Mario Romañach Paniagua fue un arquitecto cubano, considerado por muchos especialistas como el mejor de su generación y del siglo XX cubano.
Nació en La Habana en diciembre de 1917, dentro de una familia de artistas, pues su tío Leopoldo Romañach es, sin dudas, uno de los grandes pintores cubanos de todos los tiempos. Estudió Arquitectura en la Universidad de La Habana, donde participó, junto a otros compañeros de la facultad en la famosa «quema de los Vignolas» que expresó una declaración de principios y compromiso de la nueva hornada de arquitectos cubanos con los nuevos lenguajes arquitectónicos.
Tras licenciarse trabajó junto a su profesor Pedro Martínez Inclán y su antiguo compañero de clases Antonio Quintana Simonetti en el proyecto del Barrio Obrero de La Habana, donde aplicaron sobre sus bloques de apartamentos, mercados, escuelas y espacios público)s, los principios de un Racionalismo que comenzaba a imponerse en la arquitectura cubana.
Mario Romañach y el genio de la arquitectura moderna
En 1945 fundó, junto a su colega Silverio Bosh, el estudió «Bosch y Romañach» que perduró por una década y con el cual proyectó numerosas obras en la capital cubana, entre ellas las residencias de José Noval Cueto (1949) y Evangelina Aristigueta de Vidaña (1953) por las que recibiría sendas Medallas de Oro del Colegio de Arquitectos de Cuba.
Proyectaría también en esos años, dentro del lenguaje moderno, la Peletería California en la calle Galiano, la Tienda “Flogar”, el departamento de Josefina Odoardo en la calle 7ma, entre 62 y 66, Miramar; el edificio de Oswaldo Pardo en 98 entre 5ta F y 7ma y el edificio de Guillermo Alonso en 8 entre 5ta y 7ma; entre otros muchos inmuebles.
Por encargo del Ministerio de Obras Públicas y la Junta Nacional de Planeación, Mario Romañach participó, junto al arquitecto catalán José Lluís Sert en la elaboración del Plan Piloto de La Habana, el más ambicioso de los planes de desarrollo de la capital cubana, que buscaba la modernización de la ciudad y su transformación en un gran polo turístico.
Dentro de este Plan Piloto, Mario Romañach diseñó, junto a José Lluís Sert y Gabriela Menéndez el nuevo Palacio Presidencial, que nunca llegaría a construirse y que se situaba en la orilla este de la bahía, muy cerca de las fortalezas del Morro y La Cabaña. Además de este es necesario destacar otros proyectos que no llegaron a realizarse como: el Banco Núñez en Calle San Lázaro e/ Belascoaín y Márquez González, un complejo residencial de la Habana del Este, una Ciudad Satélite de Columbia para diez mil habitantes, etc.
Inconforme con la radicalización del gobierno cubano tras el triunfo de la revolución de 1959, Mario Romañach decidió abandonar el país y exiliarse en los Estados Unidos. En el país norteño, donde le fueron reconocidos su prestigio, talento y trayectoria, ejerció como docente en las universidades de Harvard – allí llegó gracias a las recomendaciones de Walter Gropius, a quien había conocido Mario en su estudio de La Habana, luego que el arquitecto y urbanista alemán se presentara en él sin invitación para declararse admirador de la obra del cubano -, Cornell y Pensilvania (donde llegó a ser decano de la Facultad de Arquitectura).
A pesar de no tener una formación como docente, la enseñanza se le dio muy bien Mario Romañach; tan bien, que llegó a ser uno de los profesores más queridos de la Universidad de Pensilvania y donde años más tarde se crearían en su honor las becas Mario Romañach, destinadas a los más sobresalientes entres los estudiantes de Arquitectura.
Su relación fue siempre, particularmente afectuosa, con los estudiantes latinos, muchos de los cuales se convirtieron en sus ayudantes. Con varios de ellos, convertidos ya en profesionales, tendría luego, en la década del 70, Mario Romañach, un papel relevante en la creación de la carrera de Arquitectura de la Universidad Simón Bolívar de Caracas, Venezuela.
Mario Romañach Paniagua falleció en Filadelfia, Estados Unidos, el 8 de marzo de 1984 a la edad de 66 años.
muy importante divulgar la labor profesional y artística de muchos de los arquitectos cubanos que diseñaron, construyeron, investigaron y educaron en la profesión y en la vida, aqui en Cuba y allá en otras plazas donde se asentaron y fueron reconocidos por su capacidad y demostrada labor.
Es una generación, esa, la de los 50, llamada por el gobierno revolucionario en el poder, a renunciar al ejercicio privado de la profesión y colaborar, trabajar, en los planes sociales que se querían impulsar, pero no todos estubieron de acuerdo a las nuevas ideas ciertas unas, otras muy falsas y bueno, unos se quedaron y otros marcharon fuera del país.
MUY Impòrtante es que la vida y las obras de todos, del antes y después, se conozca e ilustre como corresponde a profesionales ARTISTAS arquitectos y urbanistas CUBANOS.
Gracias por mantenerlos vivos, lo dijo Marti: «Lo que funda y restaña debe amarse» y dijo más»la nobleza del hombre es la memoria»