El antiguo Torreón de San Lázaro (que en otra época se conociera también como Torreón de la Caleta) se encuentra situado en el extremo oeste del Parque Maceo, donde se encuentran las calles Malecón y Marina.
Se mandó a construir por una Real Cédula en el año 1664 (según consta en el acta del Cabildo de La Habana del 26 de septiembre de ese año). Su propósito era contar con una posta avanzada entre La Habana y La Chorrera para dar la alarma a la ciudad en caso de que, por el camino de la costa, o por el mar, aparecieran corsarios, piratas u otros perturbadores de la apacible vida que por ese entonces llevaban los vecinos de la villa de San Cristóbal de La Habana.
En palabras del Historiador habanero Emilio Roig de Leuchsenring en su «Habana de ayer, de hoy y del mañana» , el Torreón de San Lázaro no tenía importancia militar alguna:
«(…) y sólo se utilizó para el servicio de vigías y estaba protegido por los fuegos de otras baterías, las de Santa Clara y San Nazario y junto a aquel la ya desaparecida de San Lázaro».
Roig de Leuchsenring, Emilio. La Habana del ayer, de hoy y del mañana. Sindicato de Artes Gráficas. La Habana. 1928
El Torreón de San Lázaro
Es el Torreón de San Lázaro un perfecto cilindro construido en piedra y mampuesto con tres niveles en su interior. Posee un pequeño parapeto y troneras en el superior y aspilleras en el intermedio.
Al Torreón de San Lázaro se accede a través de un pequeño portón de hierro que, en la actualidad se encuentra por debajo del nivel del suelo circundante, pues la antigua caleta de San Lázaro o de Juan Guillén fue rellenada hace un siglo para construir el Parque Maceo.
La preservación de la vetusta fortificación se debe al empeño de algunas personalidades que durante la República se opusieron a su destrucción, cuando muchos los consideraban feo y anacrónico dentro de La Habana Moderna.
De esa forma y con el concurso de la Corporación Nacional del Turismo, ente regulador de la industria sibñn chimeneas en las décadas de 1940 – 1950, se consiguió realizar algunas reparaciones en el deteriorado Torreón de San Lázaro y colocar sobre su portón de entrada una tarja de bronce que aún se conserva y en la que se puede leer lo siguiente:
¿Revistir o no el Torreón de San Lázaro?
Una de las discusiones más frecuentes en torno al Torreón de San Lázaro giran sobre la conveniencia o no de revestir la piedra para preservarla.
Aunque muchos opinan, que se debía dejar la piedra expuesta, al estilo de las demás fortalezas de La Habana, lo cierto es que, el Torreón de San Lázaro estuvo siempre revestido (o repellado), o al menos eso es lo que se puede apreciar en las numerosas imágenes que han llegado a la actualidad de la vieja fortificación.
Y esto no puede resultar extraño, porque las fortificaciones sí se revestían en tiempos de la colonia con el objetivo de proteger la piedra de la furia de los elementos. Para eso se utilizaban morteros de cal y arena, a los cuales se les agregaban pigmentos, casi siempre rojos o amarillos.
En realidad la idea de dejar la piedra deslucida es relativamente reciente, pues fue introducida por Govantes y Cabarrocas en la década de 1930, durante una de las intervenciones que realizaron en el Palacio de los Capitanes Generales.
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