Solo una de las plazas de toros en La Habana se mantenía activa cuando entró en vigor el decreto del 10 de octubre de 1899. Con aquel documento el gobierno militar de ocupación estadounidense sellaba el recorrido de la tauromaquia en la isla, bastante dañado en la capital desde el incendio, en diciembre de 1897, de la plaza de toros de Infanta.
Si atendemos a las referencias que se conservan en las Actas Capitulares del Cabildo habanero aquel decreto ponía fin a casi trescientos treinta años de toreo en La Habana. Aunque es muy probable que se hubiesen realizado algunas corridas con anterioridad, las actas precedentes a 1555, que podían dar constancia del dato, fueron presa del fuego corsario de Jacques de Sores.
Gerardo Castellanos, no obstante, establece en 1519 la fecha en la cual se sabe con certeza que se corrieron toros en la región Oriental de la isla, aunque algunas fuentes van más allá y datan en 1514 las primeras corridas propiamente dichas. Sin embargo, el largo viaje desde Castilla de los toros provocaba cansancio y desgaste en los animales con el consiguiente amancebamiento que restaba ferocidad y brillantez al polémico espectáculo, situación que se extenderá durante todo el período colonial.
¿Cómo eran las lidias en Cuba?
Hasta la edificación de la primera plaza de toros en La Habana, entre los años 1791 y 1795, las corridas se hacían en descampados, mataderos y espacios cerrados de carácter improvisado. Ésta transitoriedad del espectáculo era extensiva al interior de la isla como se evidenciaba en los actos celebrados en Cienfuegos en 1868 cuando se improvisó una corrida en la calle Santa Isabel entre San Carlos y San Fernando, frente a la Catedral y los dos leones que guardan el acceso al actual Parque Martí.

La precariedad de las lidias en Cuba se extendería en el tiempo como representación del poco arraigo que encontró el toreo, tan popular en la península, entre los criollos insulares.
Las corridas de toros, a que es tan apasionada nuestra nación, han prosperado algo más. Según me ha dicho el Señor Ferrer, las primeras de que hay memorias, fueron las de la proclamación del Señor Don Carlos III. Quedó sepultado este espectáculo en el olvido, hasta que muchos años después se hicieron otras en el patio del Coliseo, de donde sacaron todas las bancas.
Duraron poco tiempo, a causa (quizá) de que el Empresario no sacó toda la ganancia que se prometía. Hacíase un capeo en el patio del matadero a donde concurrían muchos aficionados á sortear á los toros que se habían de matar aquel día para el abasto del público.
Últimamente se formó la plaza, que hoy existe en el Campo de Marte. Los toros verdaderamente no tienen aquella ferocidad que los de Castilla, con el motivo quizá del cansancio de traerlos tan lejos, y así llegan rendidos y casi domesticados.
Si el ganado fuera bravo, sucederían muchas desgracias, pues los toreros son muy poco diestros. Lo material de la plaza es todo de madera, sin proporción alguna en la arquitectura; tiene casi tanta extensión como la de Madrid, y en medio del área hay un agujero adonde se refugian los lidiadores, cuando los persigue el toro, y no pueden alcanzar barrera.
Tomado de Cuba en 1798: Viaje a la Isla de Cuba —Cartas que escribió D. Buenaventura Pascual Ferrer publicadas en el Viajero Universal, ó Noticia del mundo antiguo y nuevo,
La cita anterior contextualiza la situación de las plazas de toros en La Habana al entrar el siglo XIX, el último en el que se toreó con regularidad y sin restricciones en la ciudad, aunque sin llegar a gozar de la acogida que tenía en la península o en otras zonas de América como México.

Sería el Capitán General Gerónimo Valdés el que daría cierto marco legal a las plazas de toros en La Habana con los Bando de Gobernación y Policía de la Isla de Cuba de 1842. En varios artículos se hace referencia a las normas que deben regir a las plazas y zonas aledañas.
Entre las más significativas estaban la prohibición de los concurrentes a faltar el respeto al juez presidente (que podía ser desde el Capitán General, el Alcalde o la persona de mayor rango en la plaza) o a los propios toreros, y viceversa. No sabemos cómo sería entonces en otras zonas hispanas, pero da la sensación que el público habanero siempre fue un poco rebelde y explosivo con los espectáculos en vivo.
Las plazas de toros en La Habana y Regla
De acuerdo a los apuntes de Manuel Pérez Beato para la revista El Curioso Americano de abril de 1893, a lo largo de los años existieron cinco plazas de toros, expresamente construidas para este fin, en La Habana y Regla.
Plazas de Toros | Fecha de construcción | Tipo de construcción |
---|---|---|
Plaza de toros del señor Bosques (ubicada en la plazuela de Monte y Egido, aproximadamente donde estuvo el patíbulo de la Puerta de Tierra) | 1791-1795 | Tablones de madera y lonas |
Primera plaza de toros de Regla | 1812-1815 | Tablones de madera y lonas |
Plaza de toros del señor Córdova (entre las calles del Águila y Amistad) | 1817-1822 | Tablones de madera y lonas |
Plaza de toros del Campo de Marte, frente al café Marte y Belona | 1825-1836 | Tablones de madera y lonas |
Plaza de toros de Belascoain, al fondo de la Beneficencia | 1853-1897 | Estructura sólida de acero y recubrimiento de tablas de madera y tejas. |
Plaza de toros de Infanta, más o menos entre las calles de Peñalver y Desagüe | 1885-1899 | No hay datos descriptivos |
Segunda plaza de toros de Regla | 1866-1899 | No hay datos descriptivos |
Existieron otros proyectos, alguno incluso en la etapa Republicana cuando se intentó reflotar el toreo pleno como modelo de negocio siguiendo el auge del Jai Alai. Uno de ellos se proyectó a mediados de la segunda década del siglo XIX una plaza de toros en Los Sitios -en la manzana comprendida actualmente por las calles Condesa, Figuras, Tenerife y Manrique-, a realizar en mampostería y buenos materiales.
Muy probablemente en un sistema de financiación similar al empleado por Tacón años después para el edificio de la Pescadería o la Plaza del Vapor. Sin embargo, aquel proyecto de Antonio de la Torre, coronel del cuerpo de Ingenieros y tío del historiador José María de La Torre, derivó en la famosa valla de gallos que allí estuvo por varias décadas.
¿Cómo era la experiencia de las plazas de toros en La Habana?
Las lidias solían ser eventos periódicos, sin embargo los mejores carteles de las plazas de toros en La Habana estaban reservados para conmemoraciones políticas, militares o festividades religiosas específicas, con mención especial para la temporada de Carnavales.
En la segunda plaza de toros de Regla se realizaron grandes festividades en apoyo a las fuerzas coloniales durante la guerra de Independencia iniciada en 1895, algunas de ellas en honor al tristemente célebre Capitán General Valeriano Weyler. Curiosamente en una de estas corridas se dio forma al plan de escape de Evangelina Cossío de Cisneros que sería ampliamente publicitado por la prensa estadounidense.

Los toros se traían de la famosa ganadería de Miura o de Atenco en la Península, entonces muy valoradas, mientras para el resto de corridas eran utilizados toros nacionales de menor ferocidad. Una de las quejas más repetidas entre los intelectuales y comerciantes criollos radicaba en el carácter peninsular del negocio (se importaban los toros, la vestimenta y los toreros -casi en exclusiva- desde Andalucía) con la consabida fuga de ingresos de la Isla de Cuba.
«Hace unos años, Cuba estaba enardecida por la espada de Luis Mazzantini. Su intervención se hizo a un gran costo: 30.000 dólares, más beneficio, por catorce actuaciones, todos los gastos pagados desde y hacia Madrid, así como durante su estancia en Cuba para él y su compañía.
La Plaza de Toros, donde se practica este deporte, está situada cerca del Paseo de Carlos III. Desde cualquier parte de la ciudad, un carruaje te llevará a la arena por 50 centavos de plata (el mismo precio para dos).
Los turistas deben llegar antes de la inauguración, para estar presentes en la entrada de la cuadrilla, cuando el Presidente es saludado y da la señal para comenzar la actuación. Es una escena animada que vale la pena ver. Las entradas se pueden conseguir en casi cualquier lugar. Las corridas de toros tienen lugar todos los domingos a las 3 p. m»
Cuba Illustrated, edición 1893-1894, compilada por John C. Prince y editada, traducida e impresa en Nueva York por Napoleón Thompson & Co.
Como curiosidad, el gobierno de ocupación militar estadounidense usó los terrenos de las plazas de toros de Infanta y Belascoain para levantar las escuelas de Artes y Oficios que legaron, dentro del amplio programa de regeneración educativa, a la República de Cuba.
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