La primera ascensión en globo habanera fue un suceso notable para la época, pero no solo por el resultado final, sino por el gran escepticismo que levantó la demostración del conocido aeronauta Eugene Robertson (aunque en los impresos aparece con el castellanizado Eugenio).

La fecha escogida, 19 de marzo de 1828, guardaba estrecha relación con los actos que inauguraron el apreciado Templete de la Plaza de Armas, aunque en los cuadros de Vermay, que sirvieron como testigos de los actos, no se registre el novedoso vuelo. Aquel día, además de las gaviotas y albatros del puerto, un humano se elevó en La Habana, ante el temor de los habaneros.

aeronautas, reunión, fiesta
Las presentaciones de los aeronautas se convirtieron en grandes eventos de sociedad donde se presentaban en sus mejores galas todos los ciudadanos por igual. En el caso de la primera ascensión en globo habanera no fue distinto, y al acto se presentaron las máximas autoridades civiles, militares y eclesiásticas de la ciudad.

Aunque pueda sorprender, las dudas de los habaneros sobre si el acto de volar era cuestión humana o divina, estuvo presente en aquel acto y estaba estrechamente relacionada con el carácter conservador de la época, aunque en La Habana de otros tiempos el interés por los adelantos técnicos llevó al ayuntamiento, y a los grandes capitales privados, a invertir en cuanto invento aparecía, convirtiendo a los vecinos de la ciudad en pioneros de diversos adelantos.

Sin embargo, parece que este pensamiento de excomulgación y pecado por volar provenía de una minoría ultra católica, nada que ver con el grueso de la población que se reunió en los alrededores del Campo de Marte, entonces un yelmo páramo donde se levantaban improvisados teatros e incluso algún espectáculo de toreo -las plazas de toro fueron los primeros aeropuertos tanto en Cuba como México, por sus condiciones cerradas y el acceso de público resultaron ideales para estas demostraciones-.

La primera ascensión en globo habanera

Cuando el señor Robertson llegó a La Habana venía con la vitola de haber realizado hasta once ascensiones anteriormente. Estos actos esparcieron su fama por el mundo de las ciencias igualándolo a los hermanos Montgolfier, Charles, Robert (padre y tío de Eugene), Lunardi y compañía, que treinta años atrás habían desatado la fiebre aerostática en Europa.

distintos globos
Distintos modelos de globos. Con el número 1 y a la izquierda el de Montgolfier, con el 2 y a la derecha el que usó la señorita Blanchard, el de arriba es muy parecido al que pudo usar Robertson en la primera ascensión en globo habanera.

No cabe duda que la publicidad de la época se basaba en la exageración, elevando a Robertson por encima de los patricios de este arte, y eso no era necesario en el caso de Robertson, quien además de eficiente y cumplidor en su oficio, poseía una técnica ejemplar con la cual elevaba a la categoría de arte sus presentaciones -en el futuro muchos de los aeronautas serán criticados por su improvisación y errores en sus ascensiones-.

Así se desprende de las buenas críticas que le acompañaron en sus distintas presentaciones por Viena, París, Lisboa y Nueva York, lugares anteriores a su presentación en La Habana. Y aunque sus actos nada tenían que ver con la exuberancia y el riesgo de Sophie Blanchard (la primera mujer aeronauta con sus sesenta y tres ascensiones) quien a sus maniobras incorporaba los fuegos artificiales, es de suponer que a los habaneros les resultase aquello igual de majestuoso.

Eugene Robertson ascensión en el campo de marte de francia
Un grabado que muestra a Eugene Robertson, el hombre encargado de la primera ascensión en globo habanera, realizando una demostración en el Campo de Marte parisino.

Así que el 19 de marzo de 1828, «el día de la Reina», se colocó la primera piedra del Templete de Vives y se realizó la primera ascensión habanera. Visto que las notas aparecidas en el Papel Periódico de La Habana no son demasiado detallistas, lo mejor es copiar lo escrito por el escritor y científico Ramón de la Sagra, entonces director del Jardín Botánico -ubicado en terrenos del actual Capitolio en la zona extramuros de la ciudad-. Cuenta de la Sagra:

La ascensión del joven Robertson, tan digno de llevar el nombre de su padre, se anunció para las seis de la tarde, y desde las tres ya un gentío numeroso ocupaba el ámbito de la plaza de toros y los principales puntos del campo.

El edificio del jardín botánico (1)y las azoteas de todas las casas se hallaban cubiertas de personas; las avenidas de las calzadas del Horcón (2), de San Luis Gonzaga (3), del cuartel de Dragones (4) y barrio de la Salud(5), de la Puerta de tierra, el glacis de la fortificación desde la Punta al Arsenal, el parapeto de las murallas, la alameda, todo este gran terreno ofrecía una sola mancha no interrumpida de gentes apiñadas (6).

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La descripción de Ramón de la Sagra de la primera ascensión en globo habanera llevada a un mapa de 1823, posteriormente modificado con el nuevo trazado de la ciudad.

Un gran número de familias, en el elegante y vistoso traje de paseo, y en sus carruajes descubiertos, se habían establecido en varios parajes del campo. El sobresalto y la inquietud, la curiosidad y la desconfianza dividían la atención del inmenso concurso; pero la reputación del aeronauta aseguraba el éxito, que un cielo sereno parecía complacerse en facilitar.

Se lamenta el escritor de que su espíritu se dejase llevar por los vítores de la muchedumbre, imposibiliándole disfrutar del suceso como científico, pero al mismo tiempo se perdona pues la majestuosidad del hecho en sí mismo favorece a los deslumbramientos y la euforia.

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La primera visión ante los globos variaba en cada persona, pero la mayoría solía huir al verlos.

Finalmente se perdió el aeronauta entre las nubes y la noche acechante, el descenso se produjo en un campo de piñas y allí le recibieron distantes varios guajiros de la zona, quienes se mantuvieron confusos ante la visión del artefacto volador y los gritos de Robertson, exigiendo ayuda. El más valiente de todos se acercó a la figura que tenía forma y voz humana, a pesar de las instancias del cura presente en el lugar, reconociendo a un hombre en apuros y desapareciendo el terror del alma de los sorprendidos guajiros.

Robertson, José María Heredia y la tradición aérea cubana

El éxito total de la primera ascensión habanera dedicada a la reina consorte Josefa Amalia -segunda esposa de Fernando VII- desató la fiebre aerostática en la ciudad como antes ocurriera en Europa y Estados Unidos. Durante una semana no se habló de otra cosa en La Habana, los vecinos y la prensa mantenían vivos el «miércoles fascinante«.

Los hacendados convirtieron a Eugene Robertson en la gran atracción de sus convites y le colmaron de regalos, algunos de ellos para que colocase en el globo. Destacó además la sencillez del aeronauta que se dejó ver en zonas menos nobles de la ciudad convirtiéndose en el héroe de todos.

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Una imagen de Eugene Robertson y su globo, el audaz aeronauta responsable de la primera ascensión en globo habanera tenía por costumbre usar varias banderas en sus presentaciones para agitarlas en el aire, el público desconocía que de esta forma comunicaba a sus ayudantes cuestiones como el viento y dirección que tomaba el globo.

Preparó otra ascensión a precio de quince mil pesos oro y dejó en la ciudad a uno de sus ayudantes, Adolfo Theodore, que se encargó de elevarse por los cielos habaneros y matanceros en los años siguientes, quien además para dejar constancia de sus ascensiones publicó el primer folleto dedicado a la aeronáutica en Cuba.

Volviendo a Eugene Robertson y sus proezas, previo a su primera ascensión en México le encargó al poeta José María Heredia -por intermedio quizás del General Barrera, mecenas del proyecto-, la traducción de un folleto que contaba las audaces presentaciones del aeronauta por Europa, Nueva York y Cuba. El cubano, además de la traducción, inscribió en el pequeño libro algunas notas de traducción que demuestran los conocimientos que tenía del novedoso suceso, permitiéndose rectificar al autor Le Roch algunos detalles.

Como es sabido la fiebre del globo se enraizó en Cuba, pero nadie consiguió igualar la desventura del más famoso de todos, el sombrerero Matías Pérez, aunque quizás el lector no sepa que el primer derribo antiaéreo de la historia también ocurrió en el país.