Hoy vengo a hablarles de los Chacumbeles (o Chacunvelez) ¿porqué en plural? Pues resulta que existieron dos Chacumbeles, como lo oye, el personaje que dio inicio a la leyenda y otro, más desconocido, que fue quien convirtió esa historia en música y leyenda.
La historia se cuenta más o menos así, y en esto no hay nada de original por nuestra parte pues releyendo muchos trabajos de otros compañeros, amantes de la historia cubana y habanera como yo, no encuentro ninguna fuente que aporte datos más precisos sobre estos dos hombres que son memoria viva del ideario popular. Por lo cual me veo obligado a repetir la historia que se menciona en Cubarte, Ciro Bianchi, Derubín Jacome y María Argelia Vizcaíno.
El Chacumbeles original
Esta historia es harto conocida y repetida. La doble tragedia del guajirito que huyendo de la desgracia del evento meteorológico que arrasó Santa Cruz del Sur, actual Camagüey en 1932 llega a La Habana a casa de su tía sin más compañía que su perrita Lola.
Su nombre José Ramón Chacón Vélez (Chacunvelez, apellidos convertidos por el hablado del cubano en el Chacumbeles famoso) y se le aporta como fecha de nacimiento el 9 de noviembre de 1912, mismo día que el ciclón, 20 años después, arrasaría la zona sur de la zona camagüeyana. Este no es más que el primero de los datos, entre la leyenda y la posibilidad, que conspiran con la certeza de la historia.
Yo he leído gran parte de lo escrito sobre este tema y considero que la historia en general no es demasiado concluyente, escéptico como soy, no he encontrado demasiadas referencias en las revistas de la época que poseo pero considero que esta leyenda urbana, cierta o no, merece ser contada porque posee de todo. Sigamos.
En el artículo de Derubín Jacome se hace un recorrido total por la, supuesta, vida del personaje que tras el ciclón del 32, huérfano de padres, marchó a La Habana con su tía. En la gran urbe quiso cumplir un sueño de infancia, ser artista circense. Deslumbrado por los itinerantes circos que en fechas de navidad hacían las delicias de los niños en los campos cubanos consiguió materializar dicha aspiración y entró, nada más y nada menos, que al circo Santos y Artigas, fundado en 1916 y uno de los más importantes de la época.
Entró como ayudante del trapecista polaco Konchisky, una de las estrellas reales de la época. Aquí conoció a Ilona Szabó, «la muñequita húngara» quien era dueña de una belleza descomunal. La vida recompensa al joven y a la relación con la bella judía se une el vacío dejado en el show por el Gran Konchisky quien se había marchado a Estados Unidos.
En una de sus apariciones, que realizaba con su inseparable perrita Lola, el joven observó a su amada muñequita en manos de Harry Silver. Portento físico oriundo de la zona sur americana. Los musculados brazos del showman negro parecían acoger a la joven trapecista con la vehemencia del deseo incontrolado. En su furia Chacumbeles, desde las alturas del trapecio, perdió la coordinación y como un ícaro tropical se precipitó hacia el suelo.
De las alturas a los infiernos
El desgraciado accidente se llevó por delante su relación amorosa, la prometedora carrera y sobretodo la vida de la pobre, y siempre fiel, perrita Lola. La inocencia del guajirito, rota por el amor doblemente complejo de la judía húngara y el negro del sur oprimido americano, se rompió sin solución de yesos ni operaciones posibles.
Chacumbeles, tiempo después, acabó de policía, deprimido y sin recuperarse de las secuelas que le dejó el accidente se pegó un tiro con su revólver. La muñequita húngara, malabarista de circo y de corazones, se marchó a Europa, allí terminó sus días en el infame fin que envolvió a muchos judíos bajo el yugo del fascismo alemán.
La vida no llevó mejor al «ladrón hercúleo» de Harry Silver. En un viaje a casa olvidó que Laurel, en el Mississipi segregado de Norteamérica, no era La Habana donde la mezcla de las pieles era tolerada con discreción y recibió un escarmiento de parte de miembros del Ku Klux Klan por tener relaciones sexuales con una blanca.
Dadme la historia que amo
El horror se ciñó con el trío circense de la historia, maltratados por los villanos más terribles de la época: los celos, el fascismo y el racismo. Cuánto hay de cierto en esta historia, quien escribe no puede certificarlo, todo cuanto he visto proviene de fuentes que repiten la misma información, siendo la más completas las mencionadas en este artículo.
Me encantaría encontrar un certificado de nacimiento de José Ramón en su Santa Cruz del Sur, pero aquel ciclón, vaya desgracia, arrasó con trocha y mocha, haciendo imposible la certificación de la historia. Nos queda, como veremos más adelante, la versión musical de la tragedia que, azares de la vida, tiene un final igual de trágico con su creador.
Lo cierto es que algunas leyendas urbanas, ficción o no, merecen ser contadas por el simbolismo que encierran.
Segunda parte aquí
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