Pasadas sus mejores épocas el edificio donde radicó el antiguo hotel El Jerezano se va descosiendo sobre la acera del Prado habanero. El que otrora fuese uno de los más conocidos sitios de referencia para la comunidad peninsular en la ciudad, apenas conserva la elegancia del relieve mudéjar de sus paredes.

No ha sido amable el tiempo con este edificio que a pesar de ubicarse en la crucial arteria citadina -otrora conocida como Alameda de Extramuros– clama por alguna solución de rescate. No es esta una página de quejas y lamentos, no es nuestra labor una de lanzar auxilios plañideros ni acusaciones banales, sin embargo, los ojos ven y el corazón sufre. En este ejercicio de remendar lo pasado a veces el escribidor también se traiciona a sí mismo y toma posición activa, quizás el lector perciba el deslumbramiento frívolo que este edificio ejerce sobre quien esto escribe.

1900c El jerezano cafe y hotel Prado 102
El colaborador Benito Germán Peña Gálvez da cuenta de un proyecto de 1909 firmado por el arquitecto Alberto de Castro que tenía otra propuesta para dotar de portales al café Jerezano. En la imagen el edificio original donde fundó Paco Laínez su negocio.

De vuelta a la materialidad instantánea, que no admite digresiones, el antiguo hotel El Jerezano encierra una historia propia, que como cada piedra y columna habanera, puede resultar curiosa o intrascendente según la cuente el escribidor y la interprete el lector. En todo caso, tome su acento gaditano y sumérjase en este viaje.

Del café de Laínez «el jerezano» al hotel El Jerezano

Seguramente fuese del mismo Jerez de la Frontera don Francisco Laínez quien abrió un café en la esquina oeste de Prado y Virtudes (entonces número 102) en 1897. Probablemente llevase unos años instalado allí pero no es hasta esa fecha que la crónica habanera da cuenta de aquel sitio de encuentro con la comida andaluza. Comienza así la historia que podemos contar del hotel El Jerezano.

el jerezano hotal publicidad corregida del jereazano 1912
El 14 de diciembre de 1911 se inauguraba el flamante edificio del hotel El Jerezano que ha llegado a nosotros. A la recepción acudieron cerca de doscientas personas y fue reseñada por varios medios de la época.

La construcción entonces era de doble altura, en el estilo típico colonial, sin columnas ni portal y con amplias ventanas. Abierta por Prado y por Virtudes, acogía a cuanto cliente se acercase a probar tanto comida criolla como el auténtico «gazpacho a la andaluza» -símbolo culinario del negocio durante años-.

Esta delicia fría se servía como el mejor digestivo para los meses de verano. Al escribidor no le deja de sorprender el hecho de que fuese este plato el elegido como bandera del negocio, pues la cocina criolla quedó marcada por los caldos, guisos y potes del norte de España, mientras que muchos de los platos fríos de origen árabe y andaluz apenas han trascendido a la gastronomía cubana.

Havana Hotel Jerezano
En sus mejores tiempos el hotel El Jerezano pretendía ser una competencia seria a los hoteles más conocidos de la ciudad. El arquitecto Eduardo Luis Rodríguez señala que el proyecto definitivo (1910) que se ejecutó de estilo mudéjar fue firmado por el notable arquitecto José «Pepe» Toraya, reputada firma que dejó su sello entre otros en la Lonja del Comercio.

Volviendo a 1897, el edificio del futuro hotel El Jerezano tenía ya el acceso al piso superior independiente y esto llevó al alquiler de las habitaciones que en el futuro formarían parte del hotel. Estas destacaban por tener ducha y balcón al exterior de ambas calles. Sin embargo al parecer los inquilinos no aguantaban el ruido del café o el precio de las habitaciones porque los anuncios de alquiler se repitieron hasta el cambio de siglo.

Francisco C. Laínez y la publicidad de riesgo

En 1901 ya aparece el café de Laínez en las guías y anuarios comerciales más importantes. En algunos se consigna el nombre de «el Jerezano» y en otros la referencia es el nombre del dueño. Eso sí, ya contaba con teléfono (556) el inmueble y así se hacía constar en las guías.

La intervención estadounidense y el establecimiento de la República de Cuba no afectó a las conexiones de la isla con la antigua metrópoli. Los peninsulares y canarios siguieron llegando en grandes grupos de emigrantes y negocios como el de este artículo, basados en la comida tradicional española, encontraban buen terreno. Sin embargo para destacar había que tener algo más que un buen cocinero.

Tarjeta
A lo largo de su existencia el negocio cambió varias veces de dueño sin que volviese a alcanzar su antiguo esplendor.

Al parecer Laínez tenía el olfato necesario para arriesgar en el terreno del marketing y además de inscribir a su negocio en cuanta guía comercial apareciese decidió emprender diversas campañas publicitarias, que por un lado reivindicaban a «los lechones y guanajos que se expenderán los días de Pascuas se garantizan ser del país por haber sido nacidos y criados en el potrero del señor Martínez, dueño del establo sito en Colón no.1″.

Este ejercicio de enaltecimiento del producto local contrastaba con el recuerdo que aparecía en las líneas siguientes en las cuales se recordaba que en el café Jerezano constantemente se recibían de la península «un gran surtido de jamones, chorizos, longanizas y embutidos de la Sierra«. No se quedaban cortas las reservas de denominaciones de origen tampoco en las bebidas pues con gran orgullo se recordaba la existencia en la bodega del café «sidra de todas las marcas«.

Para añadir un toque de atención y diferenciarse del resto de negocios similares colocaba un curioso gancho como nota.

«Se regala un Loro Orador al que acierte en que se parece un bistec de filete a un jorobado»

Y se daba la referencia de una persona que más se había acercado a la solución. El caso como veremos a continuación era resaltar entre tanta publicidad de negocios de comida. Vista la evolución del negocio en la década siguiente debemos llegar a la conclusión de que a Laínez le funcionó esta apuesta.

hotel El Jerezano
Dos de las imágenes más conocidas del edificio donde estuvo el hotel El Jerezano. En la actualidad sus característicos balcones al Paseo del Prado están muy dañados e incluso algunos de ellos se han derrumbado.

El negocio mejoró y ya convertido en el hotel El Jerezano su dueño decide realizar una inversión capital para remodelar el edificio entero, dando paso al actual edificio de tres alturas y arabescos en su frente al Prado y parte del lateral a Virtudes.

Mantenía algunas de las delicias culinarias que le hacían famoso como el gazpacho a la andaluza a todas horas y el arroz con pollo en las cenas. El menú entero (compuesto de tres platos) seguía costando 40 centavos en 1909; mientras que el abono para comer todo el mes había bajado a 16 pesos para los trabajadores del comercio y 18 para el resto de clientes.

En la guía invernal de hoteles en el sur de la Florida y Cuba para el año 1921 el hotel El Jerezano ha cambiado ya de propietario. El nuevo apoderado se llama José Porez y se detalla que el céntrico edificio tiene capacidad para acoger a 80 visitantes, sin que se consigne el precio de las habitaciones.

En las guías tropicales de la temporada 1925-26 el hotel El Jerezano se ofrece como el típico hotel europeo que ofrece sus habitaciones desde tres dólares todo el año. Se percibe que ha bajado la capacidad a 52 visitantes, quizás por las modificaciones provocadas por el boom turístico de aquellos años -frenados por el crack de 1929- y que obligó a muchos hoteles a endeudarse para modernizar sus instalaciones.

Al terminar la década de los años veinte muchos de esos hoteles quebraron y se convirtieron en casas de huéspedes -y otros en hoteles familiares- que alquilaban anualmente sus habitaciones y finalmente quedaron convertidos en casas de vivienda. El hotel El Jerezano aguantó un poco, pero no mucho más pues en 1931 dejó de operar como hotel al uso.

En los bajos del edificio de Prado 102 se instaló una famosa tienda de souvenires turísticos en los años treinta. Los artículos artesanos de piel de cocodrilo y demás regalos tropicales eran la especialidad de esta tienda. Su nombre «Splendid Store» aún se ve en el suelo de granito rojo. En el interior de la misma se refugió el coronel Antonio Jiménez, jefe de «La Porra» machadista, órgano represor del antiguo dictador cubano.

Cabo que ultimo al coronel Antonio Jimenez de la porra
En la imagen se observa al cabo Heráclito Duvet que ultimó de un disparo al represor machadista. La muchedumbre le levantó en brazos y le condujo a hombros por el Prado en dirección al Parque Central (a partir del segundo treinta y siete se pueden ver estos sucesos en Youtube). Alcanzó gran relevancia en su momento y esta foto sirvió de portada a varias revistas estadounidenses para ilustrar los sucesos de agosto de 1933.

En diciembre de 1934 el hotel El Jerezano dejó de operar como casa de huéspedes y se convirtió en un hotel familiar. Casi coincidente con eso se abrió en la esquina de Mercaderes y Obrapía un café con igual nombre, quizás buscando aprovecharse de la fama acumulada por el negocio fundado por Laínez. En Camagüey y Santa Clara también se abrieron otros de igual nombre sin que parezcan tener relación alguna con el original del Prado habanero.