Tiene el silencio como axioma máximo y hacia él se dirige, aunque en su camino Fina García Marruz ha construido una sólida e ineludible obra literaria. Vinculada a la Revista Orígenes de Lezama Lima y Rodríguez Feo, ejerció con sapiencia como contrapeso del elemento masculino, y trascendió junto a la española María Zambrano como los ejes femeninos sobre los cuales se articularon algunos números de la revista.

Pero con Fina García Marruz hay vida más allá de Orígenes, de su esposo Cintio Vitier, del Centro de Estudios Martianos que ayudó a fundar y consolidó; con Fina García Marruz hay que seguir profundizando hasta la esencia misma de su ser; la poesía.

Maria Luisa, José Lezama Lima, Cintio Vitier y Fina García Marruz en la residencia de la Calle Trocadero 162, hoy casa Museo José Lezama Lima

Aunque destacó como fecunda ensayista («sin escribir nunca un ensayo» que dijera ella) y crítica literaria, no concebía la creación como un acto esquemático y rígido, lo cual es palpable en sus prosas que fluyen naturalmente con elementos poéticos y construcciones líricas de calado preciso, sin pretender deslumbrar a la obra que se referencia.

Fina García Marruz, una sensibilidad excepcional

Hija del Doctor Sergio García Marruz, obstetra de gran prestigio que llegó a dirigir el Ministerio de Salubridad y Asistencia, brevemente, durante el gobierno electo del Coronel Batista. Josefina García Marruz Badía nació en La Habana el 28 de abril de 1923.

Marcada por la poesía de Gustavo Adolfo Bécquer, Juan Ramón Jiménez y de Federico García Lorca, la inspiración de las zarzuelas que tocaba su madre -competente pianista graduada en el Conservatorio Orbón– y posteriormente su diálogo directo con los intelectuales españoles, la unieron espiritualmente a la cultura peninsular.

Junto a su hermana Bella García Marruz estaba en el teatro Principal de la Comedia (antiguo Teatro Alhambra) donde la compañía de teatro de Margarita Xirgu representaba una obra de Lorca. Al acabar la función, mientras La Xirgu saludaba al público, recibió el telegrama que confirmaba el asesinato del poeta en Granada. El público, afectado y dolido, acompañó a los artistas hasta su hotel en una manifestación poética que en vez de consignas recitaba versos del poeta andaluz. Aquel suceso marcó a ambas jóvenes que tomarían el peligroso y a veces incomprensible rumbo de la poesía.

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El Padre Angel Gaztelu, Fina García Marruz (madrina) y José Lezama Lima (padrino) en el bautizo de uno de los hijos de Julián Orbón

Fina García Marruz colaboró a lo largo de su vida con la Revista Clavileño, Verbum, Orígenes, Lyceum, Nueva Revista Cubana, Cuba en la UNESCO, Islas, La Gaceta de Cuba, Unión. Además de formar parte del equipo de investigadores de la Biblioteca Nacional de Cuba desde 1962 y colaborar con la revista. En 1977 se incorpora al Centro de Estudios Martianos en la edición crítica de las Obras Completas del Apóstol.

Junto a su esposo Cintio Vitier publicó Estudios Críticos (1964) y Temas Martianos (1969). Su prólogo al libro Poesías de Juana Borrero (1966) está considerado uno de los más acertados enfoques de al literatura cubana en aquella época. No abandonó nunca su educación católica y cívica que plasmó en sus poemarios con un lenguaje íntimo y directo. Su espíritu humanista y desinteresado acogió a muchos estudiantes desconocidos que acudieron a ella y su esposo en busca de conocimientos martianos y literarios (como sucedió con quien esto escribe).

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Fina García Marruz en la década de los años cincuenta

Recibió el Premio Nacional de Literatura en 1990, siendo la segunda mujer en obtenerlo a título individual tras Dulce María Loynaz (Dora Alonso compartió el premio con Cintio Vitier en 1988), y su obra se vio reconocida internacionalmente con el premio de Poesía Pablo Neruda (2007) que otorga el Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio de Chile y el premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana (2011).

Fina García Marruz fallecía en La Habana el 27 de junio de 2022 según confirmaron diversas fuentes, tenía 99 años y era la última lira de una generación poética fundacional para el espíritu poético de la nación cubana.

Poemas de Fina García Marruz


CINE MUDO

No es que le falta
el sonido,

es que tiene
el silencio.


UNA DULCE NEVADA ESTA CAYENDO


Una dulce nevada está cayendo
detrás de cada cosa, cada amante,
una dulce nevada comprendiendo
lo que la vida tiene de distante.


Un monólogo lento de diamante
calla detrás de lo que voy diciendo,
un actor su papel mal repitiendo
sin fin, en soledad gesticulante.


Una suave nevada me convierte
ante los ojos, ironistas sobrios.
al dogma del paisaje que me advierte


una voz, algún coche apareciendo,
mientras en lo que miro y lo que toco
siento que algo muy lejos se va huyendo.


A ROSALÍA DE CASTRO

Todo lo que la lluvia se ha llevado,
todo lo que las ropas más antiguas
dicen de melancólicos cuidados.
de costureras músicas ambiguas.


Todo lo que el otoño ha reunido,
pulsando el arpa de su desamparo,
el moño alto y el jazmín caído
en su traición, su Bécquer, su costado.


Todo lo que es adiós sobre la tierra
-amor, diminutivo oscuro de la muerte-,
levantará su tumba por lo triste.


Que yo no sé de nadie en quien la entera
vida haya sido más carnal de muerte.
De tierra y sólo de tierra te moriste.


CAE LA TARDE

En el colegio siempre era de tarde.
Tarde era el oro gris de la mañana.
La lectura del libro se doraba
también del pensamiento de la tarde.

Ahora que el tiempo hacia otras hojas arde
redescubro su tinta poderosa,
las triviales nociones prestigiosas,
su austera voz que llega ya muy tarde.

Qué justeza y dulzura me ha traído
decir estas palabras: CAE LA TARDE
y su vieja ternura despaciosa.

¡Cae la tarde sobre lo que se ha ido,
cae la tarde sobre la antigua tarde
de la lluvia, el silencio, las baldosas!


DEL TIEMPO LARGO

A veces, en raros
instantes, se abre, talud
real y enorme, el tiempo
transcurrido.

Y no es entonces
breve el tiempo. Como el pájaro
al elevarse abarca con sus alas
un diminuto pueblo o costerío,
la inmensidad de lo vivido arrecia,
y se mira remoto el ayer próximo,
en que el pico ávido bajaba
en busca de alimento.

¡Qué eternidad
de soles ya vividos! ¡Y qué completa
ausencia de nostalgia! Para crecer
se vive. Para nacer de nuevo
y rehacer la mala copia original.
Para crecer, se sufre. No se quiere
volver atrás, ni tan siquiera al tiempo
rumoreante de la juventud.
Que no para que el rostro
luzca lozano y terso se ha vivido.

No para atraer por siempre con el fuego
de la mirada, no con el alma en vilo,
por siempre se ha de estar.
De cierto modo
la juventud es también como una cierta
decrepitud: un ser informe,
larva, debatíase, qué peligrosamente
amenazado.

Se vivió. se salió,
quién sabe cómo, del hueco,
de la trampa:
valió el otro
del bosque de la vida, el pleno encanto
de los claros del sol entre lo umbrío
para pagar su precio: lo tanto
costó poco; poco el sufrir inmenso
para esta dádiva: al rostro
orne la arruga como el pecho la cinta coloreada
de un guerrero
o como al niño la medalla premia
por la humilde labor.

Como el avaro
el peso de un tesoro, encorva
la espalda anciana el peso
del vivir.

Mas ya, arriba,
a la salida, ya, se mira
hacia atrás sonriendo, renacido,
como agrietada cáscara el polluelo,
ya se van desligando las amarras,
del extraño navío, y como novio trémulo
locamente lo incierto hace señales.

costó dolor, muerte costó, la vida.
Y al tiempo, breve o largo, siempre corto,
como el relámpago del amor, se le mira
ya sin recelo ni amargura
como a las heridas de la mano, en el arduo
aprender de su oficio,
contempla el aprendiz.

Bella es toda partida.