De los azares y desventuras de Esteban Pichardo y Tapia se ha escrito relativamente poco, apenas una pequeña reseña en el Diccionario biográfico de Francisco Calcagno en 1878, suceso amargo pues siendo Pichardo un hombre de luces varias y a quien debemos, entre otros aportes, el mapa más preciso del siglo XIX en Cuba, además de su excelso «Diccionario provincial casi-razonado de voces cubanas».
Una vida marcada por la geografía
Un movimiento tectónico quiso que naciese en Santiago de los Caballeros, Santo Domingo, el 26 de diciembre de 1799. Resulta que su bisabuelo materno falleció en Santiago de Cuba durante el memorable temblor de 1776 y su madre resultó herida. Tras esto la familia cambió un Santiago (de Cuba) por otro Santiago (de los Caballeros).
Su padre Don Lucas Pichardo, hombre de buena familia y reconocido entre sus congéneres por ser un “sujeto de aptitud, moralista y de luces”; decidió regresar a Cuba, vista la revolución de esclavos por venir. Gracias a este ojo avizor la familia mantuvo una posición económica mínima indispensable para que Esteban y sus once hermanos desarrollaran al máximo sus capacidades intelectuales.
Una vez en la Isla mayor de las Antillas, se radicaron brevemente en Baracoa, parte más occidental de la Isla, para posteriormente establecerse en Puerto Príncipe, región centro-oriental, donde realizaría sus primeros estudios. Obtendría, en cambio, su título de bachiller en el Seminario de San Carlos y San Ambrosio en La Habana (1815), ciudad capital ubicada al noroeste de la Isla donde la familia se estableció en 1812.
En apenas 10 años Esteban Pichardo y familia habían recorrido gran parte de la Isla, quizás esto generaría en el joven el interés por la geografía que luego plasmara en sus obras.
El movimiento hacia la ciudad capital le permitió iniciar los estudios de Derecho en la Real y Pontificia Universidad de San Gerónimo de La Habana (Universidad de La Habana). Tras obtener la titulación en febrero de 1821 el jurista recién graduado comenzó a ejercer en las zonas de Guanajay, La Habana y Matanzas, para finalmente terminar en Puerto Príncipe.
Esteban Pichardo: el abogado y el hombre al servicio del geógrafo
Entre 1821 y 1823 viajó a Puerto Rico donde abrió un pequeño bufete que no le generó más que disgustos. De ahí cogió rumbo a Estados Unidos, recorrió Filadelfia, New York y Charleston para regresar a La Habana en 1823 y empezar a realizar estudios de geografía y topografía. Realizó pruebas en las zonas de Guanajay, Cabañas y el Mariel.
En 1824 le tocó la lotería, nada menos que 2000 pesos, destinados casi en exclusiva a profundizar en sus estudios de cartografía. En estas fechas también desposó a Doña Rosalía Granados, viuda de buena posición económica. Esta sería la constante de su vida, el abogado y el hombre al servicio del geógrafo.
Deseoso de encontrar un empleo que le permitiese poner en práctica sus conocimientos de la geografía insular se dirige a la metrópoli donde tuvo un desencuentro aduanal (no declaró el dinero que llevaba encima y le tomaron por contrabandista) que le obligó a huir hacia Francia, permaneció en París varios meses, para emprender la vuelta a casa a través de Nueva York. Al poco de volver a la isla, su primera esposa falleció.
Pichardo dilapidó buena parte de la fortuna de la herencia de su mujer en estudios y fiestas habaneras, viéndose necesitado de ayuda, apareció Domingo del Monte que le ofreció una salida en Matanzas.
Allí fundaría un bufete de lisonjero éxito y se casa en segundas nupcias con Lorenza Gálvez, quien fallecería en 1837. Volviendo a casarse, a los pocos meses, con Teresa Jiménez con la cual tendría varios hijos.
Regresó a Puerto Príncipe en 1832 por la muerte de su padre, durante estos viajes mostró siempre inquietudes por la geografía, aprovechando sus numerosos viajes de una ciudad a otra, comenzó a recabar datos de interés toponímico que usaría posteriormente.
El Derecho le permitió ganarse la vida, pero las artes y las ciencias le mantenían vivo
Hombre lúcido, de gran capacidad para la palabra y la observación, fueron rasgos que junto con una inusitada curiosidad le llevaron a interesarse en escribir poesía, una novela e incursionar en la pintura y la música. Esteban Pichardo y Tapia sería recordado como el “padre de los geógrafos cubanos” pero su obra va más allá de los planos. Veamos.
En el año 1822 había publicado unos versos bajo el nombre de «Miscelánea Poética«. Más tarde reconocería el poco valor de dichos versos debido a su temprana edad. En cambio su novela «El Fatalista«(1866), de carácter autobiográfico, hace un recorrido costumbrista por las vivencias del autor y sirve para conocer la época que vivió desde la perspectiva de un hombre culto. Antecede la revolución que viene cuando uno de sus protagonistas exclama “la revolución nos llama” imbuido por las ideas de su hijo mayor, Esteban Tranquilino.
“Diccionario Provincial y casi razonado de voces cubanas”, su gran obra lingüística
Es en el año 1826 cuando hace uno de sus mayores aportes a las letras y a la lingüística castellana con el libro “Diccionario Provincial y casi razonado de voces cubanas”. Siendo este el primer repertorio de voces regionales en nuestra lengua, tras el de Antonio Alcedo.
Esteban Pichardo no se limita a las voces cubanas, sino que añade los castellanismos que tienen en la Isla distinta definición con respecto a la península, añade voces indígenas americanas y términos de otras culturas europeas que son de uso y dominio de las zonas portuarias cubanas debido al intercambio comercial limitado, pero provechoso para los criollos.
Otro rasgo de dicha obra es la pretensión, sin romper las normas académicas, de reflejar la pronunciación cubana con sus particularidades fonéticas. (Nicolás Guillén o Guillermo Cabrera Infante con “Tres Tristes Tigres” explotaron a fondo esta particularidad del hablar del cubano en siglos posteriores.)
Dicho diccionario tuvo una acogida exitosa, se amplió hasta en cuatro ediciones que salieron en vida del autor, con algunos pequeños arreglos en el título. Fue nuevamente ampliado por Esteban Rodríguez Herrera en una edición aparecida en 1953.
La obra de su vida: mapa topográfico de Cuba
En este período se envuelve en su gran obra, dotar a Cuba del mapa topográfico del que carecía. En 1851 consigue publicar dos hojas. En una de ellas estaba la demarcación de la ciudad de La Habana y en la otra la porción de la Isla comprendida entre las costas Norte y Sur, hasta Batabanó. Sus tiranteces con el gobierno colonial le llevaron a ocupar durante los años 1851-1854 la secretaría de la Comisión de División Territorial, período que aprovechó para acumular cuantiosos datos que vieron la luz bajo el nombre de “Geografía de la Isla de Cuba”(1854), tres tomos ese año y luego el cuarto tomo al año siguiente.
Tras ser depuesto de su cargo realiza dos excursiones por toda la isla, rectificando latitudes, costas y actualizando datos que llamaron su atención. Publicó estas investigaciones como “Gran Carta geo-topográfica de Cuba”.
Gracias a su gran labor se le concedió en 1859 un empleo de auxiliar en la sección facultativa de la Dirección de Obras Públicas y luego otro en la Secretaría de la Comisión Provincial del Censo, cargo que ocupó hasta 1865.
No duró mucha la felicidad en su latitud pues su hijo Esteban Tranquilino Pichardo fue acusado del delito de sedición en 1863. Pichardo quedó bastante afectado anímicamente pues su hijo había seguido sus pasos como agrimensor de notorio éxito por sus mapas de Santa Clara y Trinidad. Así Esteban quedó impedido de realizar algunos de los más importantes proyectos que tenía, aunque se repuso y terminó la ampliación de los tres tomos de la modesta obra de hace 40 años: “Caminos de la Isla de Cuba. Itinerarios”. Su hijo estuvo poco tiempo en la cárcel pero le costó el empleo al padre. La Sociedad Económica Amigos del País le nombró Socio de Mérito en 1865 a modo de reparación.
Casi septuagenario el gobierno español acudió a él para actualizar sus mapas tras el estallido de la Guerra de Independencia de 1868. Brindándole los medios económicos tantas veces reclamados por él para culminar su gran obra, inconclusa hasta la fecha. Con el apoyo económico necesario, Esteban Pichardo se vuelca con las energías que le quedan para finalizar su obra, un mapa realizado en una escala ambiciosa para la época de 1: 125 000.
Año | Medio | Tomos |
---|---|---|
1870 | Imprenta Militar | I |
1871 | Imprenta del gobierno | II, III, IV |
1872 | Imprenta del gobierno | V, VI, VII |
1874 | Imprenta del gobierno | VII, IX, X |
Polémica con los revolucionarios en armas
El uso que dio el gobierno a dicha obra fue de carácter militar, algunos cubanos le acusaron de colaborador. Pero, ¿Cómo negarse a recibir los fondos que había solicitado durante toda su vida sin parecer un rebelde más? En su memoria justificativa escribió acerca de su nueva “Carta geo-topográfica de la Isla de Cuba”:
“Por fin se terminó completamente la obra. El Mapa de la Isla está concluido a pesar de la edad avanzada, de la vista escasa y del pulso algo trémulo. He dicho y repetiré que había empleado cuarenta y pico de años estudiando, reuniendo datos y trabajando teórica y prácticamente con algunas interrupciones, según mis domicilios y viajes por toda la Isla; pero desde el año 1864 hasta la fecha, que serán unos diez años ha sido constantemente la ocupación día por día con raras excepciones…
Más de medio siglo… Y, ¿he cumplido?… Creo que sí: mi conciencia a lo menos no me arguye siquiera precipitación; pues donde algo desconfió lo confieso. La aceptación pública, de los inteligentes y del Gobierno, respecto de la mitad occidental de la Isla me favorecen y en cuanto a la otra oriental más nueva e ignota, el efecto del trabajo ha sido superior en mi concepto, aumentando la satisfacción esta última hoja que pareciendo vacía y desconocida su arca, resulta ahora llena de accidentes, de nombres, y más rica y exacta que la extremidad occidental del Cabo San Antonio”.
Esteban Pichardo sobre su obra y los medios para hacerla.
Así intentaba responder a quienes veían en su gesto una forma de apoyo al gobierno colonial desconociendo su obra previa. Pichardo consideraba que hacía un bien común y nunca pensó que era una manera de facilitar la gestión militar del mando español.
Legado y trascendencia actual de Esteban Pichardo
Hombre avanzado de su tiempo no fue sólo un especialista, sino que abarcó con su envidiable inteligencia los temas de la abogacía, la novelística, la poética y, sobre todo la cartografía. Fue uno de los primeros investigadores en hacer resaltar los nuevos rasgos antropológicos de los criollos. Antecediendo a Don Fernando Ortiz, Lydia Cabrera o al trabajo de salvaguarda de la arquitectura colonial por parte de Eusebio Leal. Antes de juzgar su figura es necesario resaltar su condición de primer gran geógrafo de nuestro país y su más destacado cartógrafo en el siglo XIX.
Pudiera criticarse (cosa que no hacemos aquí) su alejamiento de las luchas independentistas, pero al iniciarse la primera guerra libertadora tenía sesenta y nueve años y vivía en una pobreza bastante acuciante para alguien que había gozado de una posición económica holgada en su juventud y madurez.
A lo largo de su vida recibió múltiples reconocimientos por su actividad científica siendo los más importantes los que le confirieran la Real Sociedad Económica de Amigos del País y la Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana.
No obstante su obra está llena de una cubanía innegable, donde puso de relieve factores que fortalecieron una conciencia nacional, base indispensable para la fundamentación de nuestra reciente nacionalidad. Falleció en La Habana el 26 de agosto de 1879, a los ochenta años, sin apoyo del gobierno que se desentendió de él una vez terminada su gran obra cartográfica.
Su mapa quedó como el más completo del período colonial, adelantando a los de Humboldt y Vives. Hasta el año 1908, en que los militares norteamericanos publicaron su mapa de curvas de nivel en escala de 1:62 500, fue la mejor referencia cartográfica del país. No se puede desconocer que los oficiales americanos usaron como referencia el mapa de Esteban Pichardo y Tapia para hacer el suyo propio.
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