Escuché el nombre de Lilí Martínez Griñán por primera vez de la boca del maestro Frank Fernández. La admiración que expresaban sus palabras me sorprendió, así que con 16 años decidí investigar sobre su vida pero no encontré demasiado en un era analógica, donde el internet formaba parte aún del porvenir.
Han pasado algunos años ya, y sigo echando de menos más información sobre este grandioso pianista, dueño de una fluidez y sentido armónico del instrumento dentro del contexto del son que no sorprende que un ilustre del instrumento como Chucho Valdés lo considere el mejor pianista del son cubano.
Lilí Martínez Griñán al piano
En el minuto con dieciocho segundos de Dame un cachito pa’huele con el grito de ¡Arriba Lily! -en otras canciones como Dundumbanza es ¡Habla Lily!-, le convidaba el cieguito maravilloso Arsenio Rodríguez a desatar su talento al piano en sus improvisaciones medidas del son. En esos instantes los bailadores sabían que tocaba el momento de desatarse.
Basta escuchar cualquier composición de la orquesta del tresero Arsenio Rodríguez para entender la importancia de Lilí Martínez Griñán dentro del engranaje de un formato que revolucionó el son cubano en los años 40 y comienzos de los 50 del siglo pasado.
En esas composiciones se manifiesta perfectamente el talento de Lilí Martínez Griñan, su sentido orquestal del son y la función, a modo de sostén, que le otorgaba a los arreglos de su piano; este profundo conocimiento que tuvo de la armonía gracias a sus estudios de música clásica «contaminaron» el son cubano de forma excepcional, enriqueciendo sus composiciones.
Ciertamente es injusto el olvido que se ciñe sobre su figura. Apenas existe una imagen suya tocando el piano, el conocido Concierto a tres pianos, corto grabado por Héctor Veitía con la participación de los también fenomenales pianistas cubanos Chucho Valdés y Frank Fernández, el fenomenal bajista Israel «Cachaíto» López en el bajo y el Niño Rivera en el tres. Ese vacío se ha hecho aún más profundo con el paso del tiempo.
Ahora que se toma conciencia, gracias en gran medida a las investigaciones de historiadores extranjeros, de la insondable riqueza musical de la música popular de los 40 y los 50; la figura de Lilí Martínez Griñán resulta aún más seductora, inatrapable.
Lo conocido
Nació un 19 de agosto de 1915 en la más oriental de las provincias cubanas, Guantánamo. Su hermana Ana Emilia Martínez Griñán, quien tenía una pequeña academia, le introdujo en los estudios musicales a los que su padre de origen español se opuso en un primer momento obligando al joven a continuar los estudios de forma autodidacta.
El ímpetu de Luis «Lilí» Martínez Griñán se impuso y tras formar parte de algunas agrupaciones en la tierra del Guaso, dirigiendo en 1937 «Los Champions de Lilí Martínez«, se traslada a Santiago de Cuba a probar suerte en la emisora CMKS.
El trabajo de los músicos en aquel momento se convierte en un complejo cachumbambé por lo que se ve obligado a tocar en distintas academias de baile. Este hecho le posibilitó a Lilí Martínez Griñán percibir de primera mano las necesidades musicales de los bailadores afinando el ritmo ideal para que se desaten, a través de la expresión del cuerpo, las pasiones del alma.
A Guantánamo regresaría en 1995 para ser enterrado en su tierra dado que había fallecido el 17 de septiembre de 1990 en La Habana. Siendo una figura reconocida en el oriente cubano, el Centro Provincial de la Música en Guantánamo lleva su nombre, fuera de los cerrados ambientes del son tradicional pocos conocen al maestro que acompañó con sus arreglos a Arsenio Rodríguez, Félix Chappotin, Miguelito Cuní…
La Perla de Oriente
Cuenta la leyenda que cuando el pianista Rubén González dejó la agrupación de Arsenio en 1945, para irse a un contrato en Sudamérica, a este no le quedó mas remedio que buscarse a alguien a la altura de la pérdida y llamó a Lilí Martínez Griñán.
El guantanamero Quico Brú se adjudica la unión del cieguito maravilloso y el Lilí, pero no ha trascendido más detalle de aquella fortuita unión que la llamada de Arsenio a Antonio Arcaño. ¡Ñico, mira el hierro (la perla) que traje de oriente! A lo que Arcaño, que sabía de armonía y maravillas, ripostó tras oír a Lilí Martínez Griñán al piano ¡Y qué perla, es la perla de Oriente!
Lo cierto es que cuando Lilí llegó a sentarse en el mismo piano que una institución como Rubén González, posteriormente reconocido por participar del proyecto Buena Vista Social Club -y que en 1999 grabó algunos temas inéditos de Lilí bajo el título de Son Inconcluso-, también tomaba el sitio de Lino Frías, anterior pianista y una de las grandes figuras de la Sonora Matancera durante 32 años; el sabio Arsenio tomaba un riesgo elevado. Pero como en la vida y el juego, el que no apuesta no gana, la jugada de Arsenio Rodríguez, que a falta de vista tenía un metrónomo por oído, resultó perfecta.
Manolito Simonet hizo los arreglos y reunió un trabuco tremendo para homenajear en el año 2002 a Lilí Martínez Griñán con el título Esto sí se llama querer. Del sello Unicornio/ PRODUCCIONES ABDALA
Reuniendo en once temas del guantanamero a figuras como Isaac Delgado, Mayito Rivera, Paulito FG, Manolito Simonet, Julio Padrón, Elpidio Chappottin y otros músicos y técnicos…
A esa unión, algunos creación íntegra de Lilí Martínez Griñán, debemos éxitos como Cero guapos en Yateras, No me llores más, Mami me gustó, Dame un poquito pa’huele, Alto Songo y otros reconocidos sones que acompañan el viaje imperial, camino de la leyenda, de uno de los grandes pianistas de Cuba.
Con el Conjunto de Chappottin continúa hasta 1958 cuando al regresar de una gira abandona el grupo y se une a Chocolate y sus Estrellas, del antiguo percusionista de Arsenio Rodríguez, Félix «Chocolate» Alfonso. Tras casarse en 1960 con Coralina Camiño y realizar varias asesorías en distintos grupos como Los Diablos Rojos y Luis Griñán y su Orquesta (no confundir al compositor Luis Griñán con Lilí, error que se comete usualmente dado el nombre más conocido del pianista que hizo los arreglos de Quimbombó la canción más famosa de Luis Griñán) hasta que se retira por primera vez en 1967 debido a algunos problemas de salud.
En 1977 se encontraba con Los Ases del Ritmo holguineros con los cuales colaboró, pero la salud le falló y después de un tiempo retirado de los escenarios volvió para la mencionada grabación del ICAIC con Chucho y Frank Fernández, después tocaría esporádicamente en el cabaret Las Vegas de La Habana pero nuevamente le falló la salud.
A la periodista venezolana Lil Rodríguez le dejó su testamento de vida poco antes de morir «siempre quise se como Chopin, tierno frente a la música, dulce frente al piano y romántico ante la vida«.
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