El Gato Tuerto, uno de los más famosos clubes habaneros, cumplió en 2020, seis décadas de estar animando las noches de la capital. El cumpleaños, que debió haberse celebrado por todo lo alto, pasó, sin embargo desapercibido por las medidas de aislamiento imperantes en el país a consecuencia de la epidemia de Covid 19.

Una verdadera pena, porque pocos clubes – incluso algunos más antiguos – acumulan tanta historia como el Gato Tuerto.

Una casona para un Gato Tuerto

El club se fundó el 31 de agosto de 1960 en la casona No. 14 de la calle O en el Vedado, adquirida y reformada para la ocasión.

Foto aérea en la que se observa la casa donde luego se inauguraría el Gato Tuerto
Foto aérea de la década de 1940 en la que se observa la casa de O, No. 14, donde luego se inauguraría el Gato Tuerto

Fue el Gato Tuerto una idea de Felito Ayón, un carismático personaje que había puesto en el mapa gastronómico mundial a la Bodeguita del Medio.

Con un ojo único para la farándula y la noche, Ayón comprendía que el Vedado era el lugar de moda y el punto de reunión de los mejores artistas del momento. Por eso se propuso conseguir un lugar en ese barrio, de fácil acceso y cerca de otros lugares emblemáticos preferidos por los amantes de la noche.

«La Bodeguita se encuentra en La Habana Vieja y El Gato en una zona vanguardista del Vedado, y yo quería aprovechar a una nueva hornada de artistas que se encontraban en un buen momento. «

Declararía años después orgulloso del éxito inmediato en el que se convirtió el Gato Tuerto.

El club fue muy popular desde su misma inauguración, por sus características de «Café Concert», muy novedosas en la época, que combinaba el arte, la música y la literatura.

En la planta baja se buscó crear un ambiente oscuro, se colocó una larga barra y se habilitó una plataforma con un piano para que los clientes disfrutaran de música en vivo.

Los altos fueron destinados al restaurante, decorado con obras de Amelia Peláez y otros pintores contemporáneos. La exclusiva vajilla del local fue diseñada por Amelia y constituyó desde entonces uno de los tesoros más grandes del club.

En el Gato Tuerto tuvieron los amantes del filin su refugio predilecto. Por su escenario desfiló una constelación de estrellas de la noche habanera como José Antonio Méndez, Frank Domínguez, Moraima Secada, César Portillo de la Luz, Omara Portuondo y Elena Burke; entre muchos otros que mantuvieron al club del Vedado entre los más exclusivos de la capital.

Virgilio Piñera, habitual del club lo inmortalizaría en versos:

En el Gato Tuerto
hay una noche dentro de la noche,
con una luna que sale para algunos,
un sol que brilla para otros
y un gallo que canta para todos.
En el Gato Tuerto,
¿me atrevería a decirlo?
hay un pañuelo para enjugar las lágrimas.
Y hay un espejo para mirarse cara a cara

Muerte y resurrección de un Gato Tuerto

Ha tenido el Gato Tuerto a lo largo de sus seis décadas de existencia varios momentos de muerte y resurrección:

Cerró sus puertas por primera vez en los años 70 y estuvo clausurado hasta 1980 en que volvió a abrir, sólo para volver a echar el pestillo cinco años más tarde.

Tras varias reformas que no llegaron a solucionar los problemas estructurales que a lo largo de casi medio siglo había acumulado el Gato, finalmente se le sometió a una reparación capital en la década de 2010 que, además, adaptó varios elementos tradicionales de su fachada a la modernidad.

Al día de hoy un Gato Tuerto muchas veces resucitado sigue ambientado las noches de La Habana en el corazón mismo del Vedado.