El antiguo cine Moderno del municipio 10 de Octubre, hoy en ruinas, fue siempre, por sus características arquitectónicas una de las salas oscuras más llamativas de La Habana.
Inaugurado en 1930 como Teatro Moderno en una parcela medianera en la Calzada de 10 de Octubre, No. 365, entre la calle Rodríguez y la Calzada de Luyanó, a escasos metros de la célebre Esquina de Toyo, fue un proyecto del arquitecto Ernesto López Rovirosa.
Los promotores del cine Moderno necesitaban que su estructura destacara en el entorno, más cuando en el barrio, la competencia era grande (muy cerca del Moderno se encontraban el Dora, el Apolo, el Fénix, el Atlas y el Erie). Quizás por ello se decantaron por un muy llamativo Art Déco, estilo que estuvo de moda en Cuba entre los años 20′ y 40′ del siglo pasado, la época de mayor expansión del negocio cinematográfico en la Isla y en particular en la capital del país.
Cine Moderno, un patrimonio local en ruinas
Si bien es real – que debido a que el auge de la construcción de salas oscuras en La Habana coincidió temporalmente con la fiebre del Art Déco en Cuba – muchos de los cines de la ciudad son de estilo Déco, por lo que en ese sentido el cine Moderno no resultaría ninguna singularidad de no haber sido el primer de todos.
Se debe resaltar, además, que, incluso comparado con los muchos que se construyeron después, en ninguno como el e cine Moderno los cánones del Art Déco quedan tan visiblemente exteriorizados.
Su pórtico, que se abre sobre la acera, casi en la misma calzada se encuentra finamente decorado con motivos geométricos, al igual que la pequeña marquesina; y el segundo nivel, escalonado a semejanza de almenas, otorga al inmueble el curioso aspecto de castillo en miniatura (que se acentúa más al contar el Moderno con una pequeña terraza sobre el portal, un detalle, que es toda una rareza entre los cines de La Habana).
Eso le concede un valor agregado al inmueble, que lleva décadas abandonado, sin que las autoridades responsables hayan podido salvarle o al menos lograr contener su deterioro; y, aunque el que esto escribe, desconoce si el cine Moderno goza de algún tipo de protección patrimonial, de no ser así, debería considerarse otorgársela, para evitar el triste destino al que parece estar abocado.
Como la mayoría de los cines de barrio, el cine Moderno era para sus propietarios un desafío económico por la gran competencia que existía en los alrededores: Para abaratar el precio de la entrada (sus clientes eran en su mayoría de modestos recursos) se veían obligados a aprovechar al máximo el espacio disponible y colocar cuantas butacas fuera posible en detrimento, incluso, del confort.
Sólo así es posible entender que siendo un cine relativamente pequeño en comparación con otras salas de La Habana (aún contando sus dos niveles) pudiera llegar a acomodar en sus mejores tiempos casi 1 200 espectadores.
Sin embargo, aún con estas concesiones espaciales, el cine Moderno continuaba siendo un lugar agradable y confortable. Así lo recuerdan los que tuvieron la suerte de visitarlo en sus viejos buenos tiempos:
«Muchísimas veces fui a ese tremendo cine de barrio ,pero que pertenecía a uno de los circuitos de estreno. Recuerdo que tenía una muy buena cafetería en el entre piso. Aire acondicionado y butacas cómodas».
Testimonio de Alonso Labrada Reyes para el Grupo Fotos de La Habana
«Tenía dos taquillas para pagar a ambos lados en la entrada, aire acondicionado, butacas de terciopelo rojo, alfombras, baños espectaculares, bebedero con agua fría y sus puertas eran de cristal grueso. Lo visité muchas veces de niña, para mí, el mejor cine de los alrededores»
Testimonio de Kenia Echevarria Fraga para el Grupo Fotos de La Habana
Tras el triunfo de la Revolución Cubana de 1959 el cine Moderno, como casi todos los cines del país, fue nacionalizados por el Estado Cubano. Por varias décadas se mantuvo funcionando dentro de los circuitos de exhibición, hasta que, a consecuencias del marcado deterioro acumulado cerró sus puertas definitivamente en la década de 1990.
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