Driulis González es una gigante, una leyenda andante del judo internacional, el deporte al que entró,  por puro azar de la vida, siendo una niña.

Nació un 21 de septiembre de 1973, en la provincia más oriental del país, quería practicar atletismo, pero por suerte, en la EIDE de Guantánamo no habían plazas. La inquieta pequeña quería ser deportista, por lo que se decidió por el Judo, una niñita guantanamera, chiquita para su edad… Nadie podría presagiar que sería,  durante décadas, la segunda judoca más laureada del mundo.

Tenía trece cuando pisó por vez primera un tatami, con catorce ya estaba en el equipo nacional y  a los quince era campeona nacional. Había llegado un fenómeno.

Driulis González se mantuvo veinte años en la élite, donde obtuvo 36 medallas doradas. Se dice fácil, incluso se lee rápido, pero sólo si conoce de deportes se aprecia profundamente el logro.

Driulis González

Piénselo, durante veinte años Driulis González se mantuvo entrenando unas doce horas al día, ajustada al peso incluso luego de la maternidad, combatiendo con dolores de ovarios, catarro, fiebre… porque no se logra esa permanencia en la élite haciendo pausas por enfermedades o problemas familiares.

llega lo más difícil: mantener los resultados, entregarse con todo, postergar algo tan querido como la familia. Hablo de años de sacrificio que para mí valieron la pena, pues disfruté mi carrera.

(JIT)

La casa grande de Driulis González

Driulis pertenece a la generación dorada del Judo femenino cubano, a esas mujeres todo coraje que durante más de un lustro desplazaron a Japón de su puesto como el mejor del planeta.

Formando parte de ese equipo, de estrellas en judogui, asistió a las olimpiadas de Barcelona 1992. Defendería la división de 56 kilos, pero según los pronósticos la defendería poco, nadie contaba con ella y sus 19 años. Se equivocaron: Barcelona 1992 fue su primer gran logro, se alzó con una medalla de Bronce.

En el medio del ciclo olímpico vendrían otros títulos que la irían elevando en el ranking mundial: Campeona Panamericana, centeoamericana… Hasta que llegó 1995 y las atrevidas cubanas se fueron a bailar a casa del trompo.

El Campeonato Mundial de ese año sería en Makuhari, Japón, aún no hacía diez años que Cuba tenía equipo femenino de Judo, la mayoría eran jóvenes y bailaron en casa del trompo, levantándose con el primer lugar del medallero, desplazando a los mismísimos creadores. Una de esas campeonas era la joven de 22 años Driulis González.

Lo mejor de lo mejor no es una película, es Driulis en Atlanta 1996

Luego de proclamarse campeona mundial, casi todos los expertos la daban como candidata al oro para los juegos venideros. Pero el destino tenía otros planes.

Un día cualquiera Driulis González se lesionó, el dolor insoportable en la columna y la cervical le impedía entrenar. El dictamen del mago Álvarez Cambra fue demoledor: «luxación cervical grave«, el fin de la carrera de cualquier judoca.

Pero cualquier judoca no era ella, ni cualquier judoca tenía en su manga al doctor Álvarez Cambra. Le pusieron tratamiento, minerva permanente, y realizar solo ejercicios de brazos y piernas. En casi un año Driulis González no realizó siquiera un tai sabaki.

Con minerva se fue para Estados Unidos -A sentar un ejemplo ¿Verdad Bermoy?-, aún no había certeza de nada, ni siquiera ella misma sabía que pasaría. Entonces comenzó la heroicidad.

Driulis González

Las dos primeras rivales la sabían lesionada de la cervical, por lo que buscaron kumis altos y remover el tren superior, causarle dolor… y lo lograron. El dolor era fuerte, pero Driulis lo esperaba, lo soportó sin mostrar debilidad y la francesa cayó por inferioridad.  Luego la holandesa a tratar de aprovechar la debilidad de la cubana, pero Driulis González aguanta y vence por Shido.

Tenía que calcular bien, no dejar de atacar, tirar y tirar y tirar…evitar el falso ataque en técnicas de cadera para que la cervical no sufra. Pero va subiendo, trata de terminar antes algún combate, lo consigue, ippon a la china y Driulis González, la de la cervical lesionada, está en la final.

A esa altura todo el mundo quería que ganara, los periodistas extranjeros enloquecidos comentaban a sus países lo que estaba ocurriendo, la delegación cubana en pleno estaba pendiente de ello y comenzó el combate.

Su oponente, una atleta subcoreana, fue una digna rival,  enfocada en el combate, no en la lesión de su adversaria, juntas dieron una excelente exhibición y en determinado momento… ¡Yuko! ¡Yuko a favor de Driulis! media Cuba mirando el reloj y la otra media dándole ánimos, la ventaja se mantiene… 5, 4, 3… ¡Terminó! Driulis González es, a pesar del destino, Campeona Olímpica.

Este escritor lo recuerda como si fuera hoy, los gritos en las casas, Veitia abriéndole los brazos, Driulis loca de contenta, se veía grande, tremendamente alta en mis recuerdos, solo ahora es que descubro que mide apenas 1.65.

Luego vendrían otros títulos y subtitulos mundiales, panamericanos, centroamericanos, etc. Esos cuatro años, que la separan de Sidney 2000, estuvieron marcados por sus enfrentamientos con la española Isabel Fernández, ganaban y perdían al mismo nivel.

La ibérica ha declarado:

(…) cuando «jugaba» a visualizar combates en los entrenamientos, imaginaba a distintas judocas. Pero en la final siempre me ponía a Driulis.

La final de Sydney 2000 fue un combate perfecto, ambas se tenían aprendidas, sabían que técnica tiraba cada una, cómo y cuándo giraba… El combate se decidió por una penalidad en contra de la cubana, un Shido por agarre ilegal. Tercera olimpiada, tercera medalla.

Después de los juegos Driulis González se bajó a si misma de los tatamis, quería ser madre. Nadie sabía si volvería, una judoca de veintiocho años que hace una parada como esa muchas veces no vuelve. Pero Driulis González tenía sus propios planes, volvió para los juegos Panamericanos de Santo Domingo 2003 y ganó el oro.

Driulis González
Juegos Panamericanos de Santo Domingo 2003.

Aún le quedaban dos juegos olímpicos, ganó bronce en Atenas y quedó quinta en Beijing 2008, ya con 35 años.

Al retirarse es la segunda judoca más laureada del mundo, la primera de Cuba, y fue exaltada al Salón de la Fama del Judo mundial en su segunda convocatoria.