La Ciudad Militar de Columbia, mayor fortaleza militar de la Isla de Cuba antes de 1959 se encontraba situada al oeste de La Habana, en el municipio Marianao, en los terrenos que hoy ocupa Ciudad Libertad.

Se estableció en 1898 durante la primera ocupación norteamericana con el objetivo de ofrecer un alojamiento saludable a las tropas estadounidenses que servían en Cuba.

Ocupaba, en su totalidad o en parte, los terrenos de las antiguas fincas Barreto, San Salvador, La Gomera, Recreo de La Tres Rosas, La Soledad, Los Anones y Jesús Maria; todas pertenecientes al barrio de Los Quemados.

Para su acondicionamiento inicial se utilizó la mano de obra de los soldados del Quinto Cuerpo del Ejército Libertador cubano que, bajo el mando del Mayor General Mario García Menocal se encontraban acampados en la Playa de Marianao; y, el 25 de noviembre de 1898 se estableció en el lugar el primer regimiento del ejército norteamericano. Como la gran mayoría de estos soldados procedían del distrito de Columbia en Carolina del Sur, el campamento sería conocido (y luego llamado oficialmente) como Columbia.

Croquis-del-campamento-de-columbia
Croquis del Campamento de Columbia

Por la Orden Militar del 6 de mayo de 1902 el Gobernador General Leonardo Wood declaró al Campamento Militar de Columbia (con las obras en pie, en ejecución y en proyecto) como de utilidad pública; lo que convirtió a la fortaleza en propiedad de la República de Cuba, que nacería una semana después.

Tras la evacuación de las tropas norteamericanas de Cuba el Campamento de Columbia fue ocupado por la Guardia Rural. Este cuerpo armado – debido a su limitado número de efectivos y a la carencia de recursos – realizó muy pocas mejoras en las instalaciones heredadas; incluso, el presidente Tomás Estrada Palma proyectó vender los terrenos para urbanizarlos.

Sin embargo, la Guerrita de Agosto, a la que sucedió la Segunda Intervención Norteamericana echaron por tierra los planes del Maestro de Central Valley y el Campamento de Columbia volvió a ser el centro de operaciones de las tropas norteamericanas en Cuba.

Tras su segunda y definitiva retirada en 1909, la fortaleza le fue devuelta al Estado cubano que a su vez la puso en manos del recién creado Ejército Nacional.

Por casi 30 años los militares de Columbia mantuvieron una posición de subordinación a la oligarquía cubana gobernante, de la que procedía la casi totalidad de su cuerpo de Oficiales, hasta que el 4 de septiembre de 1933 un hecho extraordinario dentro de sus muros cambió para siempre la historia de Cuba.

La Ciudad Militar de Columbia

Ese día, un grupo de sargentos, clases y soldados se apoderó del Campamento de Columbia, destituyó a la oficialidad y se hizo con el control del país, obligando a renunciar al presidente Carlos Manuel de Céspedes.

De esa Revolución de los Sargentos surgió el gobierno colegiado de la Pentarquía que pronto dio paso al llamado «Gobierno de los Cien Días», presidido por el profesor universitario Ramón Grau San Martín y que duró hasta el mes de enero en que fue obligado a renunciar por las presiones conjuntas del nuevo jefe del Ejército Nacional, coronel Fulgencio Batista y la embajada de Estados Unidos.

Aunque la presidencia de la República fue ocupada por Carlos Mendieta, un viejo político tradicional, pronto quedó claro que el poder real del país radicaba en el Campamento Militar de Columbia y se encontraba en manos del coronel Batista.

Cuartel General del Ejército en la Ciudad Militar de Columbia
El Cuartel General del Ejército (Cuartel Cabo Parrado) en la Ciudad Militar de Columbia.

Fulgencio Batista, que nunca olvidó de dónde venía y a quiénes se debía, se propuso convertir el viejo Campamento de Columbia (que entonces no era más que unos barracas de madera casi insalubres) en una moderna Ciudad Militar, con grandes edificios, amplias avenidas, cómodos alojamientos para la tropa y servicios de todo tipo para el personal militar.

Así, desde su puesto de jefe del Ejército y con el dinero del país al que tuvo acceso a manos llenas, Batista hizo construir casas para los oficiales y sargentos, mejoró los accesos del campamento y modernizó el viejo Hospital Militar que poco a poco se convirtió en una de las mejores instituciones médicas del país.

Toda la Ciudad Militar se encontraba rodeada de un muro, el cual de trecho en trecho se encontraba protegido por torres de vigilancia en las que había guardia armada permanente.

Dentro del complejo, además de barracas, armerías, polígonos y cuarteles, se encontraban un parque infantil, el Círculo Militar y Naval, un cine – teatro, el Club de Alistados, la residencia del jefe del ejército, el Negociado de Prensa y Radio, el Cuartel General del Ejército y una glorieta conmemorativa al movimiento del 4 de Septiembre.

Batista, como jefe del ejército, dignificó la vida del soldado. Los militares de bajo rango pasaron de ser meros sirvientes de la oficialidad a disfrutar de las mejores condiciones en las unidades militares: Columbia, como mayor fortaleza militar del país era el mejor ejemplo de esto:

Los cuarteles, que se construyeron sobre las viejas barracas de madera, contaban con un salón dormitorio para 110 soldados, servicios sanitarios, duchas, urinarios, lavamanos, lavaderos, vertederos, cocina, comedor de 60 plazas, barbería, club con radio, teléfono, biblioteca y salón de lectura.

En el centro del Campamento de Columbia se encontraba el polígono de maniobras, donde también se celebraban las paradas en fechas conmemorativas. Medía dos kilómetros de largo por uno de ancho y por sus lados corrían dos avenidas que confluían en el Cuartel General del Ejército.

Dentro de los límites de Columbia se encontraban, además, un edificio para la administración de Correos y Telégrafos, otro para la planta eléctrica, talleres, garages, depósitos de combustible y varios campos deportivos.

Como colofón y antesala de Columbia, Batista (ya desde su cargo de presidente de la República) hizo erigir en la intersección de las Avenidas Menocal y Columbia, la Plaza 4 de Septiembre, que incluyó varios edificios de aspecto monumental y el luego famoso Obelisco de Marianao.

Si bien, arquitectónicamente, la Ciudad de Columbia fue muy criticada en la época por los profesionales de este sector; lo cierto es que sus edificios resultaban cómodos y funcionales para los propósitos castrenses para los que fueron concebidos:

Se debe tener en cuenta que la mayor fortaleza de Cuba no se concibió para entrar en combate, sino para irradiar al elemento civil la influencia y el poder de los militares. De ahí que muchos de sus instalaciones tuviesen más atrezzo que valor militar real.

Obelisco de Marianao Habana Cuba
Plaza 4 de Septiembre, construida en 1944 a la entrada del Campamento de Columbia

Aeropuerto de Columbia

La Ciudad Militar de Columbia contó desde el 11 de mayo de 1919 con su propio campo de aviación que oficialmente de llamó Campo de Aviación Teniente Brihuegas, pero que fue conocido por todos como «Aeropuerto de Columbia».

El Aeropuerto de Columbia – que se fue ampliando y mejorando sus instalaciones en la misma medida en la que se fue desarrollando la aviación de combate y la fuerza aérea cubana adquirió más y mejores aviones – era un aeropuerto de doble uso, pues no era exclusivamente de uso militar sino que, a través de él,a partir de 1945 operaban también los vuelos civiles de las Aerovías Q.

Esa compañía aérea hizo construir en el Campamento de Columbia una gran estación de pasajeros y operaba vuelos hacia Estados Unidos, México y el Caribe, además de ser la única que ofrecía viajes hacia la Isla de Pinos.

Tras el triunfo de la Revolución Cubana de 1959 la Ciudad Militar de Columbia fue ocupada por el Ejército Rebelde y el 14 de septiembre de ese mismo año, entregada al Ministerio de Educación que la convirtió en la Ciudad Escolar Libertad.