Alejo Cossío del Pino fue un empresario y político cubano; dueño de la emisora Radio Cadena Habana y del restaurante campestre Topeka; representante a la Cámara entre 1944 y 1948 y Ministro de Gobernación durante el gobieno del Dr. Ramón Grau San Martín.

Nació en el año 1902 en el poblado de Aguacate en la provincia de La Habana. Desde muy joven comenzó sus actividades revolucionarias, oponiéndose al gobierno del general Gerardo Machado como miembro de la Unión Nacionalista que lideraba el coronel del Ejército Libertador cubano Carlos Mendieta Montefur.

Al caer el llamado «Gobierno de los 100 Días» y asumir Mendieta la presidencia provisional de la República, este lo nombró Secretario de Obras Públicas, cargo por el que pasó sin penas ni glorias en medio de la tremenda convulsión político social que caracterizó la gestión del viejo coronel mambí.

La poca simpatía que sentía Alejo Cossío del Pino hacia el jefe del Ejército, coronel Fulgencio Batista, le llevó, primero a intimar con el abogado Pelayo Cuervo en el Conjunto Nacional Demócrata (con el que fue electo concejal del municipio de La Habana) y a sumarse luego, en 1940, a las filas del Partido Revolucionario Cubano (Auténtico).

Alejo Cossío y el PRC (A)… «Se acabaron las pistolas»

Con los auténticos, Alejo Cossío resultó electo a la Cámara de Representantes durante dos legislaturas consecutivas (1940 -1944) y (1944 -1948).

Grau San Martín lo nombró Ministro de Gobernación en 1947, cargo desde el que Alejo Cossío se propuso acabar con el gansterismo que convulsionaba el país: Así asumió la cartera de Gobernación con la consigna «!Se acabaron las pistolas!» y con el soporte de los institutos armados de la República comenzó a reprimir a pandilleros y gánsters.

Sin embargo, durante los cinco meses que permaneció en el cargo, Alejo Cossío sufrió la sorda oposición del presidente Grau San Martín, quien, mientras en público apoyaba la labor de su ministro de policía, en privado recibía en Palacio a los más connotados pandilleros, con muchos de los cuales arrastraba oscuros compromisos desde la malograda Revolución del 30.

En septiembre de 1947, dos meses antes de renunciar a su cargo en Gobernación, Alejo Cossío se vio colateralmente envuelto en uno de los sucesos más traumáticos que ocurrieron durante el gobierno de Grau, la llamada «masacre de Orfila», en la que resultó muerto el comandante de la policía Emilio Tró a manos de los hombres del también comandante de la policía Mario Salabarría.

Tanto Tró como Salabarría provenían de los llamado «grupos de acción» – que habían sido revolucionarios durante la década del 30, pero habían derivado en pandillas de tipo gansteril a las que el presidente Grau trataba de apaciguar a través de la colocación de sus jefes en el aparato administrativo y de la policía – y, técnicamente, Alejo Cossío era el jefe inmediato de ambos.

Sin embargo, su inacción durante la balacera en Orfila que se prolongó por más de tres horas; el hecho de que el combate sólo se detuvo cuando se presentó el ejército con los blindados; y, sobre todo, su decisión de intentar censurar la exhibición de las imágenes que de la masacre había tomado el camarógrafo «Guayo Hernández», bajo el pretexto de que podían exacerbar la violencia y herir la sensibilidad pública, convencieron a los amigos del malogrado Tró – quienes se agrupaban en la Unión Insurreccional Revolucionaria (UIR) – que Alejo Cossío intentaba proteger a Mario Salabarría.

Por ese motivo, no sorprendió a nadie que, cuando el día del entierro de las víctimas de Orfila en la Necrópolis de Colón, apareció sobre la tumba de Emilio Tró, un manifiesto con el nombre de todos aquellos que supuestamente habían tenido que ver con su muerte, se encontrara entre ellos el de Alejo Cossío.

Sabeedor de que su nombre en esa lista representaba una sentencia de muerte dictada por la UIR, Alejo Cossío intentó limpiar su nombre y desmarcarse de los sucesos de Orfila, pero sin éxito alguno. A partir de ese momento sería un hombre marcado.

«Grau se metió debajo de la sábana, Prío se enfermó de gripe y yo tuve que enfrentarme solo a Genovevo. !Y sobre eso me quisieron sacar del gabinete por asesino! !Nadie sabe lo que pasó en Cuba por esos días! [1]»

Pasaron los años, Alejo Cossío del Pino dejó de ser Ministro de Gobernación y representante. Abandonó el autenticismo y se unió al Partido Republicano con el que volvió a aspirar a la Cámara en las elecciones de 1950, quedando como primer suplente detrás del Rey de la Piña, Benito Remedios.

El representante Benito Remedios, que era soberbio y bruto como él sólo, murió baleado a manos de un policía de tránsito en Reina y Águila durante una discusión por una multa de cinco pesos y Alejo Cossío vio la posibilidad de volver a la Cámara. Sin embargo, aunque le correspondía el curul en la Cámara por sustitución reglamentaria, su acceso al Congreso fue impugnado ante el Tribunal Superior Electoral por sus adversarios políticos, quienes alegaron que al producirse la muerte de Remedios, ya Cossío no formaba parte del Partido Republicano.

Alejo Cossío del Pino… Muerte a pistola

Finalmente, el 12 de febrero de 1952, el Tribunal Superior Electoral falló en contra de Alejo Cossío y le negó el acceso a la Cámara. Frustrado por la adversidad, el exministro de Gobernación decidió reunirse con sus colaboradores más cercanos para fijar un curso de acción.

Ignoraba Cossío que, desde hacía tiempo era víctima de un cuidadoso chequeo por parte de la UIR que no había olvidado los sucesos de Orfila.

Así, la noche de ese 12 de febrero de 1952 se encaminó el político, como tantas veces a tomar un café en el Café Strand en San José y Belascoaín. Allí se había citado con su hermano Raúl y varios políticos amigos para darles a conocer el fallo del Tribunal Superior Electoral.

Serían poco más de las 8:00 de la noche cuando un Oldsmobile rojo se detuvo cerca del Strand. De él descendieron cuatro hombres que se acercaron lentamente al establecimiento. Al divisar a Alejo Cossío, quien se encontraba sentado en una mesa de espaldas a la puerta, sacaron sus pistolas y abrieron fuego.

Luego se dieron a la precipitada por la calle San José dónde les esperaba el Oldsmobile rojo mientras disparaban al aire para sembrar el pánico. En la esquina de Marqués González intercambiaron disparos con un policía que a riesgo de su vida intentó detenerlos.

Los acompañantes de Alejo Cossío resultaron heridos, pero aún en esas condiciones intentaron auxiliar al exministro que fue trasladado al hospital de Emergencias, al que llegó ya fallecido. En su cuerpo se contaron 16 heridas de bala.

Su muerte en Belascoaín y San José conmocionó a la sociedad cubana. Tanto, que el presidente Carlos Prío pensó en suspender las garantías constitucionales y dar una batida contra las pandillas, pero una vez más se decidió por no hacer nada, lo que convenció a gran parte de la ciudadanía de su debilidad y connivencia ante los males que asolaban a la sociedad cubana y allanó el camino para que menos de un mes después Fulgencio Batista diera el golpe de Estado que lo despojó del poder.

En el momento de su asesinato, Alejo Cossío del Pino era dueño del restaurante campestre Topeka y de la Emisora Radio Cadena Habana, la cual había establecido en 1940 y que tenía una programación de carácter generalista.

Padre de tres hijos, Alejo Cossío del Pino se encontraba casado con Rosa Miyares, quien poco después de la muerte se su esposo vendería la emisora.

Notas y referencias

[1] Así se refería Alejo Cossío del Pino a los sucesos de Orfila, acusando al presidente Grau y al Primer Ministro Prío de haberlo dejado solo contra el jefe del ejército Genovevo Pérez Damera, quien se presentó en Palacio a exigirles cuentas a los máximos dirigentes auténticos por la masacre del reparto Benítez.