Durante el siglo XIX cubano varios poetas destacaron por el valor y virtud de su lira, Diego Vicente Tejera, -perteneciente al núcleo conocido «Nueva Era» integrado entre otros por Enrique José Varona, Esteban Borrero Echeverría, José Varela Zequeira, José Victoriano Betancourt y los hermanos Sellén) de segunda mitad del siglo-, está considerado el mejor exponente entre esta generación y solo su muerte, cuando aún tenía recorrido, detuvo la evolución de su poética, de un romanticismo lírico y bucólico a cuestiones más sociales y de urgencias humanísticas.

Algunos lo identifican como «poeta socialista» por los versos que escribió(1) y por las conferencias dictadas en 1897 en Tampa, que posteriormente se reunirían en el libro Enseñanzas y Profecías publicado en el año 1916, pero aunque su pensamiento estuviese cercano esa corriente ideológica, Diego Vicente Tejera fue más que un «poeta socialista«, fue un «poeta cubano» cuando aún «lo cubano» zozobraba entre el autonomismo, el integrismo y la diáspora exiliada que remendaba la cultura nacional con atrezos extranjeros.

Este, quizás simple, epíteto de «poeta«(2) puede parecer grandilocuente en otros, mas en Diego Vicente Tejera -nacido en Santiago de Cuba un 20 de noviembre del año 1848- es una reverencia necesaria, pues el arte tiene el fin de sublimar al ser humano y su condición espiritual por encima de consideraciones políticas e ideologías. En eso fue Diego Vicente Tejera cabal; su pluma supo calibrar las grietas de su alma, y amplificar esos dolores, haciéndolos extensibles al resto de criollos en el camino de la independencia.

Diego Vicente Tejera, un inquieto poeta

Siendo un mozuelo quiso enrolarse en el Ejército Español para ir a combatir a República Dominicana, la negativa por parte de un coronel a su solicitud le hizo renegar definitivamente de la metrópoli (3). De marcado carácter independentista, a partir de entonces viajó por Europa, conociendo de primera mano las condiciones de los obreros y las élites.

Poeta de la vida tropical, lánguida y voluptuosa, pletórica ya ardiente; Diego Vicente Tejera continuó en sus versos una tradición de poesía local, ampliándola, dándola un sentido más agreste, procurando no reflejar tan sólo las costumbres de nuestra tierra o encarnar en personajes vivos la idiosincrasia del criollo, sino dar la sensación directa de la naturaleza de los trópicos.

Los versos íntimamente líricos de Diego Vicente Tejera -los de algunas Baladas, por ejemplo- propenden al prosaísmo, aunque al fin, salvan al poeta su ternura, su viva emoción, su sentido rítmico.

El Fígaro, 1903
Último retrato de Diego Vicente Tejera

«La Gloriosa» provoca que viaje de París a Madrid, deseoso de involucrarse en la revolución que depuso a la reina Isabel II, pero llegó cuando ya el viento barría el fuego revolucionario con desdén. En Madrid, solo y con poco dinero no encuentra otro camino que regresar a América, pero no lo hace a Cuba, sino a Puerto Rico donde reside su familia.

Allí se involucra en el desafortunado Grito de Lares, en palabras del propio poeta «mi ánimo, muy exaltado contra la dominación española, me hizo cometer después varias imprudencias, y mi padre, aconsejado por la misma autoridad española de Ponce,, me envió a principios de marzo de 869 a Venezuela«.

Una imagen de 1887 que muestra a los literatos Enrique Hernández Miyares (colaborador entre otros de El Almendares), Diego Vicente Tejera y Martín Serafín Pichardo (director de El Fígaro).

En Caracas retoma los estudios y recibe el grado de Bachiller en Artes -cursando además el primer año de Medicina-rodeándose además de un ambiente intelectual y político que le lleva a unirse a las fuerzas que combaten al general Guzmán Blanco. En la derrota se le encarcela, siendo liberado posteriormente gracias a la presión de amigos y de la familia de su entonces novia, partiendo en mayo de 1870 a España.

Contra el gobierno colonial

Llega a Nueva York tras pasar por Barcelona y entra en contacto con la junta revolucionaria. Le es denegado el deseo de unirse en una de las expediciones que apoyan a los mambises alzados en armas desde 1868. Pero aún así continúa relacionado con el ambiente revolucionario que reúne pertrechos y medicinas para la guerra.

Al final de la contienda regresa a Cuba y comienza a publicar algunos de sus libros en el país. Es reconocido por sus contemporáneos como el lírico más avanzado, recibiendo buenas críticas incluso de medios integristas.

En cuanto al lied, al género de Heine, Tejera puede pasar entre. nosotros por maestro. Un sentimiento vivaz o un pensamiento profundo capaces de interesar hasta lo más íntimo del alma con su sola presentación, dos o tres imágenes capaces de formar un cuadro indeleble, mucha finura, mucha delicadeza, mucha armonía, y todo esto en cuatro, ocho ó doce versos son los elementos que exige imperiosamente esta clase de composiciones. Tejera en su nueva obra «Un ramo de violetas«, las prodiga a manos llenas, y en mi sentir no son muchas las que pudieran borrarse como indignas de estar en compañía de sus hermanas

«Pensé ayer:-Ser hombre es nada

mas ser poeta, ¡qué gloria!

Poder decir; ¡ya es sagrada

en el mundo mi memoria! »

Hoy ….. no más la dicha ansío

del poeta y su renombre;

porque con tu amor, bien mío,

¡es tan glorioso ser hombre!»

Como estas, esmaltan todas las páginas del libro. El ramo de violetas de Tejera por u originalidad, por su frescura y por la delicadeza, ingenio y hasta pasión con que está escrito quedará en la literatura cubana, donde no ha tenido modelo, y debo detenerme en esto.

El mérito excepcional de la obra de Tejera, desde el punto de vista de un renovamiento (sic) literario, está en la forma. Tejera ha poseído el arte difícil de dar unidad, sin caer en la monotonía, a una colección de pieza líricas. La unidad está en el sentimiento que la inspira, el cual, como en los lieder de Goethe, es el amor.

Publicado por Enrique José Varona originalmente en La Revista Cubana en 1878, y posteriormente publicado por La Ilustración Cubana en junio de 1885
Diego Vicente Tejera
Diego Vicente Tejera fue además un crítico y polemista respetado. Compuso además de poemas y cuentos, algunas canciones musicalizadas por los coros de Tampa.

Radicado en La Habana se produce un período de relativa calma en el cual colabora con los poetas antes mencionados publicando el libro Arpas Amigas que tuvo desigual recepción en la crítica. En 1883 se casa con María Teresa con la cual tendría tres hijos (Diego Luis, Ascensión y Paul Louis). Con problemas evidentes de salud se muda a París en 1888 y posteriormente a Nueva York en 1894, pero sin resolver sus dolencias físicas que serán una constante en sus últimos años.

Al estilo de Martí, era político Diego Vicente Tejera. Se pasó la vida cantándole a la independencia de Cuba; y su lira portentosa libraba recias batallas cuando nadie quería acordarse de la guerra. Su arte era la libertad, porque esclavo se sentía poeta extraordinario. Tejera amaba a los humildes y a los desventurados; era un devoto del proscripto y se enorgullecía de su voluntaria proscripción. Esa patria de sus versos, la quería libre: con la libertad sería un hecho el advenimiento de la justicia.

Para Tejera, como para Martí, la independencia resolvería los más arduos problemas de la vida; con la independencia todos los cubanos serían iguales; desaparecerían las castas y clases; el problema social que en Europa no tiene horizonte, en Cuba no llegaría a plantearse formalmente.

Manuel Márquez Sterling – «Diego Vicente Tejera, político».

Activo con la pluma durante la insurrección colabora con la revista de Cayo Hueso y el periódico Patria que dirige su amigo Enrique José Varona. Finaliza la guerra y regresa a Cuba donde se involucra en la fundación del primer Partido Socialista Cubano, el 22 de mayo de 1899, que tendrá poco recorrido. Meses después intenta relanzarlo bajo el nombre de Partido Popular pero no consigue apoyos suficientes.

¡Ah! No tuvo, no, Tejera, en la suma dignidad de su carácter, ostentación aparatosa ni quiso un solo instante pescar en los ríos revueltos de la demagogia artística, de la parlería patriotera y de las habilidades intrigantes, honores mentirosos que envilecen, y provechos materialistas que anublan y degradan la mente y el corazón con los turbios vapores del lucro y de la populachería.

Alfredo Martin Morales. El Fígaro. Noviembre 7, 1903

El diagnóstico del cáncer de garganta acaba con su vida el 6 de noviembre de 1903. Finalmente, las palabras de la revista Cuba y América, de Raimundo Cabrera, que le despedía así:

Fue su vida un constante batallar por la existencia y por los ideales.


Poema de la ilustre cienfueguera Mercedes Matamoros, en recuerdo del poeta Diego Vicente Tejera.

1-¿Socialista? Sí, señor,/No puede marchar peor/Este mundo, y necesita/Que un poco de dinamita/
Lo obligue a marchar mejor.

2- Se consideró siempre un poeta, aunque no se estancó solo en este medio de expresión.

3- Sobre este suceso escribe Diego Vicente Tejera en sus memorias «Prevenidos ya contra la dominación de España en América, concebimos el descabellado proyecto de alistarnos como soldados en una de las columnas españolas que marchaban a la guerra de Santo Domingo, con el reprensible propósito de pasarnos al enemigo en la primera ocasión. ¡Locura de muchachos! Nos presentamos pues, a un coronel, le hicimos nuestra súplica, nos miró, se echó a reír y nos despidió, ofreciéndonos que aceptaría nuestra petición cuando nos saliesen pelos en la cara».