Fernando Pérez Valdés es el último de los grandes directores cubanos de cine. Con una obra tan única como diversa ha experimentado con éxito en los más variados géneros y sus películas han marcado hitos del séptimo arte en la Isla. Reconocido tanto en Cuba como internacionalmente, es una de las figuras de la cultura de más arraigo y prestigio en la mayor de las Antillas.
Nació en Guanabacoa, La Habana el 19 de noviembre de 1944. Estudió comercio e idioma ruso y en 1962 comenzó a trabajar en el ICAIC como asistente de producción y traductor.
Poco más de una década le llevó a Fernando Pérez sentarse en la silla del director, y lo hizo como documentalista. Entre 1975 y 1987, en que dirigió su primer largometraje, sumó más de una decena de cortos y numerosos Noticieros ICAIC.
Fernando Pérez: Director de cine
Esa larga experiencia en las «categorías inferiores», propiciaron que su estreno como director en la pantalla grande fuese por todo lo alto: Su ópera prima «Clandestinos» – una película de acción estrenada en 1987 que retrata de forma dramática la lucha de un grupo de jóvenes contra la dictadura de Fulgencio Batista – está considerada, en justicia, como uno de los mejores filmes cubanos de todos los tiempos.
A «Clandestinos» siguieron otras películas memorables como «Hello Hemingway» (1990), «Madagascar» (1994), «La vida es silbar» (1998), «Suite Habana» (2003) y «José Martí: el ojo del canario» (2010), entre otras. Con todos esos filmes, Fernando Pérez se revelaría como un innovador del séptimo arte, un inquieto rompedor de moldes, tan interesado en que el espectador se cuestionase su realidad como el producto artístico final.
Prueba de la huella que en el cine cubano ha dejado Fernando Pérez la constituye la encuesta especializada que en 2019 realizó el ICAIC con motivo de sus 60 años [1], en la que pidió a críticos de cine e historiadores del séptimo arte seleccionar las 20 mejores películas de la Isla en todos los tiempos. En la lista final resultante quedaron incluidas cuatro películas del cineasta: «Madagascar», «Clandestinos», «José Martí: el ojo del canario» y «La vida es silbar»; cinco si se incluye, además, «Suite Habana», que fue seleccionado como el mejor entre todos los documentales.
Tras la desaparición física de leyendas del séptimo arte en la mayor de las Antillas como Titón, Pastor Vega, Enrique Pineda Barnet, Humberto Solás, Julio García Espinosa y Juan Carlos Tabío; Fernando Pérez ha pasado a ser considerado, con toda justicia, como la última leyenda viva del cine cubano.
La Habana en Fernando Pérez
En el cine de Fernando Pérez, La Habana ha tenido siempre un lugar cimero. Ha sido el trasfondo de la gran mayoría de sus filmes, y ha través de las aspiraciones de los habaneros ha construido la delicada y explosiva complejidad de sus personajes. La capital de todos los cubanos, como ha asegurado en más de una ocasión, lo ha ayudado siempre a sentirse creativo:
«Algo pasa; siento que pertenezco aquí, me siento creativo. Querría vivir 3.000 años sólo por curiosidad de saber cómo será La Habana…»
INSUMISAS
Vi el film sobre la vida de la médico Enriqueta Favez con sumo interés.
Soy cubano, soy historiador y trabajé hace muchos años sobre aspectos económicos de la historia de Baracoa.
La película, como suele ocurrir en el cine cubano, está sumamente ideologizada. Por eso, si trata sobre un hecho del siglo XIX debe posicionarse contra la esclavitud, contra la discriminación del negro y contra España, o el colonialismo español [que nunca esta línea queda bien fijada y por eso los cubanos confunden la política, los sistemas, con nación y nacionalidad].
Y así se usan esquemas repetidos hasta el cansancio.
La esclavitud de plantación, la trata masiva de negros africanos como esclavos, comenzó en el siglo XVII por Haití y las colonias inglesas u holandesas.
Ese fenómeno es en Cuba tardío, comienza en la década de 1790 y alcanza su punto más álgido alrededor de 1840.
Antes de 1790 Cuba era tabacalera y el tabaco no lleva esclavos por lo que su cifra era moderadísima, como los que podían existir en El Salvador, por poner un ejemplo.
Pero las películas del ICAIC si hablan del siglo XVIII tratan la sociedad como si fuera la de 1840, pues, para ellos, todo lo ocurrido antes del siglo XX era idéntico.
Y la sociedad cubana en estos cinco siglos cambió de composición y economía dramáticamente varias veces.
En Baracoa nunca hubo mercado de esclavos ¿para qué? porque su economía no era de plantación, como tampoco ocurrió en Pinar del Rio porque el tabaco no lleva esclavos.
El aislamiento de Baracoa se debe a su débil economía de exportación de plátanos y cocos. Baracoa no era Matanzas con una muy pujante economía azucarera donde si, en el siglo XIX, la plantación alcanzaría su cota más alta.
La población de Baracoa, más en el siglo XIX, era chola, es decir mestizos de indios y españoles. Muy diferente al resto de Cuba. Aun hoy Baracoa nos deja con un sabor centroamericano que no se ve en el resto de Cuba. Era una ciudad muy pobre, por lo que era ideal para esconderse.
Pero el argumento de INSUMISAS descansa en esclavos apalencados y cimarrones y asi era Matanzas pero ni imaginar esto en Baracoa.
Por eso, por esa falta de rigor en el campo histórico, no me pareció una historia auténtica. Los films de época deben contar con un buen asesoramiento, no con un funcionario del Partido que asegure la doctrina.