Adelaida López Legrá es una guajira nacida en Caimanera, Guantánamo, un 17 de octubre de 1939, una campesina a la que un trabajo voluntario en Baracoa, cuando contaba ya una veintena de años, le cambió la vida y el nombre, pues la convirtió en Adela Legrá, el rostro del cine cubano.

Quiso el destino, que por aquellas remotas regiones anduviese un joven y desconocido director de cine, tratando de encontrar el rostro que quería para su primer mediometraje, se llamaba Humberto Solás y aún no era famoso.

Dicen los guajiros que la hierba que está para ti no hay vaca que se la coma, al parecer estaba escrito que la bella guantanamera y Solás se encontraran, pues el hallazgo tuvo lugar en el sitio más insospechado, en un trabajo voluntario en pleno campo. La propia Adela Legrá ha contado:

A Humberto Solás lo conocí en Baracoa. Trabajaba en el campo en una brigada de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC). Cuando me vio, se quedó mirándome fijamente y me dijo que estaba buscando mujeres para una película… Hice el casting y me dio el personaje principal en Manuela.

Radio Angulo

Cuando el destino llamó a la puerta de Adela Legrá

Hasta ese afortunado día de mediados de los 60, Adela Legrá era una joven campesina con solo un segundo grado de escolaridad, que como la mayoría de las mujeres de su región trabajaba casi siempre en la agricultura, bajo el inclemente sol del Oriente cubano. Curiosamente estás huellas, que en su rostro había dejado el astro rey, fueron parte importante de la fascinación de Humberto Solás. Había encontrado, casi idéntico, el rostro que imaginaba en su cabeza, una mezcla equilibrada de belleza, rudeza y laboriosidad

Adela Legrá

El estreno de Manuela, en 1966, con el derroche de naturalidad y frescura que Adela Legrá prodigó, hizo que la guantanamera fuese escogida por Solás para uno de los cuentos de su siguiente obra, la inmortal Lucía, rodada en 1968.

Lucia

Adela era un torbellino de naturalidad en un empaque de fuerza, su imagen y proyección escénica fuerte eran en realidad el reflejo de su carácter, lo cual fue una de las cosas que sedujo a Humberto, y una de las que más le molestaba a la misma vez.

Sí, en el mundo del cine de la época eran conocidas las chispas que saltaban entre Adela y Humberto, motivadas por tener ambos una personalidad fuerte, de una de esas proverbiales discusiones salió la mirada de odio que ha hecho historia en el cine cubano, el segundo en que Adela Legrá pasó a la historia.

Adela Legrá
La mirada del cine cubano

Al respecto ella misma ha dicho:

La tercera parte de Lucía fue la primera que se grabó. Estábamos grabando la escena de la salina en la que Tomás (Adolfo Llauradó) viene a buscar a Lucía y aquella escena no salía. Humberto y yo discutimos fortísimo, entonces él cámara siguió grabando, y filmó la mirada de odio de Lucía a Tomás que aparece en la película, pero no era a Adolfo a quien yo miraba, era a Humberto

Diseñadores, carteles e imágenes hicieron el resto.

La vida después de una mirada

Cualquiera esperaría que Adela Legrá hubiese estado colmada de trabajo después de aquello, pero el cine cubano de entonces era más elitista y ella una muchacha sin formación actoral, con fuertes ataduras morales:

¡Por cuanto me dejaba tocar por un hombre! ¡Eso era inmoral! No, no, no. ¡Hubo escenas en Manuela y en Lucía que me costó hacerlas! En Lucía yo no quería hacer la escena en la cama con Llauradó y, Humberto me llamó y me dijo que si seguía retrasando la filmación la película no estaría en el tiempo acordado. Que me demandarían si la película no se terminaba, porque esa escena no podía faltar. Me dijo que iba a ir presa; y obligada, hice la escena

por lo que fue relegada a papeles secundarios, en filmes que el arte ha colocado con el tiempo por debajo de Manuela y Lucía, ella misma ha comentado al respecto:

Humberto siempre confió en mí, y no eran todos los directores los que se atrevían a grabar conmigo. Yo no estudié actuación. Yo no ensayaba los guiones, los hacía y ya.

El adios a La Habana

Adela Legrá nunca dejó de sentirse guajira,  esa era su esencia, su mundo interior, la razón primera de su éxito, por lo que luego de treinta y un años viviendo en la capital un buen día hizo las maletas y nadó contra la corriente, tal y como le decían de niña en su natal Guantánamo:

Yo era muy rebelde, la gente me decía que si caía en un río nadaría contra la corriente.

Cubacute

Se fue a vivir a Santiago de Cuba, lejos del ruido y el ajetreo de La Habana. Pero tampoco ahí estaba a gusto, así que rehizo sus maletas y se alejó más, hoy vive en Boniato, localidad rural, con aire puro y la naturaleza al alcance de la mano.

Adela Legrá

Allí, como una anónima abuela más, Adela Legrá, la campesina icónica del cine cubano es feliz.