Reseña sobre Lucho Gatica en La Habana tomada del libro «Letra con música de fondo» de Ciro Bianchi Ross.

Hace poco un amigo chileno me contaba de su conversación reciente con Lucho Gatica. El afamado bolerista, con casi 90 años de edad y radicado en Miami, evocaba con alegría y nostalgia sus días cubanos. No podía ser de otro modo, porque Lucho fue un ídolo en la Cuba de la década del cincuenta. Baste decir que en el hit parade de 1958 —dado a conocer el 21 de diciembre de ese año— tres piezas interpretadas por él aparecen entre las catorce seleccionadas. Ellas son: Picolissima serenata, de Renato Carossone; Allá tú, de Álvaro Carrillo y Regresa a mí, de Carmen Lombardo.

Lucho vino por primera vez a La Habana en 1954, contratado por Radio Progreso, La onda de la alegría. Era poco menos que desconocido. El éxito que cosechó entonces le sirvió de pasaporte en la capital mexicana, donde consolidó su fama.

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Lucho Gatica (segundo de izquierda a derecha) junto a otros artistas como Celia Cruz (3), Rolando Laserie (4), Armando Manzanero (5) y Lucecita Pérez (6). Foto de los años 60.

Gaspar Pumarejo lo trae en 1957 para que se presente en su Escuela de Televisión, que sale al aire en las noches por el Canal 2-Tele Mundo. Es el momento cumbre de Lucho Gatica en la Isla. Cristóbal Díaz Ayala considera:

Tenía Pumarejo un instinto innato para contratar artistas. O traía figuras en el apogeo de la fama, como Sarita Montiel o Liberace o buscaba figuras hasta entonces prácticamente desconocidas y las convertía en ídolos, como hizo con Lucho Gatica, Paco Michel y Luis Aguilé

Pumarejo, que fue el pionero de la televisión en Cuba, poseía una extraordinaria capacidad publicitaria y era capaz —afirman los que lo conocieron de cerca—, de perfeccionar una idea ajena y llevarla hasta sus últimas consecuencias. Sus programas carecen del boato de los de la CMQ, no son El cabaret Regalías, con Rolando Ochoa como animador; ni Jueves de Partagás, con Enrique Santisteban; tampoco cuenta con el capital ni la influencia de Goar Mestre, el magnate de Radiocentro, pero es simpático, convence, y a la gente le gusta lo que hace, se mete siempre al público en el bolsillo. Es un hombre capaz de hacer un espectáculo con el pan con chorizo —el choripán— que reparte en el estudio.

Un día Pumarejo tiene una de sus ideas geniales. Decide traer a La Habana, con todos los gastos cubiertos, a treinta músicos del patio que andan dispersos por el mundo a fin de que participen aquí en una jornada que llevará el título de: Cincuenta años de música cubana. En el grupo vienen Machito, Vicentico Valdés, Antonio Machín, Zenaida Manfugás, Chiquito Socarrás… Acude, entre otros, Antonio Picallo, que puede reencontrarse con su madre tras veintisiete años sin saber una palabra acerca de ella. Pumarejo decide agasajarlos con un acto multitudinario en el Gran Stadium del Cerro, actual Latinoamericano, el 24 de febrero de 1957.

Allí está Lucho Gatica que es, en esos días, la estrella de los programas televisivos del empresario. Llegado su turno, Pumarejo pregunta a Lucho el tiempo que lleva sin ver a su madre e indaga sobre cuándo volverá a hacerlo. «Hasta enero», responde el artista, que es cuando puede viajar a Chile. El empresario le tiene una sorpresa. Dice que ha hecho una conexión en cadena y el cantante podrá ver a su madre por televisión. En efecto, la señora, con el rostro muy serio, aparece en una pantalla gigante y le habla a su hijo. Lucho se frota los ojos, no da crédito a lo que está pasando, y Pumarejo, sin darle tiempo a reaccionar, devela el truco: su progenitora está allí mismo, en el estadio, porque fue traída en secreto desde Chile.

Llora Lucho Gatica. Llora la madre. Llora Pumarejo. Lloran las treinta mil personas que colman el recinto. Lloran los televidentes. Llora el escribidor que entonces era un niño. El hombre del choripán es el héroe de la jornada.

SALTO A LA FAMA DE LUCHO GATICA


Se confunden las fechas de las visitas y tal vez los protagonistas y el orden en que se grabaron las canciones. Lucho vino varias veces y en ocasiones pasó aquí largas temporadas. Parece que fue Olga Guillot quien propició su primer viaje a La Habana. La mujer que inspiró a René Touzet su muy célebre bolero La noche de anoche, lo escuchó cantar en Chile y se maravilló. Lucho, que daba sus primeros pasos en el bolero, cantaba entonces tangos, cuecas y otros aires folclóricos de su tierra.

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Lucho Gatica, Lucecita Pérez, Celia Cruz y Rolando LaSerie, de derecha a izquierda, en los 60.

Cantó para ella acompañándose con su guitarra, y Olga, a capella, interpretó para él boleros de José Antonio Méndez y César Portillo de la Luz. La Guillot pidió a su representante Eugenio, Tito, Garrote que gestionase a Lucho un viaje a Cuba que era, en la época, el sitio obligado de un artista para saltar a la fama.

Él se entusiasmaría con el filin, y terminaría grabando boleros como Delirio, La gloria eres tú, Contigo en la distancia (…)» recordaba la cubana años después. Y él, complacido, rememoraba: Olga decía que ella y yo éramos los reyes del bolero.

Se presenta en el Montmartre, el fastuoso cabaret de 23 y P, en el Vedado, como parte de un elenco en que también figura Edith Piaf. Hace luego una larga temporada en el Parisién del Hotel Nacional, donde lo acompaña al piano Frank Domínguez, de quien grabará Tú me acostumbraste. Graba además, con el respaldo del cuarteto de Aida, No puedo ser feliz, de Adolfo Guzmán, y Por nuestra cobardía, de José Antonio Méndez. Para estos dos números tiene al piano a Frank Emilio, al que años después evocará como «un músico tremendo, maravilloso».

Llevó al acetato piezas de no pocos compositores cubanos como Tania Castellanos (En nosotros), José Antonio Méndez (La gloria eres tú y Novia mía), Portillo de la Luz (Delirio), René Touzet (La noche de anoche), Pedro Junco (Nosotros), Osvaldo Alburquerque (Triste condena)… De Urbano Gómez Montiel graba Canta lo sentimental, que le llega gracias a Bola de Nieve. La interpretan también en Cuba Portillo Scull, Gina León y Elena Burke. Lucho la convierte en un éxito, aunque la versión del cubano Roberto Ledesma fue la más difundida en América.

Interpreta asimismo Total. Su autor, Ricardo García Perdomo, la había mantenido inédita durante más de una década, y cuando la suelta es el acabose. En diciembre de 1959, el mismo año en que sale al mercado, ese tema acumulaba la insólita cifra de cuarenta versiones, entre ellas las de Bertha Dupuy, Olga Guillot, Fernando Álvarez… Ñico Membiela vende quince mil copias de su grabación de Total, y otro cubano, Celio González, en México, cincuenta y tres mil copias en solo tres meses. La graba también Lucho Gatica, aunque al cabo de los años reconocerá a Contigo en la distancia, de Portillo de la Luz, como su primer gran triunfo discográfico. Por cierto, al grabarla cambió la letra, no el sentido, de uno de los versos, lo que el autor, hombre ácido y arisco, no demoró en echarle en cara. No puedo ser feliz y Por nuestra cobardía también marcaron hitos en su carrera, según confesión propia.

De izquierda a derecha: Celia Cruz, Lucho Gatica, dos personas sin identificar, Tina, esposa de Rolando Laserie y Guillermo Álvarez Guedes. De pie un integrante del dúo Los Casanovas y Rolando Laserie. Años 60.

Otros éxitos en su carrera fueron Reloj, La barca, Historia de un amor, La puerta, Vanidad, Espérame en el cielo, Sinceridad, Encadenados… De Agustín Lara interpretó Solamente una vezSantaNoches de VeracruzMaría Bonita. De Armando Manzanero, que fue su pianista acompañante, popularizó Voy a apagar la luz. Resulta imposible para el escribidor dejar de mencionar sus versiones de Bésame mucho, de la mexicana Consuelo Velázquez, y No me platiques más, del también azteca Vicente Garrido. Lucho se la escuchó a Bola de Nieve y se enamoró de la pieza. La cantó e hizo suya para siempre. Diría refiriéndose a ella:

Esa es la canción que me identifica, es la canción mía. Todo el mundo que me ve en la calle, me canta: No me platiques más.

El chileno fue presentado en Cuba como «la nueva voz del bolero». Lo cierto es que La Habana, con sus grandes cabarets, canales de televisión, empresas disqueras y publicitarias, sus luces y noches sin fin; le cambió el ritmo a la vida del artista. Afirman especialistas que Lucho no asumió el bolero de la forma tradicional ni a la manera del filin. Lo suyo era puro romanticismo, una invitación constante a intimar. En lugar de cantarlas, acariciaba las letras y rozaba provocativamente sus labios con el micrófono.

Yo cantaba de una manera sensual», admitiría más tarde. Y la crítica valora: No hubo quien no soñara y se enamorara con su voz profunda y armoniosa.

Siempre ha dicho que ama profundamente a Cuba. De cualquier manera, su fama saltó de La Habana a México, Venezuela, Argentina y Perú. En Brasil sus éxitos fueron apoteósicos y se extendieron a España, Portugal y lugares más distantes como Filipinas, Japón y Medio Oriente. En 1966 se calculaba que había vendido unos veintidós millones de discos, pese a que desde 1961 un desgaste en las cuerdas vocales que se recrudecería con los años, lo obligó a reducir la frecuencia de grabaciones y la intensidad de los espectáculos en vivo.

50 CANCIONES INMORTALES


Luis Enrique Gatica Silva —Lucho Gatica— nació en Rancagua el 11 de agosto de 1928. Era uno de los siete hijos del matrimonio de Agustín, pequeño agricultor y comerciante, y Juana, amante de la música. La muerte del padre, en 1933, provocó que la familia conociera todo tipo de privaciones. Cursó estudios en colegios de los hermanos Maristas y matriculó en una escuela técnica para hacerse mecánico dental, clases que concluyó, aunque nunca ejerció el oficio. Ya se inclinaba hacia la música, y un disco con aires folclóricos chilenos, grabados a dúo con su hermano Arturo, le abrió espacios en emisoras locales.

Desde entonces grabó unos veinte álbumes discográficos, entre ellos el que lleva el título de 50 canciones inmortales (2002). En 2013 presentó su disco Historia de un amor, donde a dúo con figuras de la música mundial como Laura Pausini y Nelly Furtado, interpretó nuevas versiones de viejos boleros. Participó en quince películas, casi todas filmadas antes de 1960 en México, país donde hizo además mucha televisión. Los escritores peruanos Mario Vargas Llosa y Alfredo Bryce Echenique evocan en varios de sus libros la figura de Lucho, sus visitas a Lima y la significación que para ellos tuvieron sus canciones.

Lucho Gatica se casó tres veces y tiene siete hijos. En el año 2000 su Rancagua natal le rindió homenaje. En el 2002 fue honrado en el XLIII Festival Internacional de la Canción de Viña del Mar, pero su voz, ya en decadencia, decepcionó al público. Poco después, el gobierno de Chile le concedió la Orden al Mérito Gabriela Mistral por el aporte realizado a la historia musical de su país. El 7 de noviembre de 2007 recibió el Grammy Latino a la Excelencia, y el 25 de enero de 2008 fue inmortalizado con la estrella número 2354 del Paseo de la Fama de Hollywood, sería el segundo chileno, después de Don Francisco, en obtener tal reconocimiento. Más recientemente se le entregó la Orden al Mérito Pablo Neruda, máxima distinción del Consejo de la Cultura y las Artes chilenas a figuras con un quehacer artístico-cultural de alcance internacional.

Los que pudimos verlo y escucharlo en La Habana de los años cincuenta seguimos recordándolo.