El Hospital Viejo de La Habana, primero en la ciudad que no en la Isla, estuvo ubicado entre el Convento de Santo Domingo (o San Juan de Letrán) y el espacio actual del Palacio de los Capitanes Generales.
El debate sobre la historia de este centro, su ubicación y la fecha de su fundación suscitó múltiples controversias desde los años 30 del siglo pasado cuando los historiadores Emilio Roig de Leuchsenring, Manuel Peréz Beato y la norteamericana Irene Wright publicaron una serie de artículos sobre la ciudad y su historia.
El Hospital Viejo
En las actas capitulares del Ayuntamiento de La Habana, impresas en 1937 por el esfuerzo del Dr. Roig en la página 200 del tomo I, se menciona un dato bastante significativo sobre esta edificación:
A la iglesia que se hace referencia es a la Parroquial Mayor que ocupó el sitio de la actual Plaza de Armas hasta su destrucción en 1741 (también fue demolido el antiguo edificio que acogió al Hospital Viejo y cuya edificación usaron los sacerdotes como almacenes una vez dejaron de servir a los principios médicos para los cuales fue levantado).
Volviendo al Hospital Viejo podemos inferir entonces que en la fecha de 1538 ya se encontraba construido, pero si intentamos profundizar en la fecha más exacta posible encontramos que ninguno de los tres primeros historiadores de Cuba (Arrate, Urrutia y Valdés) se tomó demasiadas molestias en describir este primitivo nosocomio.
Plano que data de 1567 de autor desconocido en cual se observan el castillo de La Fuerza Vieja, la iglesia Parroquial (en el centro con una cruz en la zona izquierda) y a su costado izquierdo un edificio más largo que el resto de los que salen en la imagen con una cruz en la parte derecha que según Manuel Pérez Beato correspondía al Hospital Viejo y que hemos señalado en rojo en la imagen que se encuentra al inicio de este texto.
Aún más controvertido es el tema si tenemos en cuenta que el edicto del emperador Carlos V, que conminaba a la construcción de hospitales en el Nuevo Mundo, no llegaría hasta 1541, cuando ya existían varias instituciones de este tipo en América. Por lo tanto este edicto no nos sirve de referencia alguna.
Sumados estos datos aproximados al hecho de que las actas capitulares anteriores a 1550 fueron quemadas durante el incendio de la ciudad por el pirata Jacques de Sores, solo nos queda la carta a la que hace referencia el Dr. Emilio Roig unos párrafos más arriba y otra carta publicada por Irene Wright en su Historia documentada de la villa de San Cristóbal de La Habana, esta es del Gobernador de la Isla Juanes de Ávila fechada en marzo de 1545 en la cual hace referencia directa a la construcción de un necesitado hospital para la villa.
Lo que queda reflejado en distintas crónicas es que el hospital no era una construcción de paja y tejas como mencionó Wright, sino que era de paredes fuertes y de cal, con doble altura y según el alcaide del Castillo de La Fuerza este era de muy fuertes tapias y de alto tanto como el castillo. Por lo cual este insistiría en su demolición junto a la Iglesia Parroquial (o Mayor) con el fin de garantizar la seguridad de que no fuesen usadas para asediar el castillo.
Las crónicas de la época señalan además que la escasez de cirujanos y médicos en la ciudad era acuciante y solicitando a Su Majestad Real que envíe algunos galenos a la villa pues en esta pueden recibir atenciones los más eminentes hombres del Nuevo Mundo que crucen por el puerto de La Habana. Para finales del Siglo XVI ya la villa conseguiría el certificado de ciudad y además el gobernador de la Isla se trasladaría de manera permanente a ella.
Los historiadores del siglo XX cubano mencionan varias fechas 1530, 1538, 1544 y 1545 sin aportar ninguno una prueba irrefutable de la veracidad de su afirmación.
Primeros médicos en La Habana
En las actas capitulares de la villa de San Cristóbal se mencionan con verdadero afecto la llegada de médicos certificados, pero que debido a las exiguas remuneraciones recibidas por parte del consistorio recogían rápidamente sus herramientas y emigraban, sobretodo a México o Santo Domingo donde recibían mejores condiciones laborales y económicas por ejercer sus conocimientos médicos.
En estos períodos La Habana quedaba desprovista de manos expertas y el hospital lo manejaban las órdenes religiosas adyacentes a él, con la cooperación de algunos barberos no examinados o vecinos de buena voluntad y caridad.
En acta fechada el 26 de agosto de 1552 se registra la llegada de Juan Gómez, barbero y cirujano, maestro examinado en el oficio, hábil y suficiente para ejercer. Casi 17 años después se recoge la llegada del famoso Licenciado Gamarra, graduado en Alcalá de Henares en las ciencias de Medicina, Cirugía y Farmacia.
Pero al menos durante ese siglo XVI y las primeras décadas del siguiente los cirujanos y médicos más estables de la ciudad eran de carácter militar y estaban asignados a las guarniciones militares que velaban por la seguridad de la ciudad.
Condiciones del inmueble
El hospital de la flamante ciudad padeció los despropósitos del período. Los soldados de infantería llegaban a estar hasta 20 meses sin cobrar sueldo y las limosnas apenas alcanzaban a sanear las obras de caridad de las iglesias. El hospital fue sede, además de las misas previas a la terminación de la Parroquial, de algunas reuniones del cabildo pero sus condiciones eran terribles.
Según Wrigth, sobre el año 1575 la gestión del hospital corría a manos de Hernán Manrique de Rojas quien había conseguido que en 1569 se asignasen al hospital la mitad de las penas de cámara por seis años. Estas penas de cámara eran las multas que se imponían a los contraventores de las órdenes del gobierno. Aquellos que incurrían en estas actitudes se les castigaba corporalmente o a través de tributos que podían ser en metálico o en especie, siendo la mitad de estos los que sufragaban en gran medida los gastos del Hospital Viejo.
Además de esta fuente de ingreso el mayordomo del hospital contaba con la ayuda del cura Juan Díaz Aldeano de Mendoza quien recorría los domingos, después de las misas, la villa recogiendo limosnas para el hospital. Pero al fallecer Manrique de Rojas la situación del hospital volvió a ser delicada pues no fue renovada la cédula real que permitía ingresar dinero de las penas de cámara.
Con posterioridad se erigieron varios establecimientos comerciales alrededor del inmueble lo que permitió al hospital contar con una nueva fuente de ingresos. Finalmente se decidió levantar el nuevo hospital de San Felipe el Real (o San Felipe y Santiago) -en la ubicación del actual Parque Cervantes- a finales de 1597 y al finalizar las obras de este se procedió a mover el poco mobiliario médico que tenía el Hospital Viejo.
Sucedió entonces que el Obispo Cabezas tomó posesión del edificio anexo a la Iglesia Parroquial y montó allí un seminario. Con posterioridad fueron expulsados los seminaristas y el local pasó a manos de los miembros de la orden de San Juan de Dios que eran quiénes manejaban también el hospital de San Felipe, de hecho este hospital fue conocido como el de San Juan de Dios, y aún hoy en día el parque en el cual estuvo ubicado se conoce entre el pueblo con este nombre.
Los juaninos usaron entonces las instalaciones del antiguo Hospital Viejo como medio de obtener rentas fijas con las cuales mantener el Hospital Nuevo y lo alquilaron a distintos comerciantes hasta que fue destruido, junto a la Iglesia Parroquial, para levantar el futuro Ayuntamiento de la ciudad.
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