Varias veces hemos mencionado en la página de Fotos de La Habana la dispar relación que tuvieron algunos Capitanes Generales de la Isla de Cuba con sus contemporáneos criollos y uno de los mejores ejemplos de esta dicotomía es el Marqués de Someruelos.
Algunos de aquellos representantes del control español en Cuba tuvieron grandes despedidas al terminar su gestión, siendo probablemente Luis de Las Casas quién mayor arraigo engendró entre los cubanos.
Otros, en cambio, fueron acusados de tiránicos pese a las múltiples obras civiles y militares realizadas, el caso de Miguel Tacón por su peculiaridad resulta siempre novedoso.
En este complejo y dispar diapasón también existieron algunos Capitanes Generales cuya breve estadía pasó sin llegar a generar ni amor ni odio, solo intrascendencia.
Aunque para quien sin dudas el cargo resultó un tormento fue para Adolfo Jiménez Castellanos quien ocupó el poder apenas del 26 de noviembre de 1898 al primero de enero de 1899, quedando su nombre como el del último Gobernador y Capitán General español en Cuba.
Capitanes Generales en el siglo XIX, el marqués de Someruelos
Empezamos el recorrido con el curioso caso de Salvador de Muro y Salazar (1754-1813), mejor conocido como el Marqués de Someruelos, quien ocupó el cargo desde el 13 de mayo de 1799 hasta el 14 de abril de 1812.
Los casi 13 años que estuvo en el Palacio de los Capitanes Generales le convierten en el Capitán General que más tiempo estuvo en el cargo en el siglo XVIII, dicha encomienda la asumió en un único período sin interrupciones, a diferencia de otros gobernadores que estuvieron dos y tres veces al frente del poder colonial en Cuba.
Al marchar a España recibió múltiples honores de parte de los habaneros por su labor al frente de la Capitanía de la Isla. Esto se explica por el hecho de que su mando favoreció notablemente a la ciudad, y a sus clases más pudientes, con inversiones necesarias para la habitabilidad de La Habana, quedando su tándem junto al Obispo de Espada (véase Cementerio de Espada) en la memoria colectiva habanera en alta estima y gratitud.
El «buen mandar» del Marqués de Someruelos y su alianza con la sacarocracia criolla fueron sin dudas el empaste necesario para que en ese tormentoso período apenas sonaran en Cuba los cantos de libertad que estremecían a la América hispánica.
Prólogo del Elogio del Excelentísimo señor Don Salvador de Muro y Salazar
Luego que se recibió en la Habana la infausta noticia de haber fallecido su respetado exgobernador el excelentísimo señor Marqués de Someruelos, quiso la real sociedad económica dar una muestra de su gratitud y de su veneración á la memoria de
su digno presidente y socio honorario: á este fin acordó en junta de 1 de abril del
año presente se escribiese su elogio, y dio este encargo al censor del mismo cuerpo don Francisco Filomeno , quien lo desempeñó,
presentando este escrito á la sociedad, que fue leído en su junta general de 9 de diciembre de 1814-, acordando se imprimiese á
costa de sus fondos.
Aunque ante el intento de insurrección independentista y abolicionista de José Antonio Aponte no dudó en usar el cruento método, también aplicado en Santo Domingo por Carlos Luis de Urrutia, de colgar a los conspiradores, y tras descuartizarlos, proceder a freír en brea hirviente sus restos. Para sadismo máximo los encargados de realizar el proceso eran los colaboradores más cercanos de los condenados.
El período que le tocó gobernar en Cuba estuvo marcado por la inestabilidad en la política interna española. Entre 1799 y 1812 España se vio obligada a ceder Haití, se involucró en una guerra con Inglaterra que cesó mediante la paz de Amiens, para luego volver a surgir hasta la débil alianza de 1808.
«Sin orgullo ni ostentación, sencillo en sus discursos como en sus costumbres, se desconocía a sus propios ojos e ignoraba los derechos que tenía a la estimación pública»
Francisco de Filomeno en la memoria antes mencionada
El caudillo Napoleón Bonaparte se hizo con la Louisiana para posteriormente traspasarla a Estados Unidos, contra los franceses se produjo la guerra de independencia española con la consiguiente reforma de la monarquía fijada en Madrid.
Aprovechando todos estos sucesos se produjo el estallido independentista en las colonias de América, que condujo finalmente a la perdida de las mismas, y mientras todo esto ocurría fuera de la isla de Cuba con mayor o menor tino el Marqués de Someruelos navegaba con relativa tranquilidad y estabilidad en las aguas de la política nacional.
«Saberlo todo, disimular mucho, y castigar poco» Este era el lema del Marqués de Someruelos
Su alianza con la élite criolla, que ya empezaba a sufragar directamente a los políticos de Madrid, le permitió obrar con el viento de la opinión pública a su favor cuando sacó el metal afilado para castigar al negro José Antonio Aponte y al resto de los complotados en la conspiración.
Aquella revuelta era un movimiento que si bien apuntaba directamente al poder colonial tenía por objetivo secundario el apacible ecosistema de status quo en el cual florecía la incipiente sacarocracia criolla, que viéndose amenazada no dudó en secundar el escarmiento realizado por el Marqués de Someruelos.
Conocedor de los hombres entendía el Marqués de Someruelos la necesidad de disipación del espíritu, más en medio de las difíciles circunstancias en que le tocó ejercer su mando. Por eso se propuso dotar al pueblo habanero de diversiones que le alejaran de los malos pensamientos. Amén de estimular las ferias, dispuso que se reedificara el Teatro Principal, que había quedado en ruinas tras la partida del Marqués de la Torre; a la vez que otorgaba licencia para que construyera otros «provisionales» en el Campo de Marte y en la Alameda de Paula.
El Marqués de Someruelos hizo suya la bandera previsora de mirar a otro lado con algunas medidas de prohibición comercial que aún pesaban sobre la isla. Actuó como español cuando debió serlo y tomó la acera cubana cuando le convino, que visto lo vivido en aquel siglo en La Habana no es poco mérito.
Poco después de dejar su cargo en La Habana, y pese a una misiva enviada a Su Majestad Fernando VII pidiendo que se postergase el mando del Marqués de Someruelos, fallecía en Madrid un 13 de diciembre de 1813.
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