus enemigos políticos aseguraban que se encontraba envuelto en todo tipo de negocios turbios con los bajos fondos de La Habana.

Por su parte, Emilio Tró, quien era veterano de la Guerra Civil Española y de la Segunda Guerra Mundial, había sido comunista en la década de 1930 y luego miembro de la Joven Cuba.

A su regreso a la Isla fundó la Unión Insurreccional Revolucionaria (UIR) un grupo de corte gansteril que se declaraba anticapitalista y nacionalista pero que se caracterizó por las acciones de terror y el atentado personal como método de lucha. Su consigna era «La justicia tarda, pero llega».

Para contrariedad de Salabarría – quien veía en Tró un rival peligroso y con el cual se encontraba enfrentado desde los tiempos del bonche, cuando ambos apoyaban a grupos rivales en la Universidad de La Habana – Grau lo nombró jefe de la Academia Nacional de la Policía con grado de comandante.

Comandantes Mario Salabarría y Emilio Tró principales implicados en la masacre de Orfila
Los comandantes de la Policía Nacional Mario Salabarría y Emilio Tró, los dos principales implicados en la masacre de Orfila

La masacre de Orfila

En horas del mediodía del 15 de septiembre de 1947, Emilio Tró, acompañado de otros miembros de su grupo, acudió a un almuerzo en casa del jefe de la policía de Marianao, comandante Antonio Morín Dopico, en 8, esquina D, en el reparto Benítez (también conocido como Orfila).

Ignoraba Emilio Tró que sobre él pesaba una orden de detención firmada por un juez desde que fuera identificado por los testigos como uno de los autores del atentado en que había sido abatido el capitán de la policía Rafael Ávila mientras se bebía una cerveza en el bodegón de 21 y D en el Vedado.

A poco de presentarse Tró en la casa de Marín Dopico, que debió estar chequeada por los hombres de Mario Salabarría – pues era de todos conocida la estrecha complicidad del líder de la UIR con el jefe de la policía de Marianao – dos patrulleros tirotearon la casa, que pronto se vio rodeada por unos 200 efectivos de policía y civiles al mando del Salabarría.

Una lluvia de balas y bombas lacrimógenas cayó sobre la casa del reparto Orfila, mientras Emilio Tró y sus hombres ripostaban la agresión con sus armas.

Tres horas se prolongó el desigual combate. Entre los sitiados fue muerto el capitán de la policía Arcadio Méndez y herida a sedal la bebé de menos de un año del comandante Morín Dopico. A pocos metros de la casa cayó también abatido el teniente de la policía de la 11na Estación, Mariano Puerta Yego, quien al enterarse del tiroteo trató de llegar al lugar con dos de sus hombres para ayudar a su amigo Emilio Tró y fue ametrallado. Entre los sitiadores hubo varios heridos.

Como el combate se prolongó en el tiempo, en pleno apogeo de la balacera llegaron los reporteros y camarógrafos de los medios de prensa que pudieron tomar las dantescas escenas que luego conmocionarían a la opinión pública nacional.

Mientras se mataban a balazos los policías en Orfila, varios políticos y miembros de la UIR se presentaron en Palacio para rogarle al presidente Grau San Martín que ordenara la intervención del ejército para detener el combate.

Grau no los recibió y el Primer Ministro Prío alegó estar enfermo. Fue necesario que el jefe del Ejército Nacional, Genovevo Pérez Dámera, quien se encontraba de visita en Washington, telefoneara a Columbia y diera la orden directa de acabar con todo aquello [1].

La llegada de los soldados y los tanques pareció dar por terminado el combate: los sitiados se habían quedado sin balas, la casa que les servía de parapeto estaba seriamente dañada, y la misma presencia de los militares había sido gestionada por Emilio Tró, quien estaba seguro de que si se rendían a los hombres de Salabarría serían asesinados.

El primero en salir de la casa fue el comandante Morín Dopico, quien llevaba en sus brazos a su bebé herida. Rápidamente fue introducido por los soldados en un auto y se le condujo detenido a Columbia.

A continuación salió el grupo conformado por Aurora Soler (esposa de Morín Dopico, la que se encontraba en estado avanzado de gestación), el comandante Emilio Tró, el teniente Luis Pedierne y el vigilante Manuel (Manolo) Villa, chofer de Tró.

En ese momento, varios miembros del grupo de Salabarría abrieron grupo contra los rendidos. Aurora Soler cayó mortalmente herida en la acera y cuando Emilio Tró se agachó a tratar de auxiliarla fue inmediatamente ametrallado (en la autopsia se le contaron casi 20 heridas de bala). Pedierne trató de alcanzar la calle saltando por encima de Tró, pero también fue asesinado a sangre fría. Poco antes había sido muerto Alberto Díaz González, quien había tratado de escapar por el fondo de la casa aprovechando la confusión.

Durante la balacera también resultaron heridos el vigilante Manolo Villa y el capitán del ejército Ramón de la Osa quien había intentado ayudar a Aurora Soler.

Imágenes reales tomadas por el camarógrafo Guayo Hernández durante la masacre de Orfila el 15 de septiembre de 1947

El cobarde asesinato provocó una reacción airada en una parte de los mismos sitiadores, quienes recriminaron a los asesinos haber disparado contra un enemigo ya rendido, en el cual se encontraba, además, una mujer embarazada. Poco faltó para que se desatara otro combate entre los mismos hombres de Salabarría. Sólo la intervención de los soldados de Columbia evitó una desgracia aún mayor.

Masacre de Orfila, la justicia tarda

Parte de los responsables de la masacre de Orfila fueron juzgados en la Causa 95 de 1947:

Mario Salabarría fue condenado a prisión y permaneció allí hasta después del triunfo de la Revolución en que fue liberado (sólo para volver a ser condenado acusado de participar en un intento de asesinato contra Fidel Castro), Cucú Hernández (segundo jefe de la Policía Secreta), el comandante Meoqui y El Turquito (quien disparó contra Aurora Soler y Tró) recibieron también largas condenas que cumplieron sólo en parte. A Orlando Lemus «El Colorado» no lo pudieron atrapar, pues se escondió en la casa de Francisco Prío y luego salió del país.

La masacre de Orfila conmocionó al país y desprestigió aún más al gobierno de Grau, que fue señalado por la opinión pública como uno de los responsables por su inacción. Prío y el ministro de Gobernación Alejo Cossío también vieron sus imágenes afectadas por ser los siguientes en la cadena de responsabilidad. Sólo el obeso general Genovevo Pérez Dámera obtuvo rédito político por tomar la decisión de enviar los blindados para terminar el combate.

Los seis muertos de la masacre de Orfila: Aurora Soler, Emilio Tró, Mariano Puerta, Luis Pedierne, Arcadio Méndez y Alberto Díaz González fueron inhumados en la Necrópolis de Colón. Al día siguiente sobre su tumba apareció una lista con seis nombres de los que se consideraban como responsables directos de su muerte. Sólo una frase la acompañaba:

«La justicia tarda, pero llega. UIR»

Notas y referencias

[1] Años después de la masacre de Orfila, el Ministro de Gobernación Alejo Cossío declararía que Grau se había metido «debajo de la sábana» cuando fueron a Palacio a pedirle que detuviera el combate.