Gaubeca y Ucelay SA fue una empresa y fundición cubana de la primera mitad del siglo XX que fabricaba una amplia gama de artículos de hierro y bronce, que iban desde tapas para registros del alcantarillado a mobiliario doméstico y objetos de arte, como las copas y los famosos leones del Prado de La Habana, que en 1928 manufacturó a petición del Secretario de Obras Públicas, Carlos Miguel de Céspedes.
Fundada por Juan Gaubeca y Muruaga junto a Gustavo Cabrera Henna -quien vivía en Londres- en 1905, fue registrada oficialmente el 3 de mayo de 1906 como «Gaubeca y Compañía», con oficinas en la calle Obrapía No. 9, su objeto inicial fue la fabricación de camas de hierro. Luego incorporaron la fabricación de las entonces llamadas cocinas económicas. Según El Fígaro:
De esas cocinas vemos en todas partes, y de sus excelencias nos pueden decir el Palacio Presidencial, La Benéfica, la finca «El Chico» la Capitanía del Puerto, y todo nuestro ejército; que tienen en uso las «Gaubeca», estando todos acordes en manifestar sus múltiples ventajas.
Gaubeca, además de dueño mayoritario era muy conocedor de su negocio, como prueba el hecho de que ya en el mismo año 1906 comenzara a registrar varias patentes e invenciones, en los inicios en el diseño y fabricación de camas y luego extendidas a otros giros. Además de ser una de las primeras fundiciones en emplear a un número importante de mujeres, alrededor de veinte. Así se mantendrá la empresa (como Gaubeca y Compañía) – y así aparece en la marca de fabricante que grababa en sus productos – hasta mediados de los años 20 en que en que cambia su razón social a Gaubeca y Ucelay.
Según el Boletín Oficial de Marcas y Patentes de la Secretaría de Agricultura, Comercio y Trabajo, en 1926*, Gaubeca y Ucelay ya había fijado su domicilio social en la Calzada de Concha y Matías Infanzón en el reparto San Francisco, barrio de Luyanó y fabricaban camas de hierro y otro mobiliario doméstico (las mesas de la Ciudad Militar de Columbia, por ejemplo, salieron de sus talleres), etiquetas, planchas para ropa, tornillos de hierro fundido, ruedas para carretas, herramientas agrícolas, columnas, carretillas, llaves para líquidos, bisagras de hierro y de bronce, estufas, cocinas, muebles, tapas de registros y piezas para instalaciones sanitarias, entre otros.
La marca de fábrica de Gaubeca y Ucelay era un ancla con una cuerda, de doble vuelta, enredada. Sin embargo, y curiosamente, esta no aparece en las piezas más importantes que manufactura la fundición.
Además de los leones del Prado, Gaubeca y Ucelay recibieron la contrata, en competencia con las empresas extranjeras, para fundir las barandas, escaleras de caracol y faroles de los jardines del Capitolio, lo que habla de la calidad de su manufactura.
En la base de los leones del Prado de La Habana se puede leer la siguiente inscripción:
«Modelado en los talleres de la Secretaría de Obras Públicas y fundido en los talleres de la Compañía Gaubeca y Ucelay; utilizándose el material de bronce de cañones de la antigua dominación española. 1928.»
Calidad que, a priori, fue cuestionada más de una vez por la prensa de la época, pues la costumbre en Cuba había sido, hasta ese momento, importar esas piezas (sobre todo las esculturas) y se dudaba de la capacidad real de una empresa del país en manufacturarlas. Se auguraba que los leones del Prado serían horribles y Gaubeca y Ucelay sorprendieron a todos y justificaron la confianza del Dinámico Carlos Miguel de Céspedes, con ocho espléndidas piezas que terminaron por convertirse en símbolos de La Habana misma.
Todo parece indicar – como demuestra el busto del General de División Rafael de Cárdenas en el pueblo de Guanabo, obra del escultor vanguardista Teodoro Ramos Blanco – que Gaubeca y Ucelay fundieron, además, otros objetos artísticos con valor patrimonial que se encuentran dispersos por la Isla y muchos de los cuales permanecen seguramente ignorados.
Serían esos los años de oro de Gaubeca y Ucelay, pues llegaron, incluso, a ser contratados en 1933 por el gobierno de la República Dominicana para fundir el enrejado del Baluarte 27 de Febrero, lugar donde ondeó por primera vez la bandera de esa nación y que dos años después fue declarado Monumento Nacional Dominicano, además de otras obras públicas de dicho gobierno.
Gaubeca y Ucelay, los hombres detrás del hierro
Juan Gaubeca y Muruaga realizó un amplio trabajo dentro de la Asociación Vasco Navarra de Beneficencia (AVNB) de la cual fue Vicepresidente y Secretario. Esta asociación llegó a tener gran influencia en el período finisecular cubano y ayudó a posicionar a Gaubeca y Muraga dentro del gremio industrial.
Por su parte Luis Ucelay ejerció como vocal de esta misma AVNB y su hermano llegó a presidir interinamente a la AVNB. Todo indica que dentro de este ambiente de asociacionismo se conocieron ambos y de esta asociación se produce la época de mayor auge de la fundición fundada por Gaubeca.
Desafortunadamente, para Juan Gaubeca y Luis Ucelay, tras la caída de Gerardo Machado todo les iría a peor, pues no sólo se contrajo el volumen de sus negocios, sino que comenzaron a tener problemas con sus más de cien obreros, afiliados al sindicato de los metalúrgicos.
En esta súbita racha de mala suerte quizás hayan influido las relaciones que Gaubeca y Ucelay mantuvieron con la Secretaría de Obras Públicas dirigida por Carlos Miguel de Céspedes, un estigma difícil de superar en el nuevo escenario político cubano, que surgió tras la caída del régimen de Machado; pero no fue para nada la única causa de su rápido declive:
La durísima crisis económica del 29 había reducido la inversión del sector privado en la actividad de la construcción, dejando a las fundiciones habaneras muy dependientes de las contratas que obtuvieran por Obras Públicas.
Con la caída de Machado las obras públicas se contrajeron hasta llegar a casi cero y el país continuó sumido en una espiral de violencia; un pésimo ambiente para los negocios del que también fue víctima, por supuesto la Fundición Gaubeca y Ucelay.
Así, sus obreros se declararon varias veces en huelga – algunas de más de 30 días de duración – y hasta en una ocasión sonaron un petardazo en los talleres de Concha e Infanzón, como «forma de hacer razonar» a la patronal.
A todo esto se le sumó la consolidación en el mercado de otros materiales de construcción que reducían la demanda de las estructuras de hierro que durante las primeras décadas del XX habían producido profusamente las fundiciones cubanas.
Al final, la crisis económica, la violencia política del país, la imposición de leyes sociales y la propia dinámica de un sector metalúrgico cuasi manufacturero que mostraba claros signos de agotamiento, llevaron a Gaubeca y Ucelay, los orgullosos fundidores de los leones del Prado, a un penoso desenlace.
Todavía intentarían, en alianza con otras pequeñas fundiciones habaneras, evitar que se exportara del país el hierro viejo; pero el sólo hecho de que tuvieran que intentarlo demuestra que habían perdido competitividad y se encontraban obligadas a acudir al Estado en busca de la aprobación de medidas proteccionistas.
En 1936 el poder judicial les embargó a Gaubeca y Ucelay mil camas de hierro por impago de impuestos, dos años después sufrieron otro embargo por 2 500 pesos y en 1939, Juan Gaubeca fue procesado por malversación:
«(…) por haber dispuesto de la maquinaria que le fue entregada en depósito por la zona fiscal. En el auto, el juzgado le señala al procesado una fianza de 300 pesos para que pueda gozar de libertad provisional.»
La agonía de Gaubeca y Ucelay llegaría a su fin en 1939. Ese año el poder judicial dispuso el embargo y subasta de todos sus bienes para honrar las deudas que la compañía arrastraba con la casa Carrie Stockin.
El valor de sus propiedades se tasó entonces en 84 000 pesos e incluían, además de la manzana No. 7 del reparto San Francisco del barrio de Luyanó, cuatro naves de ladrillos y hierro, la fábrica de fundición, maquinarias, artefactos, utensilios, plantillas, máquinas y motores… Quiebra total.
Se pierde entonces la pista de Juan Gaubeca, pero todo parece indicar que sus descendientes se mantuvieron, por al menos dos décadas más en el giro de la fundición, aunque a una escala mucho menor, pues un tal Alejandro Gaubeca aparece en 1958 como propietario de una fábrica de camas de hierro en la calle Versalles No. 249, cerca de Boyeros y calle 100.
Tras el triunfo de la Revolución Cubana de 1959 el inmueble que ocupara la antigua Fundición Gaubeca pasó a manos del Estado cubano. Desde entonces tendría diversos usos hasta que en el siglo XXI, y ya en condiciones muy precarias sería definitivamente abandonado.
Comenzaría entonces a ser parcialmente ocupado por varias familias que adaptaron sus locales a viviendas, mientras otras naves serían utilizadas como parqueos o improvisados talleres.
La estructura de la antigua Fundición Gaubeca resultó fuertemente afectada por el tornado del 27 de enero de 2019 que arrasó la barriada de Luyanó; pero eso llevaría también a las autoridades a destinar recursos para mejorar las viviendas precarias que se habían construido en la antigua fábrica y legitimar a sus ocupantes.
* La revista El Fígaro sostiene que los talleres se encontraban en dicha dirección de la Calzada de Concha desde el inicio de la firma en 1906.
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