El monumento a Colón en el Parque Central de La Habana no llegó a embarcarse hacia las tierras del «Nuevo Mundo», quedando en suelo europeo una obra que pretendía rendir tributo al Gran Almirante junto con el sepulcro donde se guardarían sus restos mortales en la Catedral de La Habana. Todos estos tributos se enmarcaban dentro de las celebraciones por el IV centenario de la expedición colombina que unió ambos mundos.
El Gobierno Colonial, en la forma del Ayuntamiento de La Habana, realizaba otro homenaje al marinero -que parece ser no llegó nunca a la zona occidental de la isla-, pues además de la estatua que se conserva en el interior del Palacio de los Capitanes Generales, el sepulcro de la Catedral, el cementerio en su honor, existieron otros proyectos de monumentos no realizados como este que mencionamos y el Montalvo de 1850.
Sin embargo, aquel conjunto escultórico que debía recibir acomodo en el Parque Central de la ciudad en 1892, terminaría siendo inaugurado ya en el siglo XX en Valladolid, lejos del emplazamiento original habanero que hoy ocupa la escultura del Apóstol de la independencia cubana, José Martí; y que en aquel momento estaba ocupado por una estatua de la destronada Isabell II (la misma que los habaneros bajaron tres veces), quien había dado nombre también a la Alameda de Extramuros (Paseo del Prado) y al parque donde estaba su estatua.
El monumento a Colón en el Parque Central de La Habana
Sería el escultor sevillano Antonio Busillo el galardonado con el encargo de realizar el monumento a Colón del Parque Central de La Habana. Para ello se le concedió un premio que duplicaba los cincuenta mil pesos (posteriormente aumentado hasta ciento cincuenta mil) que se le otorgaron a Arturo Mélida (encargado del sepulcro), y quedando convenido un plazo igual de ajustado para su inauguración.
Las complejidades de realizar los modelados en barro, conseguir la aprobación de los inspectores en España antes de la fundición y enviar el monumento a La Habana desde dos locaciones distintas -las esculturas serían forjadas en bronce por “Thiebaut Frères, fondeurs” en París mientras que el basamento se realizó en Pontevedra-, fueron cuestiones logística insalvables para la época, que provocaron la dilatación en el plazo de entrega.
Pese a la urgencia con que se quería realizar este homenaje al almirante cuatrocentista, el inevitable retraso fue entendido por las autoridades de la Isla, que viendo lo imposible de montar en La Habana en la fecha de octubre de 1892, decidieron dar el margen de tiempo necesario a los artistas para la entrega de sus respectivos conjuntos escultóricos.
Pero si algo no podían controlar entre las dilaciones propias de la época, ni unos ni otros, era el grito independentista cubano del 24 de febrero de 1895. La rápida respuesta militar del gobierno central de Madrid paralizó casi por completo el resto de envíos a la isla que no tuviesen un fin militar u oficial, así las distintas obras artísticas que habían sido encargadas por el Ayuntamiento de La Habana (y abonadas a los artistas) permanecieron a la espera de la resolución del conflicto.
Este retraso fue notablemente nefasto para la colocación del monumento a Colón del Parque Central de La Habana, que además perdió en 1896 a su creador, Antonio Susillo, cuando en su Sevilla natal se quitaba la vida de forma sorprendente1. El talentoso escultor, llamado posteriormente «el Bécquer de la escultura» por la renovación que trajo a la escultura andaluza, dejaba así huérfana una obra que aún no había sido terminada y que se encontraba diseminada por distintos talleres.
El monumento que nunca llegó
Si el de Arturo Mélida, no sin algunos azares, consiguió llegar a La Habana, y ser inaugurado modestamente el 19 ó 20 de marzo de 1898, el más monumental y complejo de mover de Susillo no tuvo la ocasión de cruzar el charco atlántico y quedó a buen resguardo en los lugares de fundición y ensamblaje a la espera de una decisión final sobre el conflicto cubano.
Viendo que la resolución autonómica fracasó y que los Estados Unidos de Norteamérica se involucraban en la guerra parecía conveniente que el conjunto escultórico se mantuviese en Europa y así ocurrió. En el año 1900 fueron expuestos en París las piezas escultóricas individuales, y tras un proceso de debate nacional, fue designada la ciudad de Valladolid -donde falleció Cristóbal Colón en 1506- como el destino final del monumento a Colón.
El Ayuntamiento vallisoletano se encargó de cubrir los gastos a los herederos de Busillo, del traslado e instalación de la obra. El propio rey Alfonso XIII colocaría la primera piedra en 1903 y apenas dos años después, el 15 de septiembre de 1905, quedaba inaugurado el conjunto escultórico.
Detalles del conjunto
El modelo original de Susillo fue respetado por los miembros del jurado de la Academia de San Fernando, aunque señalaron algunos cambios objetivos. El primero de todos era colocar la imagen del homenajeado Cristóbal Colón en la cúspide -muy en la línea nacionalista y patriótica que subyacía en la liturgia de estos monumentos españolizantes en territorio americano- del conjunto en detrimento de un aborigen americano como había colocado el escultor.
“una barca colocada sobre el globo, combatida por una ola. Esta barca lleva la Fe, conduciendo a un joven indio, que simboliza, el Nuevo Mundo, descubierto bajo la égida de la Cruz”
Detalle del proyecto original de Susillo que fue modificado por valores más patrióticos
El resto de las ideas enunciadas por Susillo recibieron loas entusiastas y algunas ligeras correcciones. De estos elementos, sin desmerecer al resto, el que fue modificado para ganar importancia en el conjunto fue el león de Castilla que arranca el NON -del lema monárquico de la época (NON PLUS ULTRA – «el no va a más», usado para enunciar que algo ha llegado a su máxima capacidad de rendimiento o expansión en referencia a la unión de los Reinos Católicos de Castilla y León, cristalizando su poder en la península con la conquista de Granada)-.
Este gesto del león demuestra la importancia que supuso para la corona «el descubrimiento» de Colón y la reclamación por parte de esta de dichos territorios, expandiendo el dominio como nunca antes, de ahí que el jurado pidiera una modificación que lo situase en posición más dinámica. Toda vez que este viaje fue el suceso definitivo que llevó a la sustitución del lema real NON PLUS ULTRA por PLUS ULTRA («Más allá») que aún acompaña a la corona Real Española.
En la obra existían además otros elementos simbólicos que ilustraban el viaje en sus distintas etapas, y que junto a las cuatro estatuas situadas en los extremos, representan las vicisitudes -y fortalezas-, a las cuales Cristóbal Colón se enfrentó – y aferró-, para demostrar su concepción de la esfericidad terráquea y que llevaron a los Reyes Católicos a apoyar (no sin recelos) el viaje.
1- Aunque el insigne intelectual cubano Eugenio Sánchez de Fuentes y Peláez (esposo de Dulce María Borrero) insiste en que los problemas para cobrar parte del premio concedido a Susillo -para finalizar la obra- fue el motivo de que este se quitase la vida, otras fuentes son menos precisas y señalan ya sufría de una pertinaz depresión, que se había iniciado con el fallecimiento de su primera esposa y que la ambición de la segunda acrecentó.
Tras el suicidio se suelen encontrar decisiones muy particulares, pero pocas veces son sucesos individuales los que impulsan a una persona a tomar dicha decisión. En el caso singular de Susillo hay que consignar que era un escultor famoso y con grandes amistades (apadrinado desde joven por la familia Real Española), y aunque es cierto que durante un tiempo los problemas que enfrentó para finalizar el monumento maldito de Colón y los pagos no recibidos, habían sido manejados como principal motivo del suicidio del escultor, tesis actuales le han restado importancia a este suceso en particular.
Trackbacks/Pingbacks