En la Avenida 1ra y calle 10 del aristocrático reparto Miramar se al alza el Teatro Karl Marx, colosal sala de espectáculos que ostenta un nombre demasiado «proletario» para el lugar donde se encuentra.

Se construyó a finales de la década del 40 del siglo pasado, financiado por el empresario y senador de la República Alfredo Hornedo, hombre de enorme fortuna que también mandaría a edificar en los cercanos lotes de su propiedad colindantes con el mar, el Casino Deportivo y el Hotel Rosita de Hornedo.

De más está decir que el nombre de Karl Marx ni le pasó por la cabeza a un capitalista de raza como era el «muy ilustre senador Hornedo» (así le llamaban siempre en el periódico El País que era de su propiedad). Cuando finalmente la modernísima sala abrió sus puertas el 30 de diciembre de 1949 lo hizo con el nombre de Teatro Blanquita.

Teatro Blanquita (Hoy Teatro Karl Marx)
Publicidad del Teatro Blanquita en el que se anuncia como «el más grande del mundo»

Del Teatro Blanquita al Teatro Karl Marx

Alfredo Hornedo decidió bautizarlo de esa forma en honor a su fallecida esposa Blanca Mauri, que, según múltiples testimonios, había sido una mujer buena y caritativa.

El Teatro Blanquita fue inaugurado con el espectáculo «De París a New York» de la compañía de revistas de Lou Walter y desde su apertura se convirtió en uno de los lugares de moda de la aristocracia cubana opacando a las salas de La Habana.

Hornedo, que cuando construía lo hacía a lo grande, le entregó a la ciudad una sala a la altura de las mejores del mundo. No sólo contaba el Teatro Blanquita con 6 600 lunetas (500 más que el Radio Hall de Nueva York) lo que lo convertía en el más grande del orbe, sino que poseía lujos como una cafetería con capacidad para 200 comensales y extravagancias como una pista para patinaje sobre hielo.

Tras el triunfo de la Revolución Cubana de 1959, Alfredo Hornedo abandonó el país y el Teatro Blanquita fue nacionalizado por el Gobierno de la Isla.

Si bien nadie podía negar que Blanca Mauri había sido una buena mujer, igual procedía de la «clase equivocada» y su nombre representaba una evocación constante al siquitrillado senador Hornedo, por lo que, a comienzos de la década de 1960 decidieron cambiar la marquesina y la sala dejó de llamarse Blanquita para convertirse en el Teatro Chaplin.

Tres lustros se mantuvo con ese nombre (del que curiosamente pocos se acuerdan) hasta que el 17 de diciembre de 1975, fecha en que se convirtió en sede de las sesiones del Primer Congreso del Partido Comunista de Cuba, apareció con el nombre de Teatro Karl Marx.

Haber realizado el congreso de los comunistas cubanos en un teatro que llevara el nombre de un norteamericano (por más que Charles Chaplin haya sido un hombre progresista, que lo fue y mucho) hubiese sido un sacrilegio que el momento político que vivía el país no podía permitirse.

¿Por qué se le llamó Teatro Karl Marx y no Teatro Carlos Marx…?

Es algo que el que esto escribe no se ha podido explicar nunca (porque igual todo el mundo en Cuba le llama «Carlos» y no «Karl», pero bueno…) debe estar seguramente relacionado con lo que se apuntaba más arriba del exceso de entusiasmo político que se vivía en ese momento y que confundía hasta los idiomas.

Como sea, lo cierto es que a partir de entonces el flamante Teatro Karl Marx se convirtió en uno de los puestos de mando del Partido Comunista de Cuba y el Gobierno de la Isla, a la hora de realizar reuniones y actos políticos que demandaran un gran aforo.

Así sería, un monopolio casi exclusivo del Teatro Karl Marx, hasta que poco menos de cuatro años más tarde, con motivo de la VI Cumbre del Movimiento de Países No Alineados se inauguró el Palacio de las Convenciones, al que se trasladarían la mayor parte de las actividades políticas y protocolares del Partido y el Estado.

Recuperaría entonces el Teatro Karl Marx (que mantuvo y mantiene hasta el día de hoy el nombre adoptado en 1975, con K incluida) gran parte de la programación cultural, convirtiéndose en uno de los espacios preferidos de los habaneros.

Inauguración del Teatro Blanquita (luego Teatro Chaplin, luego Teatro Karl Marx)