Considerado como uno de los grandes poetas populares del siglo XX en Cuba, Jesús Orta Ruiz, el Indio Naborí supo, desde la sencillez de su origen humilde elevarse hasta las cumbres más altas de las letras en la Isla, sin perder jamás la genuina frescura de la décima campesina.

Jesús Orta Ruiz, el «Indio Naborí» nació en San Miguel del Padrón, que entonces era un barrio casi rural de Guanabacoa el 30 de septiembre de 1922.

Estudió las primeras letras en la Escuela Pública No. 76 del humilde reparto Juanelo y al terminar la primaria tuvo que ponerse a trabajar para ayudar económicamente a su familia. Fue jornalero agrícola, aprendiz de zapatero y dependiente de comercio, pero nunca perdió los deseos de estudiar y superarse.

Desde muy niño había desarrollado un hábito de lectura que le permitió alcanzar un nivel cultural muy superior a los años escolares que había vencido. Esto, unido a su talento natural para la décima y la improvisación se reflejaría en su poesía, que pronto se hizo popular y fue pasando de boca en boca.

Militante del partido Unión Revolucionaria desde 1939, el Indio Naborí se hizo amigo de los más importantes intelectuales de izquierda de la primera mitad del siglo XX cubano como Nicolás Guillén, Juan Marinello, Mirta Aguirre y Manuel Navarro Luna, entre otros, los que aportaron un componente ideológico que se hizo notar con fuerza en su lírica; lo que no quiere decir, ni mucho menos, que la misma fuera ajena a las conmociones políticas, como lo demuestra el soneto que tres años dedicara al asesinado líder sindical Luis Melián (a quien conociera seguramente en el llamado «Café de los Comunistas» en San Miguel del Padrón.

Ya era el Indio Naborí un reconocido poeta popular cuando en 1940 comenzó a trabajar como trovador y guionista en la emisora Progreso Cubano, que luego se llamaría Radio Progreso, lo que le hizo ser conocido a nivel nacional.

En 1951, cuando ya el Indio Naborí era una figura reconocida dentro del escenario cultural de la nación, el periódico El País publicó una selección de sus estampas campesinas bajo el sugerente título de «Guardarraya de sueño». Ese mismo año matricularía la carrera de Derecho, que finalmente abandonaría para dedicarse al periodismo.

Sus ideas de izquierda, rayanas en lo insurreccional lo llevarían a colaborar con los medios clandestinos que se oponían al gobierno de Fulgencio Batista, a la vez que colaboraba con la revista Bohemia y otras publicaciones oposicionistas pero legales.

El Indio Naborí uno de los poetas populares más queridos por el pueblo cubano
El Indio Naborí uno de los poetas populares más queridos por el pueblo cubano

El Indio Naboríy la sencilla belleza de la poesía

Tras el triunfo de la Revolución Cubana de 1959, el Indio Naborí se sumó con todo su entusiasmo al nuevo proceso, del que se convirtió en uno de sus principales cronistas a través de su poesía bella, sencilla y de honda raíz popular.

Respetado y querido como uno de los cantores más populares y genuinos, el Indio Naborí se convirtió en un imprescindible de la cultura nacional y uno de los principales poetas a los que debe acudir sin remedio quien quiera contar la historia de la lírica en Cuba.

En 1995 recibió el Premio Nacional de Literatura, el máximo galardón de los escritores cubanos, que se sumó a la infinidad de reconocimientos que ya había recibido de instituciones estatales y privadas.

El Indio Naborí falleció el 29 de diciembre de 2005 en La Habana a la edad de 83 años.

3 Poemas del Indio Naborí

Poema IX

Vendrá mi muerte ciega para el llanto,
me llevará, y el mundo en que he vivido
se olvidará de mí, pero no tanto
como yo mismo, que seré el olvido.

Olvidaré a mis muertos y mi canto.
Olvidaré tu amor siempre encendido.
Olvidaré a mis hijos, y el encanto
de nuestra casa con calor de nido.

Olvidaré al amigo que más quiero.
Olvidaré a los héroes que venero.
Olvidaré las palmas que despiden al Sol. Olvidaré toda la historia.
No me duele morir y que me olviden,
sino morir y no tener memoria.

Obra

La vida nos da una piedra tosca

cuando entramos

en su taller difícil.

Hay que tomar cinceles

y cincelar sin tregua

hasta dar al pedrusco

la forma artística, perfecta.

Sucede que no siempre el escultor

logra el milagro,

pero es bastante gloria que la muerte

lo encuentre cincelando,

cincelando…

La fuga del ángel

¿A dónde fuiste, ángel mío,

en tu última travesura?

Tal vez quiso tu ternura

mudarse para el rocío.

Te fuiste como en el río

un pétalo de alelí;

y has dejado tras de ti

una estela de cariño,

recuerdo que, como un niño

sin cuerpo, va junto a mí.

Eres, pues, un niño abstracto

y vienes cuando te invoco,

vida intocable que toco

en una ilusión del tacto.

Te veo vivo y exacto

andando a mi alrededor,

y escucho tu voz –rumor

como de ala que se aleja–:

¡qué zumbido sin abeja!

¡qué trino sin ruiseñor!

Es que estás, aunque no estás,

cual vuelo de mariposa

sin mariposa, cual rosa

de perfume nada más.

Te fuiste y conmigo vas,

aunque el mundo no te ve,

ni sabe como yo sé

que, diluido en la brisa,

aún vives, como sonrisa

sin boca, y paso sin pie.

Es todo lo que me queda

de ti: verdad sin verdad;

una como suavidad

de seda, pero sin seda;

aroma de rosaleda

sin más presencia que aroma;

donaire de la paloma,

pero no más que donaire;

niño pintado en el aire

hablándome sin idioma.

Una piedad de la muerte

hay en esto de mirarte

sin mirarte, y de palparte

sin palparte, ni tenerte;

pues evocarte, traerte

por la ruta de un clamor,

es endulzar el dolor

de la ausencia más glacial,

con un sabor de panal

que sólo fuera sabor.