Reseña sobre los novios de sillón escrita por Emilio Roig.

Aunque Carlos de la Torre, el sabio naturalista cubano, discípulo de Poey, ha llegado a descubrir y clasificar setenta y dos especies distintas de novios, hoy voy a ocuparme solamente de una de ellas, la más antigua, conocida y numerosa: la de los novios de sillones.

Y si los métodos científicos modernos aconsejan que a los animales se les estudie en el sitio o región donde más frecuentemente habitan, podré con los novios de sillones seguir fácil y cómodamente este sistema, pues introducidos, al decir de un historiador, en 1767 por la esposa del entonces Gobernador de Cuba Don Antonio M. Bucarely, que tenía una hija en edad de merecer, se extendieron en seguida y propagaron después por toda la isla, a tal extremo que es muy difícil encontrar hoy calle donde no existan numerosas parejas de esta especie animal.

Y es que muchos o casi todas las otras especies cubanas de novios son transitorias, viniendo a convertirse, al fin y al cabo, en lo que constituye su estado perfecto y propio: el noviazgo de o en sillones.

Nos basta, pues, para examinar y conocer esta clase de novios, con salir una noche (es especie nocturna) a recorrer cualquier calle de La Habana, deteniéndonos, como centro de operaciones, en una cuadra donde encontremos arribazón de ellos.

Aquí, en esta calle, podemos hacer alto. Hay seis casas con novios, de las que dos, por ofrecer sólo novios de ventana, no nos interesan.

Novios de ventana o novios de sillón?
Novios de ventana, modalidad parecida a los novios de sillón

Pero las cuatro restantes nos van a presentar ejemplares curiosísimos. En una de las casas hay tres parejas. ¡Admirable!

Los novios de sillones, según acabo de decir, son exclusivamente nocturnos, como las lechuzas, los murciélagos, los serenos y los basureros. Se dejan ver durante la prima noche únicamente, de ocho a once por lo general. En las restantes horas del día son seres vulgares e inofensivos.

Novios de sillones: ¿Cuáles son sus costumbres?

La novia, desde muy temprano se ha acicalado cuidadosamente, empolvándose y perfumándose pecho, cara y brazos. Completa su adorno con alguna flor, ya marchita, que la noche antes le trajo su novio.

La respetable señora mamá y futura suegra, se ha puesto su matinée o bata de por las noches, y está presta a ocupar su sitio de vigilancia.

Llega el novio; saluda a la mamá, que le contesta con un gruñido más o menos cariñoso; estrecha la mano de… llamémosla Cachita, y, si es domingo, le entrega su ramito de flores o el indispensable cartucho de bombones.

—Vamos a sentarnos —dice Cachita—. Y… (fíjate bien, lector, que en esto que voy a exponer ahora, está la base de las relaciones y el principio y fundamento de la familia, de las naciones y de la humanidad).

Cachita toma un sillón, su novio, que llamaremos Manolín, toma otro; los colocan de modo que formen, en conjunto, lo que se llama vis a vis (no conviene confundirlo con el coche llamado vis a vis, que se usa para los bautizos domingueros). Y Cachita y Manolín se sientan en sendos, aunque pequeños sillones. Acto continuo, la respetable autora de los días de Cachita, agarra otro sillón y se sitúa en la misma sala, a una distancia calculada de antemano y desde la cual se pueda distinguir con claridad el ángulo de separación que forman los cuerpos y, sobre todo, las caras de los futuros esposos.

Los sitios donde estos tres sillones —sagrados cimientos del futuro edificio del hogar— deben colocarse, varían según las condiciones del terreno y el carácter de los moradores. Si la casa tiene dos ventanas, los novios ocupan una de ellas, y la respetable señora mamá, la otra. Si ésta —la mamá, no la ventana— padece de mal de sueño, los novios distraídamente eligen algún rincón de la sala que tenga buen efecto… de sombras.

Cuando hay dos o tres parejas, se colocan como Dios les da a entender.

Así sentados, permanecen hasta las diez y media u once, en que el novio se retira. Si hace mucho calor, se paran un rato en la ventana o llaman al heladero para enfriarse un poco, sin dejar, por supuesto, de convidar a la respetable mamá.

Se vuelven a sentar, arrullándose al vaivén de los sillones, con esas mil frases y tonterías que todos, quien más quien menos, hemos repetido alguna vez en la vida. Si la respetable señora mamá da alguna cabezada, ¡ah! entonces recitan aquello que dijo Bécquer: «Por una mirada un mundo…»

Pasa el manicero, y el de los «¡tamaaales!» La respetable señora mamá hace alguna indicación:
—Dicen que ese hombre vende unos tamales muy buenos…
Y se compran tamales.
—Yo sin picante —dice la respetable señora mamá— porque ahora con el calor… Cuando era joven sí me gustaban picanticos. Pregúntale a tu padre, Cachita. ¡Qué tiempos aquellos!

Se sientan otra vez y continúan meciéndose y arrullándose, siempre bajo la vigilante mirada de la respetable mamá. Conozco una de éstas que no deja solos a los novios ni cuando van al comedor a beber agua.

A lo mejor, la mamá, en el tono más inocente de este mundo, exclama:
—¡Qué tarde debe ser ya!

Y… pero antes de pasar adelante conviene que hagamos breves consideraciones filosóficas y sociológicas.

Hemos dejado ya a Cachita, a Manolín y a la respetable futura mamá suegra en sus respectivos sillones, formando lo que, según el doctor Lanuza, suele llamarse el triángulo de las relaciones, bien distintos, por cierto, del triángulo de la familia, muy generalizado en algunos países.

¿Qué papel componen todos estos personajes vivientes y muebles?

Dos de los sillones son, desde luego, indispensables para sentarse los novios; pero tú, lector curioso, quieres saber para qué sirve el tercer sillón y su respetable ocupanta.

He meditado mucho sobre este punto sin poder hallar la solución. Las respuestas que me han dado algunas personas, tampoco me han satisfecho, pues no creo como me dijo uno de los individuos interrogados, que la respetable señora mamá se sitúe junto a los novios para vigilarlos y evitar malos movimientos (fueron sus palabras), pues ello equivaldría a confesar tácitamente que ella había educado tan mal a su hija y ésta era tan ligera de cascos, que no podía perderla de vista; o tampoco que haya que vigilar al novio, pues si no fuera una persona decente, la respetable señora mamá no lo aceptaría en su casa.

Otro me afirmó que era cuestión de guardar las formas, y realmente no he podido comprender a qué formas se refería.

En vista de esto, invito a mis lectores a que me digan, si lo saben, qué papel componen, entre los novios de sillones, la respetable señora mamá y su sillón.

(No dejes de leer el próximo artículo –en este link– para que sepas.la respuesta de los lectores)