Alberto Prieto Suárez fue un empresario y arquitecto cubano, uno de los más importantes y prolíficos de la República. Presidente del Colegio Nacional de Arquitectos, tuvo la suerte de ser uno de los ganadores de la Medalla de Oro de esa prestigiosa asociación profesional. Fue el padre del historiador Alberto Prieto Rozos.

Nació en 1901. Estudió arquitectura en la Universidad de La Habana, donde fue alumno ayudante del profesor Pedro Martínez Inclán y donde se tituló en 1927. Su familia era de origen humilde, por lo que el joven Alberto Prieto debió combinar sus estudios con el trabajo y terminó licenciándose a una edad muy superior en comparación con sus compañeros de curso. Tras su graduación realizaría estudios de posgrado en Estados Unidos y México.

Convertido en profesor de la Universidad de La Habana, Alberto Prieto se hizo miembro del ABC, por lo que fue cesanteado por el gobierno del general Gerardo Machado y expulsado de su cátedra.

A la caída de Machado fue repuesto en su plaza de profesor y se le abonaron todos los sueldos pendientes. Ese sería el capital inicial con el que comenzaría su estudio en el que desarrolló una febril actividad profesional, tanto como teórico como en el estudio, en el que dio vida a numerosos proyectos. Diseñó residencias privadas, edificios de apartamentos (uno de los arquitectos más pródigos en ese sentido) centros comerciales, fábricas y hoteles.

Almacenes Ultra de Alberto Prieto
Edificio Reina con los Almacenes Ultra en los niveles inferiores, un bello Art Déco del arquitecto Alberto Prieto (Foto de Ruslán Olivares Cúcalo para Fotos de La Habana 2020)

Alberto Prieto y la evolución del estilo

Como profesional, transitó Alberto Prieto desde el eclecticismo hasta el racionalismo, pasando por el Art Déco, del que dejó algunas obras notables como el edificio de apartamentos de la calle Águila, No. 467 entre San José y San Rafael o los «Almacenes Ultra» en Reina 109 entre Rayo y Ángeles.

En 1939 el arquitecto Alberto Prieto se convirtió en el primero en proyectar el uso de calentadores solares en sus obras, como una forma de racionalizar el uso de la energía, como había hecho siempre también con la luz solar, guardando siempre una correcta relación entre la iluminación natural y la artificial.

Grande era el prestigio de Alberto Prieto dentro de las clases vivas del país. Dos veces recibió el ofrecimiento para convertirse en ministro de Obras Públicas y dos veces lo rechazó con cortesía, pues prefería mantenerse fuera de la política.

Sin embargo, eso no impidió que el profesor Alberto Prieto tutorara a un joven estudiante de Arquitectura y presidente de la FEU llamado José Antonio Echeverría, quien solía visitar su casa y al que personalmente sacó de la cárcel en más de una ocasión.

Entre los muchos edificios que diseñó el arquitecto Alberto Prieto Suárez se encontraba el hotel Vedado (del que era socio propietario y que construyó con un préstamo del Colegio de Arquitectos).

El Vedado fue uno de los modernos hoteles que abrió sus puertas durante el boom hotelero de los años 50 y en el cuyo penthouse vivía en compañía de su familia.

Para administrarlo, Alberto Prieto creó «Navarro y Prieto», una arrendataria, en la que se encontraba asociado con Bernardo Navarro, propietario del antiguo Hotel Vedado de la calle M (que luego pasaría a llamarse Victoria).

Tras el triunfo de la Revolución Cubana de 1959, Alberto Prieto, a diferencia de la mayoría de sus colegas del Colegio de Arquitectos, decidió permanecer en Cuba. Aunque se encontraba en la cumbre de su genio creador, diferentes circunstancias conspiraron contra él y dejó de trabajar como arquitecto.

A lo largo de su exitosa carrera profesional, Alberto Prieto encontró siempre tiempo para desarrollar una intensa actividad corporativa, participar en los eventos organizados por el gremio y colaborar con las revista de Arquitectura, voz de los intereses de sus colegas.

Falleció nonagenario en su residencia privada de La Habana en 1991. Hasta el último instante se mantuvo lúcido y brindando asesoría a los jóvenes arquitectos que acudían a él para beber de su experiencia y consejo.